Las melodías de los músicos salasakas tienen técnica y estilo. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Interpretan ritmos ancestrales por más de 35 años. Su música, con bombo, redoblante y pífano aún se escucha en las fiestas salasakas como el Inti Raymi, el Kapak Raymi, el Paukar Raymi y los Capitales, en los matrimonios y la fiesta de los danzantes.
Los tres integrantes del grupo Música Autóctona Salasaka imponen sus ritmos antiguos, pero corren el riesgo de desaparecer, ya que detrás de los músicos tradicionales, que tienen entre 50 y 72 años, no hay relevos preparados.
En una investigación realizada por el Centro Cultural Inkarte, se determinó que los ritmos únicos y endémicos están en proceso de extinción.
Algunos temas tradicionales son el Chapunta, el baile la Madrina y Churupindu. Este último es un ritmo que, al bailar, se imita al Huiracchuru, un pájaro que se alimenta de frutas. También, refieren a la ritualidad, los sitios sagrados, el agua, la tierra y el matrimonio.
Manuel Masaquiza es un experto en entonar el pífano, un instrumento musical delgado, que mide 15 centímetros. Este hombre, de 75 años, aprendió la técnica de su padre Rudecindo, que fue uno de los músicos reconocidos en la comuna.
Tras la muerte de su padre heredó el pífano confeccionado con hueso de cóndor. “Tiene más de 100 años este instrumento, es una reliquia de la familia, al igual que las melodías autóctonas. Lo duro es que nadie viene atrás de nosotros”.
Sus compañeros de grupo son Antonio Caizabanda, que interpreta el bombo, y José Masaquiza, el redoblante. Caizabanda se lamenta porque los jóvenes ya no se interesan por aprender estos ritmos.
El mismo sentimiento acompaña a José Masaquiza. Dice que sus conocimientos se van a perder con el tiempo. “Falta impulso y apoyo de las autoridades para que nuestra cultura no desaparezca”.
Raymy Chiliquinga, investigador del pueblo salasaka, explica que los músicos de esta parroquia de Tungurahua están en crisis porque los jóvenes no tienen interés por interpretar los instrumentos.
Para Chiliquinga la globalización y la misma educación no dan importancia sobre estos saberes. “Si algún niño interpreta algún instrumento pero los maestros no le prestan atención y refuerzan esos conocimientos, todo se pierde”.
Dice que en las indagaciones efectuadas se determinó que los ritmos y melodías son complicados en la entonación, y los taitas no son músicos profesionales. “Es algo fascinante, es difícil, pero logramos recuperar algunas de esas melodías, pero hay que trabajar más en estas técnicas únicas”.