Entrevista a Olga Cavallucci, coordinadora académica U. Andina
Hasta ahora se han realizado 15 conferencias mundiales como la de Copenhague en el 2009, además de sus reuniones preparatorias, en busca de salidas frente al cambio climático. ¿Qué tan fructíferas resultaron esas negociaciones?
La apreciación del público es que no hay progresos en las negociaciones. Pero hay que destacar que el fenómeno del cambio climático alcanzó una visibilidad que antes no tenía. Hemos avanzado mucho si consideramos que en la época de la administración (George) Bush, Estados Unidos no firmó el Protocolo de Kioto y se empeñó en negar la existencia de cambio climático.
¿Pero esa visibilidad es por estas reuniones si la gente las ve demasiado lejanas o es por otros mecanismos?Nos solo son las negociaciones, sino que estas desencadenan la atención política. También permite darse cuenta que el cambio climático no solo es cuestión de que se mueren las ballenas o se derriten los glaciares, sino que está afectando la economía mundial. La gente común está sintiendo efectos en su bolsillo.
¿Es suficiente que el problema sea más visible?
No todos los procesos de negociación son fructíferos. Por ejemplo, Copenhague (Dinamarca) fue un fracaso rotundo. Eso plantea la necesidad de reconsiderar los procesos de Naciones Unidas (ONU) en el tema de cambio climático. Hay quienes ya cuestionan la falta de liderazgo.
¿Eso implicaría un fracaso de la ONU?
Debe reconsiderarse la forma en la que las ONU lidera el proceso, ya que hasta ahora no es efectivo. Lo peor es que si no hay un cambio, la conferencia de Cancún también será otro fracaso.
Entonces, ¿hacia dónde debe darse el giro?
Por ejemplo ir con los deberes hechos, llevar decisiones concretas para afrontar el cambio climático. No hay que pretender que ocurra como en Copenhague que solo porque apareció (Barack) Obama se den las cosas. Hay que ir con una agenda seria, con menos alboroto, sin tantos negociadores y ONG. Y en las dos semanas de la cita deben salir resoluciones concretas.
¿Pero quién debe asumir esa responsabilidad?
Allí está el punto. Hay una crisis de liderazgo de Naciones Unidas. El tema es suficientemente grave como para que solo los países asuman el liderazgo. Cada uno hizo sus ofrecimientos, como la EE.UU. de bajar en un 17% las emisiones de gases contaminantes. Sin embargo, esas cifras hablan de un retroceso.
¿Los negociadores en realidad llegan con una conciencia ambiental o solo defienden intereses económicos?
En realidad ocurre lo segundo. EE.UU. no logra aprobar una ley ambiental desde hace un año por un montón de conflictos de intereses. Se habla que demandaría una gran inversión y la mayoría de estadounidenses no lo asume como un problema prioritario. China argumenta que frenaría su crecimiento y lucha contra la pobreza, y Unión Europea es el único bloque que intenta un liderazgo.
¿Qué pasará frente a estas posiciones antagónicas, si el cambio climático no espera?
El británico Nicolas Stern en su reporte sobre cambio climático ya advirtió que cada año de inacción le cuesta millones de dólares a la humanidad.
¿Por qué importan más las cifras económicas antes que el planeta y la humanidad?
El golpe al bolsillo es la única forma que el público entiende. En Europa, por ejemplo, hay un sistema que obliga a pagar multas a los operadores económicos si exceden en sus emisiones.
¿Cómo hacer que sea un tema cercano a la gente?
En Ecuador, la gente está mal acostumbrada a una cierta abundancia, porque el país es rico en recursos. Por eso nadie cuida el agua, la energía y más. Hay que fomentar la educación ambiental. Solo así la gente tendrá conciencia y la suficiente incidencia.
Usted habla de la necesidad de poner en dieta al planeta, ¿qué implica eso?
Estamos viviendo con una especie de tarjeta de crédito ambiental. Hemos excedido y abusado de los recursos que nos ofrece el planeta y por eso debemos ponernos a dieta. Debe llegarse a un término intermedio entre el extremo consumo de países como EE.UU. y el infraconsumo de África.
¿Y quién debe regular eso?
Ese es el problema, ya que enfrentamos una crisis de liderazgo. Se necesitaría un organismo que dirija y que obligue a los países a tomar medidas drásticas.
Así con ese panorama, ¿qué futuro espera a la Tierra frente al cambio climático?
Hay que seguir luchando. Pero no soy tan positiva, porque no veo cambios ni políticas suficientemente agresivas en cada país y a escala mundial. Las negociaciones son el reflejo de eso. Lo peor es que no se dan cuenta de la gravedad del problema.