Sacha Baron Cohen en el personaje de Borat. En esta segunda película, el supuesto periodista de Kazajstán quiere que Estados Unidos acepte a su hija como regalo. Foto tomada de cine3.com
El británico Sacha Baron Cohen atraviesa el momento más contradictorio en su carrera de comediante. Por fin goza del reconocimiento entre los académicos, como lo indica estar nominado al Oscar como guionista y haber estado compitiendo en los Globos de Oro como actor; pero al mismo tiempo se cuestiona si su obra, aguda y corrosiva, entró a lo políticamente correcto.
Baron Cohen ha desarrollado su carrera creando personajes que le sirven para pasar un escalpelo a la sociedad mediante un humor provocador y chocante. Uno es Brüno, un reportero homosexual austríaco que se pasó haciendo bromas a personas desprevenidas e incluso interrumpió un desfile de modas en Milán, con Paul McCartney en primera fila.
Otro es Ali G, un rapero blanco grosero, inculto y patán que entrevistaba a personalidades británicas, a las que terminaba avergonzando. Algunas de sus víctimas han sido el exfutbolista David Beckham, el cantante Gaz Coombes y el empresario estadounidense Donald Trump, a quien en el 2003 quiso venderle la idea de un artilugio absolutamente ridículo para no derramar el helado de cono. Trump se levantó y se largó de la entrevista.
Ali G se convirtió en todo un fenómeno mediático de Gran Bretaña, tiene su serie televisiva (Baron Cohen siempre ha preferido la pantalla chica, pues mira a Hollywood como aburrido) e incluso aparece en el videoclip de Music, la canción de Madonna del 2000.
El personaje de Borat, sin embargo, hizo de Baron Cohen una celebridad global. Si con Brüno quería desnudar la homofobia de Occidente, y si con Ali G dibuja una parodia de la juventud que desprecia su cultura para adoptar otra por mero esnobismo, Borat le permitió dar un severo golpe en el mentón al modo de vida estadounidense y a los prejuicios sociales y políticos.
Baron Cohen diseñó a Borat Sagdiyev como un periodista de Kazajstán misógino, homofóbico y racista, que viaja a Estados Unidos para aprender las costumbres de ese país y aplicarlas en el suyo.
En el trayecto, menosprecia e insulta a colectivos especialmente sensibles de Estados Unidos y las reacciones se plasmaron en ‘Borat: lecciones culturales de Estados Unidos para beneficio de la gloriosa nación de Kazajstán’, cinta en clave de falso documental que fue un éxito rotundo: recaudó USD 262 millones de dólares en taquilla. Baron Cohen fue nominado al Oscar por ese guion, todo un mérito para una comedia donde algunas escenas eran espontáneas. El premio fue para William Monahan, por ‘The Departed’, de Martin Scorsese.
Aunque, para Baron Cohen, el mayor triunfo fue haber escandalizado al Gobierno de Kazajstán, que incluso presionó a los estudios y cadenas de televisión por la mofa; a los políticos de Estados Unidos y a los defensores de lo políticamente correcto.
La segunda parte de las desopilantes y escatológicas aventuras de Borat, sin embargo, tienen un problema: si antes el personaje se metía con todos los bandos, en ‘Película posterior de Borat: Entrega de un soborno prodigioso al régimen estadounidense para beneficiar una vez a la gloriosa nación de Kazajstán’, estrenada el 22 de octubre del 2020, la intención fue atacar a Trump y a los republicanos.
Por supuesto, todo tipo de comedia corre el riesgo de ofender. El actor ha tenido muchos desencuentros con Trump desde aquel incidente del helado y en el 2012 le dedicó estas palabras: “Este personaje de tercera categoría desearía que le hubiesen golpeado en la cara tantas veces que estuviese en un hospital”.
En la comedia ‘Grimsby’ (2016), Baron Cohen interpreta a un procaz agente que afirma que el magnate estadounidense se contagió con VIH/sida porque estuvo expuesto a la sangre de Daniel Radcliffe, el actor que interpretó al mago Harry Potter.
La nueva cinta de Borat se enfoca en dejar mal a los republicanos y se empeña en vincular la mentalidad prehistórica del protagonista con la de la derecha de Estados Unidos, con lo cual Baron Cohen entra en lo políticamente correcto.
La extraña escena con Rudy Giuliani en que este abogado de Trump queda a solas con la hija de Borat en una habitación de hotel no tiene que ver realmente con la postura republicana, sino con mostrar cómo es el poder en privado, cómo es la gente que piensa que el resto está a sus pies todo el tiempo, incluso cuando las cámaras están apagadas. Ese punto es el más alto de la cinta.
Pese a este partidismo, Borat volvió a triunfar. No en la taquilla, pues la cinta fue directamente a la televisión por ‘streaming’ debido a la pandemia, pero sí en Hollywood, donde Trump es detestado, y entre la mayoría de críticos.
Baron Cohen está nuevamente nominado como guionista y la búlgara Maria Bakalova, que interpreta a la hija de Borat, está nominada a mejor actriz de reparto. Pero lo mejor fue que Borat ayudó a empujar a Trump hacia la derrota en las elecciones de noviembre.