El único modo para aumentar la oferta de riñones para trasplantes es permitir a las personas interesadas venderlos en un auténtico mercado de órganos con precios fijados por las autoridades públicas, sostuvieron Gary Becker, premio Nobel de Economía, y Julio J. Elías, profesor de la Universidad del CEMA en Argentina.
De esta forma se resolvería el problema de la espera de un trasplante, que en Estados Unidos es de 4,5 años de media. Además, se reducirían las muertes y el sufrimiento de los pacientes.
Y es que, según propusieron ambos economistas en un artículo publicado en The Wall Street Journal, la idea es aplicable no solo para los trasplantes de riñones, sino también de otros órganos, con una compensación económica prevista para quien consienta la extracción de los mismos después de su muerte.
Según Becker y Elías, el número de trasplantes ha crecido mucho pero no tanto como el número de pacientes que necesitan un trasplante. Y las políticas para incentivar los trasplantes entre consanguíneos o los llamados ‘trasplantes dominó’, con intercambio de órganos entre miembros de familias diversas compatibles, no logran reducir los tiempos de espera y los costes vinculados.
Algunas estimaciones apuntan a que el coste de 4,5 años que en media hay que esperar en Estados Unidos por un riñón es de USD 35 000. A esto se suman los USD 150 000 del coste del trasplante en sí mismo.
Ninguno de los métodos que se usan hoy en día ha logrado incrementar lo suficiente la oferta de órganos, y esto ocurre no solo en Estados Unidos sino en la mayoría de los países, por lo que Becker y Elías sostuvieron que pagar por los órganos eliminaría el desequilibrio actual entre oferta y demanda.
En particular, con un precio en torno a los USD 15 000, el número de órganos disponibles crecería mucho sin incidir excesivamente en el coste del trasplante. Ambos profesores de economía llegaron al cálculo de este precio de un riñón en base al riesgo y la baja laboral que conlleva así como la pérdida de calidad de vida por parte del donante.
“La presunta inmoralidad de un mercado de órganos iría confrontada con la posibilidad de evitar la muerte de los pacientes en lista de espera” , indicaron. La propuesta incluye no solo el trasplante de riñón, que se puede hacer en vida, sino también de otros órganos, como el corazón o los pulmones, que solo se puede hacer después de muerto: en este caso el pago iría a los herederos del donante.
La idea de un auténtico mercado de órganos ha sido criticada por muchos, ya que quien vendería sería siempre gente apremiada por dificultades económicas.
“Para nosotros la donación de órganos debe ser un acto libre y gratuito: una parte del cuerpo humano no debería venderse nunca no solo por principios cristianos sino éticos”, rebatió desde Italia Alessandro Nanni Costa, presidente del Centro Nacional de Trasplantes. Según Costa, un eventual mercado de órganos sería “muy peligroso, ya que quien vende lo hace siempre por necesidad y esto lleva a esconder eventuales problemas de salud”.