La intervención temprana es esencial para minimizar los daños causados por los trastornos en la alimentación. Los investigadores saben muy poco sobre cómo comienzan y evolucionan estos antes de la adolescencia. Por ello, examinaron la forma en que se relacionan la edad, sexo, peso y la etapa de la pubertad con comportamientos como la ingesta exagerada de comida y los vómitos provocados.
“La primera conclusión importante es que estas actitudes son más comunes de lo que se había visto antes, con una prevalencia de hasta el 5% en algunos casos”, alerta el autor principal del estudio, Stuart Murray. El especialista es director del Programa de Trastornos de la Alimentación del Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Sur de California, Estados Unidos.
Niños y niñas tienen la misma proporción de desórdenes
En contra de las suposiciones culturales, los investigadores descubrieron que los niños y las niñas tenían la misma probabilidad de padecer trastornos alimentarios. El análisis también reveló que los niños con índices de masa corporal (IMC) más elevados, así como los más avanzados en la pubertad, corrían un riesgo mayor.
Los resultados ayudan a esbozar el alcance del problema en este grupo de edad. Apuntan a los factores de riesgo biológico que pueden conducir a soluciones específicas, comenta Murray.
Este 5 de agosto de 2022 se conoció que los investigadores utilizaron datos de 11 878 niños, de entre 9 y 10 años, recogidos entre 2016 y 2018. Lo hicieron a través del estudio Adolescent Brain Cognitive Development financiado por los Institutos Nacionales de Salud. Se trata del mayor estudio a largo plazo sobre el desarrollo del cerebro y la salud de los niños en EE.UU.
Murray y sus colegas analizaron los comportamientos alimentarios desordenados. Estos pueden proporcionar pistas sobre quién está en riesgo de síntomas más graves más adelante. Esto en lugar de analizar los trastornos alimentarios completos, ya que son raros y difíciles de detectar en los niños.
El equipo estudió el exceso de comida, los vómitos para controlar el peso y otros comportamientos (como hacer ejercicio o restringir las calorías) destinados a evitar el aumento de peso. El 5% de los niños del estudio se había sobrealimentado, mientras que el 2,5% había tomado medidas para evitar el aumento de peso.
Además de medir la prevalencia general de los trastornos alimentarios, los investigadores buscaron asociaciones entre esos comportamientos y el sexo, el IMC y la etapa de la pubertad. No encontraron diferencias de sexo, lo que indica que los chicos se enfrentan a los mismos riesgos que las chicas.
“Tendemos a pensar que los trastornos alimentarios afectan sobre todo a las chicas, pero cada vez hay más datos que demuestran que los chicos tienen los mismos problemas”, afirma Murray.
Los niños más avanzados en la pubertad toman más medidas para no aumentar de peso. Aquellos con un IMC más alto también son propensos a sufrir desórdenes.