Los amantes del rock han hecho del concierto en la Concha de la Villa Flora una parada obligatoria cada 31 de diciembre. Su popularidad afianza al movimiento roquero de Quito. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.
Hoy (31 de diciembre) se cumple una nueva edición del tradicional Festival de la Concha Acústica de la Villa Flora. Desde las 08:00 se presentarán gratuitamente 12 bandas de rock locales de diferentes estilos y trayectorias.
De hecho, el atractivo de este año es que el cartel está compuesto por 10 actos que nunca han estado en el festival, como el hard rock de Anima Inside o el groove metal de Cabal.
También será el estreno en el festival de las cabezas de cartel, los guayaquileños Profecía y los quiteños Total Death, quienes lanzan en el festival su nueva producción discográfica: ‘Inmerso en la sangre’.
Al evento lo acompañan publicaciones paralelas que serán parte de la celebración anual de este festival. Por un lado está el disco en vivo que se registró en la edición del año pasado -ver reseña al final de esta página- y por otro está un libro llamado
‘Concha Acústica de la Villa Flora, cuatro décadas de historia’. El mismo fue escrito por el periodista de rock y comunicador de la organización Al Sur del Cielo, Pablo Rodríguez.
Su objetivo inicial era publicar esta obra en el 2012, año en el que se cumplían 40 años del primer concierto de música ‘moderna’ en el hoy célebre espacio.
Sin embargo, no fue sino hasta este año que se hizo viable este documento que retrata no solo una historia de toma del espacio público por parte de la cultura roquera, sino que contextualiza lo musical con las aristas sociales, económicas y políticas en las que se ha desarrollado la llamada ‘Casa del rock ecuatoriano’.
Protagonistas del concierto realizado el 11 de marzo de 1972 -como Ramiro Acosta, Marco Romero o Fernando Benavides- cuentan en primera persona cómo se montó el primer evento en este lugar, hasta entonces, olvidado por la ciudad que lo albergaba.
Un sinfín de voces añaden tridimensionalidad a la historia que se construye años después y que Rodríguez exhibe en su libro. Esto porque no solo se presentan los matices positivos del desarrollo del festival, sino también los bemoles con los que se enfrentó la organización desde que se instaló el evento de manera constante un 26 de diciembre de 1987.
La búsqueda por un espacio, las limitaciones técnicas de los primeros encuentros, los incidentes y broncas, la represión policial… Todos esos detalles extramusicales dibujan el borrador de los años formativos y de consolidación del festival.
Tales hechos han sido recopilados por el autor tras un trabajo de años de entrevistas ‘in situ’. La obra no solo es testimonial desde los textos sino que cuenta también con un extenso material fotográfico que capturó segundos que hasta hoy solo estaban en la memoria de los que asistieron a la Concha Acústica cada fin de año.
“Mucho de este material gráfico fue cedido por sus dueños”, asegura Rodríguez quien a su vez cuenta que la obra pudo financiarse, en primera instancia, gracias a un auspicio del extinto Ministerio de Patrimonio y en su fase final gracias a los fondos concursables del actual Ministerio de Cultura y Patrimonio y de la SECU, del Municipio de Quito.
Tal apoyo habría ayudado a la producción y parte de la impresión que fue completada finalmente por la Casa de la Cultura.
El festival en sí también se financia con fondos públicos. Esta edición concursó y ganó un lugar en el sistema de festivales del 2014. Con esto la organización Al Sur del Cielo costea toda la logística y producción del encuentro anual.