Con más de 1400 especies ingeridas habitualmente por el hombre, los insectos representan un prometedor sector tanto comercial como nutricional, afirmó ayer la FAO, que incitó a los gobiernos a promover su consumo.
¿Cuestión de gustos? Pero, aunque la idea de comer insectos pueda parecer extraña e incluso repugnante, “se trata de una costumbre muy común en nuestro planeta. En 36 países de África, 29 de Asia y 23 de América latina, unos 2000 millones de personas consumen 527 clases de insectos diferentes”, indica el comunicado emitido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), con sede en Roma.
Algunos saltan, otros vuelan, reptan o pican. Hay de todo. Pero de esas centenares de especies que come el hombre los principales insectos pertenecen a cuatro grandes grupos: chinches, hormigas, abejas y avispas; langostas y grillos; piojos y mariposas.
Todos poseen un alto valor nutritivo. Algunos contienen tantas proteínas como la carne o el pescado. Disecados, esos valores suelen duplicarse. Ciertos insectos, en particular en estado larvario, son también ricos en grasas y contienen una importante cantidad de minerales y vitaminas. Por esa razón, la FAO alienta su producción a gran escala desde 2008.
También por razones económicas. Para producir un kilo de insectos se necesitan dos kilos de alimento, mientras que los bovinos, por ejemplo, exigen ocho kilos de comida por cada kilo de carne. Se trata además de una actividad fácil, pues se suele realizar a partir de desechos orgánicos.
En África central, en Camerún, Mozambique, los dos Congos y Zambia, los habitantes comen miles de toneladas de gusanos cada año. Una práctica llamada entomofagia que se generaliza cada vez más en las poblaciones urbanas empobrecidas. Según la FAO, prácticamente toda la humanidad consumirá insectos en 2050.
En Europa, es necesario remontarse hasta la Roma antigua para hallar rastros de esa práctica: Plinio el Anciano la califica de “bocado de reyes”. En la actualidad, si bien los insectos no están presentes en los platos, suelen participar en la alimentación del ganado, sobre todo en las harinas animales.
Pero si en África son un producto de base, en Europa los insectos son caros: un kilo de grillos, por ejemplo, cuesta 150 euros. Por otra parte, su consumo sigue siendo un auténtico tabú en Occidente.
“Llegará el día en que habrá más gente que coma insectos que carne”, pronostica el entomólogo holandés Arnold van Huis. Para ese ferviente defensor de la entomofagia, el constante aumento de la población mundial, sumado a la disminución de las superficies cultivables -debido sobre todo al calentamiento climático-, ha dejado de ser compatible con el consumo de carne.
Según los especialistas, comer insectos no representa ningún riesgo. El hombre moderno ya estaría consumiendo unos 500 gramos por persona y por año.
“Una parte de las frutas y legumbres utilizadas en la industria están contaminadas por los gusanos”, señala el entomólogo Marcel Dicke. “Mermeladas, jugos de fruta y sopas envasadas contienen rastros de insectos, sin que ello provoque el mínimo problema”, agrega.
El año pasado, por ejemplo, la presión del público norteamericano logró que la firma Starbucks dejara de utilizar el E120, un colorante extraído de la cochinilla mexicana para dar color a sus frapuccinos de frutilla, sus cakes de frambuesa e incluso sus smoothies.
Pero más allá de toda explicación racional, en la mayoría de los países occidentales se levanta una casi insuperable barrera psicológica: el insecto es percibido como algo sucio, dañino y repugnante. Por el momento, sólo un público curioso y extravagante se anima a probarlos.
Una sociedad británica (edible.com) consigue vender algunos sachets de hormigas gigantes asadas y chupetines de escorpión, pero se trata sólo de una fantasía alimentaria. En Francia, Insectes Comestibles comercializa por Internet chocolate relleno de insectos, sachets de grillos y gusanos aromatizados (con panceta, salsa agridulce, sabor mexicano, etc.).
Holanda es el único país europeo donde existen criaderos de insectos comestibles. Bugs Organics Food, por ejemplo, comercializa barras de cereales con proteínas de gusano o nuggets de pollo y gusanos.
Otro tenaz defensor del consumo alternativo, el especialista S. Much, da en su libro Cuisine d’insectes la receta de una excelente quiche: poner en una sartén 75 gramos de grillos y larvas de escarabajo de harina (tenebrio) con un poco de aceite. Freírlos bien y mezclarlos con crema de leche. Verter todo en un molde forrado con masa de tarta y llevar al horno. Acompañar con ensalada verde.
Los beneficios de los insectos
- Nutritivos
Las langostas, por ejemplo, tienen más contenido en hierro que la carne de vaca
- Ecológicos
Producen una reducida cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero y su cultivo evita la deforestación
- Sanitarios
Descomponen desechos, ayudan al proceso de compostaje y reducen los olores