El percusionista Javier León dictará un seminario en Guayaquil este 25 y 26 de mayo, centrado en la clave de son, de la salsa. Foto: Gabriel Proaño / Para EL COMERCIO
Para un músico puertorriqueño o cubano la sincronización de la clave en una salsa es algo orgánico, pero un ecuatoriano que comience a experimentar con el género musical puede enfrentar problemas. El percusionista guayaquileño Javier León Adrian analiza en un curso esa célula rítmica, de raíces africanas.
El músico de 37 años, integrante de la banda de rock Sargento Tomate y quien cursa una licenciatura con mención en jazz en la Universidad Católica de Guayaquil, dicta hasta hoy martes 26 de mayo un seminario de apreciación y ejecución del género, organizado por la productora musical Borkis Entertainment. El baterista habló sobre los obstáculos y potencialidades del género a nivel local.
– La salsa ha sido un género tradicionalmente muy escuchado en Guayaquil. ¿Pero qué tanta salsa se ha producido desde la ciudad?
Existen grupos como la orquesta de Gustavo Enríquez, por ejemplo, los maestros Lucho Izurieta y Javier López que tienen una amplia trayectoria. Vemos interés en los jóvenes, que quieren abordar el género. Pero hay una barrera, que fue la que yo encontré hace 17 años cuando empecé a querer tocar salsa: no lograba sonar igual que las orquestas extranjeras. Las canciones se tocaban o cantaban mal. Se nos cruzaba la clave.
– ¿Qué es lo que suele fallar?
Un conocimiento técnico básico. La salsa está basada en el acento particular de la clave de son. El problema es que está dividida en dos partes, lo que crea confusión. Hay que saber donde empieza el tiempo fuerte de la canción para poder determinar donde empieza la clave. Sin ese conocimiento el cantante, el piano y la percusión se pueden superponer, entonces se habla también de la clave montada o atravesada.
– ¿Cómo definir la clave de salsa y por qué reviste ese nivel de dificultad?
Es el patrón rítmico de percusión que se ejecuta con dos pequeños pedazos de madera, unifica y guía a todos los instrumentos, incluidos a los cantantes. El inconveniente está en determinar donde empieza, porque puede ser 3-2 o 2-3, (tres golpes fuertes seguidos de dos débiles, o a la inversa). Una canción puede comenzar de una forma y terminar de la otra, si no dominas el ritmo es fácil que la clave quede fuera de lugar.
– ¿Y que pasa si decide destrozar la norma?
Obviamente la música no tiene límites, hay músicos que tocan correctamente sin saber cómo lo hacen, pero para romper una regla tienes que conocerla. Hay que conocer la estructura.
– ¿Como es que un músico apasionado de la salsa, que toca
incluso rock, cursa una licenciatura en jazz?
La salsa moderna tiene mucha influencia del jazz, en especial el jazz afrocubano. Adquirió esos elementos en Puerto Rico y Nueva York, allí nació esta fusión y comenzaron a surgir nuevos sonidos. Willy Colón venía del jazz y la mezcló con la música autóctona puertorriqueña y cubana. Era lo que hacían Héctor Lavoe, La Fania… Y eso sonaba agresivo, por eso fue tan exitoso.
– ¿Le parece que esa evolución terminó?
Creo que ha habido un estancamiento por los nuevos ritmos que han surgido. Han surgido géneros que tienen una orientación más comercial, una letra y un ritmo pegajoso y se acabó, han acaparado el mercado. Eso ha comenzado a desplazar un poco a la salsa, que es mucho más elaborada y complicada de hacer.
– ¿La falta de nuevas figuras es un signo de esa crisis?
Víctor Manuel, Jerry Rivera, Luis Enrique, Gilberto Santa Rosa salieron en una misma camada. Ahora no hay un artista nuevo. Lo que encuentras es Marc Anthony, pero está en otro nivel y también ha sido influenciado por toda esta onda comercial. El objetivo del seminario también es mostrar como se pueden versionar temas, del rock por ejemplo, y propiciar nuevas fusiones. Lo que sucede es que si no se toca y se canta sobre esa clave de la que hemos hablado, nunca va a sonar a salsa.