El ritual tsáchila se vuelve más poderoso en jornadas nocturnas

En los rituales se practican entonaciones musicales con instrumentos ancestrales y también se purifica el achiote. Foto: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO

En los rituales se practican entonaciones musicales con instrumentos ancestrales y también se purifica el achiote. Foto: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO

En los rituales se practican entonaciones musicales con instrumentos ancestrales y también se purifica el achiote. Foto: Juan Carlos Pérez / para EL COMERCIO

La oscuridad de la noche es ideal para conseguir una conexión más íntima con la naturaleza que bordea las comunas donde habitan los tsáchilas.

El sonido apacible de los insectos, escondidos en la penumbra, ayuda a los chamanes de esta etnia a crear un puente entre una de sus más antiguas tradiciones y sus coterráneos. Estos van en busca de paz y soluciones a sus problemas.

Para eso los chamanes recurren a la vieja práctica del ritual a través del cual piden a sus ancestros que les otorguen facultades para curar y solventar calamidades.

En el centro cultural Mishily, ubicado en la comuna Chigüilpe, se enseña paso a paso cómo es una cita chamánica.

Abraham Calazacón es el director del lugar y chamán practicante. Él invita a los visitantes para que en las noches acudan a los rituales, que en esa comarca volvieron a practicarse en jornadas nocturnas, para rescatar la costumbre de sus ancestros.

El sentido de llevarlos a las noches es porque hay más facilidad para que se abran caminos que conducen a un encuentro espiritual con los dioses inspirados en los elementos de la naturaleza, cuenta.

Así se puede sentir, por ejemplo, cómo una tenue brisa acaricia la piel cuando el chamán pide que a su ‘paciente’ se lo revista de energías positivas y se lo aparte de males.

Se cree que en ese instante es cuando el dios del aire ha dado su respuesta al pedido.

Los tsáchilas lo ven en su cosmovisión como una especie de manta que cubre la integridad espiritual de las personas, explica Mirian Calazacón, quien colabora en los rituales.

Una infusión de la bebida de ayahuasca es clave para captar las energías que emergen en las ceremonias.

Este líquido al entrar al cuerpo lleva a un estado de alucinación, en el que las personas dicen que presagian situaciones.

Nohemí Matamoros cuenta que durante el trance estuvo al lado de una culebra.

Era inofensiva, la cuidaba mientras caminaba por un sendero de montes y le ‘hablaba’ de asuntos familiares.

Esta turista esmeraldeña que llegó al centro cultural Mishily, el pasado domingo, contó su experiencia tras salir del estado alucinógeno.

Abraham Calazacón lo relaciona como un momento normal en una sesión chamánica.

En el idioma tsáfiqui, de los tsáchilas, a una serpiente se la llama tsapini y su aparición se remonta a la época cuando abundaron estos reptiles, hace más de 42 años.

Este episodio, incluso, dio lugar a que las familias de esos años utilizaran el tsapini para darle identidad a sus hijos.

Mientras un ritual se desarrolla es fundamental mantener el fuego en cada espacio. Los tsáchilas lo encienden junto a otros accesorios, como un elemento que los rodea del poder necesario para llamar a los dioses de sus tradiciones.

En ese espacio también están objetos que ellos consideran mágicos como las piedras, maderas, animales y brebajes.

En el ambiente se percibe la composición de zumos, frutas y hierbas que aromatizan.

Estos se preparan con productos que se encuentran en el bosque de sus comunas. Se los utiliza para las sanaciones de dolencias de personas que creen que perdieron la esperanza de recuperarse de una enfermedad.

Al centro cultural Mishily no solo llegan quienes se interesan por conocer las tradiciones de esta nacionalidad.

También lo hacen para buscar una cura a problemas comunes en su salud y conforme la enfermedad se busca una alternativa para un tratamiento natural, explica el chamán Abraham Calazacón.

Para eso se motiva al turista a recorrer un sendero con plantas nativas que los antepasados tsáchilas utilizaron para atenuar dolencias.

Por ejemplo, Nohemí Matamoros conoció la planta denominada hiel del sol a la que se atribuyen propiedades para combatir la miliaria. Esta enfermedad se manifiesta con una dermatitis que en las personas aparece en el tórax, cuello y los hombros.

Los nativos por años las utilizaron para sanarse, pero siempre basándose en sus conocimientos empíricos y por la información que les transmitieron sus antepasados.

Pero un estudio fitoquímico practicado a la planta hiel del sol se determinó la existencia de alcaloides con actividad analgésica y anestésica. Estudiantes de la Universidad Regional de los Andes Uniandes lo comprobaron.

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