La conversación con Richard Lunniss siempre vuelve a Salango, la comuna ancestral de la costera Puerto López, en Manabí. El arqueólogo inglés llegó al lugar en 1982 a excavar un sitio arqueológico ubicado en los terrenos de una fábrica de harina de pescado. Se enamoró del lugar y de la investigación, al punto que se radicó por años en Puerto López y ahora reside en Portoviejo, aunque responde a esta entrevista desde Inglaterra, donde pasa una temporada. Dice que selló una suerte de pacto de responsabilidad con los pobladores prehispánicos que habitaron Salango.
¿Por qué le interesa tanto el pasado de Ecuador a un tipo inglés?
Me encontré por diferentes motivos en Salango hace 35 años. Y fue un momento impactante, desde llegar a Puerto López hasta ver el sitio arqueológico, en los predios de la fábrica. Con los años hemos descubierto que era un centro ceremonial de tres o cuatro hectáreas. Construyeron un mapa de su imagen del cosmos a través de la arquitectura sagrada.
¿Es monotemático de Salango?
Cuando llegué a Salango, desde ese momento, mi vida cambió. El motivo no lo entiendo del todo, encontré allí algo que tal vez había estado buscando. Y no quiero irme a otro lugar. Salango es muy celoso, además. Las huacas son celosas (se ríe).
Eso ya entra en el mundo de la superstición, ¿no?
Es una forma de entenderlo. Cuando uno ama no hay otro u otra. Salango explica mucho, da sentido a todo lo demás que encontré cuando llegué a Ecuador en 1982, luego de trabajar cuatro años en Perú.
¿A qué se refiere?
No obstante la riqueza artefactual de museos como los de Guayaquil, cuyas piezas vienen del huaquerismo, muy poco de la arqueología había sido investigada y documentada. Eso fue un gran impulso. Salango estaba produciendo artefactos, pero con contexto. El contexto arqueológico para ayudar a interpretar lo que está en los museos del país.
¿Por qué es tan especial el sitio?
Es todo un registro de atributos, ya habían excavado cinco metros de capas culturales desde manteño, arriba; hasta valdivia temprano, por abajo. Era un registro de cinco mil años de ocupación precolombina. Ningún otro sitio en la costa y en el Ecuador tiene tal registro, así tan claramente visible en un solo lugar. Ya estaba ocupado por la fábrica de pescado, fueron 10 años de trabajo y luego ya no fue posible seguir allí. El rescatar la información sobre ese edificio es en sí mismo un milagro.
¿Pero había detalles insospechados que entendería después?
La vida está llena de sorpresas. Y en 2015 encontramos nuevas evidencias para complementar y darle un nuevo sentido a lo que encontramos en la zona de la fábrica en los 80. Y ha cambiado mucho la concepción de lo que es el sitio. Eso nos lleva a un punto más místico, no creo que fuera casualidad que estuviera de nuevo allí 30 años después de las primeras excavaciones. Encontramos la entrada del santuario y el muro perimetral, eso es un límite geográfico y un contorno.
¿Siente que ha completado el compromiso que usted se autoimpuso con Salango?
No. Ni la mitad (se ríe). Salango tiene ocupación desde 4 000 antes de Cristo. Luego del 2015 pudimos postular el camino ceremonial desde el ingreso a las estructuras centrales. Salango es el regalo que sigue dando. Todo eso refleja el nivel de conciencia e imaginación de los chamanes o sacerdotes encargados del centro. Su trabajo era ser consciente del cosmos y de la totalidad de la experiencia humana. Hay un simbolismo extraordinario… En cierta forma, desde el punto de vista chamánico, el cosmos está también dentro de nosotros.
¿Qué ha sido lo que más le ha chocado de la cultura local?
Los seres humanos nos identificamos con los lugares que habitamos, pero eso se pierde si irrespetamos esos lugares. Hay que entrar en una relación social con el territorio y en especial con los sitios sagrados. Estamos quebrando un equilibrio. Es una lástima ver el cerro Jaboncillo amenazado por las canteras. Está entre los grandes sitios del continente. Una montaña sagrada enorme, que día a día es atacada por la acción minera…
Los más recientes descubrimientos con láser dan cuenta de 25 mil estructuras en el cerro Hojas Jaboncillo de Portoviejo.
Desde Picoazá en el este, hasta Montecristi en el oeste, a 14 kilómetros de distancia, todo ese cerro ha sido reconfigurado con estructuras de diferentes tipos. Lo que han descubierto recientemente son sobre todo sistemas agrícolas, terrazas y plataformas en el oeste. En la parte este, la montaña fue reconfigurada con arquitectura, templos y residencias. Mucho del culto era dedicado al maíz. En Jaboncillo encontramos el templo en la cima misma , donde toca el cielo. La montaña atrae la nube y produce agua. Eso estaba en la concepción de este paisaje domesticado.
La arqueología ha adolecido de grandes necesidades, con sitios olvidados o poco investigados. ¿Eso ha cambiado ?
Ha venido cambiando en la última década, pero falta mucho. Francamente no hay arqueólogos suficientes para defender este recurso. Es decir, para investigar y comunicar. Tenemos arqueólogos, pero creo que son pocos. La situación no es estática: no es simplemente que tenemos recursos no investigados, es que los sitios día a día están siendo amenazados y destruidos, antes de su registro. No hay suficientes profesionales para correr de punto a punto para salvar toda esa información. Nos hace falta desarrollar una conciencia del valor de la antigua historia de este país.
¿Por qué?
Los sitios y artefactos encapsulan la conciencia humana, toda una filosofía. Todo eso se echa al tacho cuando se destruye un sitio sin documentar: arte, inteligencia, ciencia, botánica, ingeniería, todo eso se destruye. Esa historia es la base de todos nosotros.
Trayectoria
Se graduó en Arqueología en Cambridge y trabajó en Escocia, al norte de su natal Londres, antes de llegar a Perú en 1979. Desde 1982 trabaja en Ecuador. Es investigador de la Universidad Técnica de Manabí, que espera abrir la carrera de Arqueología.