Alfonso no soportó separase de su novia. En las últimas conversaciones lo había comentado a sus amigos de barrio. “Nos dijo que se iba a ahorcar, pero pensamos que era broma”, cuenta Jhon, uno de sus amigos.
Al siguiente día, el joven de 21 años no salió de su departamento. Cuando un vecino fue a buscarlo lo encontró colgando del techo. Fue la madrugada del 19 de julio.Según un estudio de los médicos ecuatorianos Fabricio González y Ramiro López y, publicado en la Revista Internacional de Salud Pública, entre 2001 y 2008 se registraron 6 412 suicidios. Estas cifras se basaron en los registros del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y del Ministerio de Salud.
Lo más preocupante es que de un año a otro los casos van en ascenso. Según la Policía Judicial el 2009 cerró con 715 suicidios y de enero a septiembre de este año la cifra ya se incrementó a 550 casos.
Al esbozar el perfil del suicida ecuatoriano, el médico Fabricio González lo identifica como un hombre mestizo, de entre 15 y 50 años, que se autoelimina por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, en primer instancia. Aunque también por el uso de químicos como plaguicidas, usualmente en su propia residencia.
Los problemas relacionados con la salud mental, el empleo o las relaciones se aglutinan en la mente del suicida. De ahí que la doctora Eva Cevallos, coordinadora del Departamento de Salud Mental de la Dirección Provincial de Salud de Guayas, asegura que es un fenómeno multicausal.
La especialista explica que esta patología se presenta como un proceso. Primero surge la idea o las intenciones suicidas. Luego la idea se traduce en una obsesión o conducta suicida, que puede terminar en el intento suicida.
Según datos del Ministerio de Salud, la relación entre intento de suicidio y su ejecución es de 19 a 1. En cuanto a género, los hombres encabezan la lista, con una relación de 2 a 1. Generalmente, usan métodos más violentos, pero las mujeres suman más intentos.
Las personas que intentan suicidarse a menudo lo hacen tratando de escapar de una situación que parece imposible de tratar. Por ello, Cevallos recalca que la familia y las personas cercanas a quien tiene esta conducta deben tomar precauciones. “Cuando alguien comente que tiene ideas de muerte y dice que quiere morir o todo lo ve gris y presenta conductas de aislamiento, los familiares deben tomarlo como una alerta y prestarle ayuda”.
Una tendencia a fantasear en proyectos irreales, con un alto nivel de compulsividad y con una extrema dependencia de otras personas. Con esa triada define el neuropsiquiatra Pedro Posligua a los pacientes con tendencia suicida.
Un primer paso para tratar a las personas con estos síntomas es una consulta psicológica o psiquiátrica, según el caso. Esto debido a que algunos presentan depresión, otros son bipolares e incluso tienen trastornos de sueño.
El tratamiento combina psicofármacos y psicoterapia, para modificar las actitudes del individuo como disminuir la frustración, la pena, el aislamiento. Posligua coincide en que el soporte familiar es clave. Desde gestos hasta palabras de compresión ayudan a diluir la idea del suicidio en las personas.