Las aves abundan en la Reserva Cotacachi-Cayapas, donde se hacen los recorridos. Foto: Marcel Bonilla / EL COMERCIO
Desde de los tradicionales bongos (canoas pequeñas), o a bordo de una lancha a motor se puede navegar por el río Cayapas, en cuyos márgenes se asientan comunidades afro, chachi, épera y awá, los pobladores que también comparten sus historias con quienes los visitan.
Tres nacionalidades enriquecen un recorrido turístico que se ofertan desde la población de Borbón, en el cantón Eloy Alfaro, en el norte de la provincia de Esmeraldas.
Son comunidades que viven desde hace décadas en las márgenes del Cayapas, que también aprendieron a convivir con otros pueblos, como los chachis y los afros.
Las poblaciones éperas que están a solo 15 minutos de navegación, muestran su cultura, formas de vida y alimentación, ligadas a las actividades en el río y el campo.
Juan Pablo Garcés, músico de la tradición afro, hace las veces de guía turístico en las canoas que transportan a turistas locales y extranjeros. El viaje puede durar cerca de tres horas. El destino final es la población de San Miguel, en el alto Cayapas.
Se hacen paradas estratégicas para conocer otros pequeños poblados, conocidos por Garcés o cualquier otro guía chachi o afro, quienes describen y explican las formas de vida de cada territorio. También, conversan sobre cómo se relacionan en cada pueblo con otras etnias.
Las historias de la mitología del pueblo afroesmeraldeño son las favoritas de Garcés para contar a los turistas mientras navega despacio por el río. La Tunda, El Riviel, La Gualgura y El Bambero, son las leyendas que más gustan a los visitantes, afirma.
Este guía les cuenta también la importancia que tiene para el pueblo afro la conservación de esta oralidad ancestral, así como el baile de la marimba y otras expresiones artísticas.
Muchos de los turistas escogen esta zona para encontrarse con la naturaleza. La población de San Miguel, una de las más concurridas, está junto a la reserva Cotacachi-Cayapas, que también es otra parada para caminar en medio de sus senderos naturales y para pasar la noche en un hotel ecológico.
Anna Schneider y Anneliese Fischer, dos turistas alemanas, recorrieron por segunda vez las poblaciones de Telembí, Atahualpa (Camarones) y San José de Cayapas, donde hay una mayor concentración de afros y chachis.
A Fischer le atrajo las formas que tienen las casas del pueblo Chachi, de tres metros de altura, construidas con chonta, guadúa y hojas de bejuco en los techos. “No usan pared para dividir los ambientes, lo que les permite tener una ventilación pura”, comentó asombrada.
La población chachi en la ‘Provincia Verde’ está conformada por aproximadamente 10 000 habitantes y están organizados en 29 centros, en el norte, centro y sur de la provincia de Esmeraldas.
En siete centros culturales de los chachis, quienes comparten su territorio con la población afro, son los escenarios para mostrar sus tradiciones a los turistas. La marimba que caracteriza a ambas etnias se muestra como una de sus principales habilidades acompañadas del baile.
El recorrido por el río ofrece una oportunidad para observar cómo los indígenas elaboran los bongos o canoas con sus respectivos canaletes, y las humaredas que salen de las casas, donde la leña es el combustible para cocinar sus alimentos.
En poblaciones como Pichiyacu Grande, Zapallo Grande, Loma Linda, Calle Mansa, San Miguel y La Ceiba, los turistas pueden hacer visitas esporádicas para mirar cómo los indígenas cocinan el pescado de panda, mientras hablan en su lengua materna, el chapalá.
Los indígenas ofrecen a los viajeros canastas elaboradas con bejucos, hamacas y abanicos de plumas de aves. “Tenemos mucho que ofrecer a quienes nos visitan en nuestras comunidades”, señala Freddy Añapa, habitante de Calle Manza.
La última comunidad que está al borde del Cayapas -en San Miguel- es una población de afros donde se promueve un turismo comunitario con alojamiento y otros servicios. Allí se construyeron 14 habitaciones con baño privado, un salón para eventos y se adecuaron espacios para disfrutar de la gastronomía local.
A más de la fauna y flora que se puede ver en los senderos de paisaje natural, también se organizan noches culturales esmeraldeñas con los grupos ancestrales de San Miguel, que recitan décimas y cantan arrullos.
La ruta completa a lo largo del río se puede contratar en Borbón, o a través de operadoras turísticas que funcionan en San Miguel.