Una celebración al trabajo, las artes y la comida se concretó en Salasaka, Tungurahua. Modesto Moreta/El Comercio
Como lo hacían sus antepasados, Mariano Guaranga, de 78 años, entregó el azadón a su nieto Heriberto, de siete años, para que aprendiera las tareas agrícolas. Luego lo llevó a la chacra de maíz para enseñarle cómo se hace el primer deshierbe (retirar la mala hierba). Estos conocimientos son transmitidos de generación en generación por los habitantes de la parroquia indígena de Salasaka, Pelileo, Tungurahua.
Este ritual fue parte del Kapak Raymi o Fiesta del Florecimiento. Los sabios del pueblo se encargan de trasladar esas enseñanzas ancestrales. Ellos entregaron a los infantes las herramientas, como la hoz, la soga, el azadón, para que ayuden en las labores agrícolas a sus padres y no sean ociosos.
Asimismo, los artesanos, artistas y músicos obsequiaron sus instrumentos para que los chicos puedan desarrollar sus destrezas en los tejidos, la música, el baile…“Es bueno mantener vivas las raíces de nuestro pueblo. Estos conocimientos que damos a nuestros nietos también los recibimos cuando fuimos pequeños. Ahora llegó el turno de enseñar a trabajar. Estos eventos culturales ayudarán a mantener este ritual en el pueblo Salasaka”, dice Mariano, uno de los taitas de esta comunidad localizada a 12 kilómetros de Ambato.
La celebración inició con el agradecimiento a la Pacha Mama por el florecimiento del maíz, la cebada, las habas, la mashua, las ocas, el melloco, la quinua y otros granos que se cultivan para la alimentación. En el centro de la plaza de Llikakama se dibujó una circunferencia compuesta con frutas, gramos, maíz, pan y otros alimentos.
Rufino Masaquiza, un sabio del pueblo, levantó los brazos con dirección al Taita Inti. Bendijo un mate lleno de chicha cocinada con pedazos de las plantas nacientes del maíz que ayudan a la fermentación de esta bebida preparada además con el néctar del tzawar mishki (jugo del penco de cabuyo).
Esta fue devuelta como ofrenda a la Pacha Mama. La roció en medio del círculo en el que se encontraba la Macana o cruz indígena, en señal de devolución de lo recibido y para que la tierra sea más fértil. Posteriormente se hizo el ritual del corte de las uñas del bebé varón. “Es la trasmisión de conocimientos y la sabiduría de nuestros taitas y mamas. Ahora nosotros les enseñamos para que desarrollen sus destrezas y puedan hacer cualquier actividad”, dice con voz pausada Rufino.
Todos los sabios del pueblo participaron de esta celebración. Rafael Chiliquinga, estudioso de la cultura Salasaka, explica que el Kapak Raymi es una de las cuatro fiestas principales que celebra, donde se representó a la Chacana elaborada con flores, frutas y granos en que se representa la vida.
Con los pétalos de las flores y el humo se limpia y purifica a los sabios para ofrecerles el fuego sagrado a todo el pueblo. Luego los taitas y mamas entregan las herramientas a los niños. También a los niños de 8 meses se les cortó las uñas de las manos.
“Es una forma de trasmitir la energía positiva del espíritu de los sabios para despertar las habilidades en los niños. Esto se practicaba hace más de 600 años, con la conquista se cambió y distorsionó esta celebración que fue prohibida porque se consideraba como brujería. Ahora estamos recuperando estos saberes”, cuenta Rafael.
Al final todos los de la comarca e invitados participaron de la pampa mesa.