Un grupo de danza folklórica se encargó de animar el desfile en honor al Arcángel San Miguel en Salcedo. Fotos: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Los devotos del Príncipe San Miguel lo homenajearon en las calles del cantón Salcedo, en Cotopaxi.
Con un pregón, una eucaristía y un desfile se recordó un año más de celebraciones el pasado fin de semana. Como cada año, el patrono de Salcedo recibió un homenaje por parte de cinco priostes que se encargaron de jochar a las asociaciones, clubes e instituciones del cantón. También, designaron a las comparsas y disfraces con los que bailaron por las calles de la urbe.
San Miguel es uno de los siete arcángeles de la religión católica. Su imagen luce una armadura romana y en una de sus manos lleva una espada, con la que se dice que amenaza al demonio o al dragón.
Las bandas de pueblo complementaron la algarabía de los devotos y visitantes que se apostaron en las aceras y balcones de la ciudad. Algunos llegaron desde Latacunga, Ambato, Riobamba, Quito y otras urbes del país.
El estruendo de los petardos anunció el arribo de las cholas y chagras. Las mujeres lucían blusas con encaje, faldas amplias con bordados y una chalina. La indumentaria tradicional se complementaba con un sombrero de ala corta que tenía como adorno una pluma. En sus brazos cargaban un pequeño canasto de carrizo que en su interior guardaba caramelos, mandarinas, bebidas y recuerdos de la fiesta. A su paso lanzaban los presentes a los asistentes.
Los limpiadores recorrieron las calles de Salcedo. Los jóvenes llevaban un cuy y hierbas medicinales.
Mientras los chagras lucían un poncho rojo elaborado con lana de borrego y un sombrero de paño. El prioste Carlos Cárdenas explicó que las comitivas se conformaron por los socios, amigos y familiares. “Participar en el desfile de nuestro patrono es un agradecimiento de la protección y los favores recibidos”, indicó Cárdenas.
El paso de los huacos o brujos que invocaban la energía de los volcanes Cotopaxi, Tungurahua y Chimborazo no pasó desapercibida en la celebración. De entre el público sacaban a voluntarios para hacerles limpias con las hierbas medicinales, el cuy y escupirles una bocanada de licor. Al final del ritual solicitaban un aporte económico voluntario.
Juan Tixi ocultó su rostro con una máscara de mallas. Junto a dos amigos se vistieron con un pantalón y camisa blanca, un poncho negro y un sombrero blanco. “Nuestras limpias son poderosas porque les quitamos las malas energías”, explicó Tixi.
Uno de los personajes aplaudidos a su paso fue la Mama Negra. Les seguían los capariches, los payasos, los ashangueros o tiznados, la vaca loca, los curiquingues. Además de los negros, los caporales y otros personajes.
La delegación del barrio San Antonio I representó a los pollitos. 30 niños se vistieron como aves y bailaron al ritmo de la banda de pueblo. Juan Toro, otro de los devotos, mostró a los ashangas que a sus espaldas llevaban grandes estructuras de madera decoradas con gallinas, cuyes, conejos y un cerdo. “Es una ofrenda con la que demostramos nuestra fe y devoción”.