Francisco Reyes es uno de primeros guías de la Isla Corazón y Fragatas. Él acompaña a los turistas e investigadores en recorridos por el túnel natural que atraviesa el islote. Foto: Juan Carlos Pérez para EL COMERCIO
El islote, ubicado en la comunidad Puerto Portovelo (Manabí), tiene la forma de un corazón, debido a la confluencia de los ríos Chone y Carrizal, entre los cantones Sucre y San Vicente.
El área es el hábitat de más de 136 tipos de aves. La colonia más representativa es la de las fragatas de pecho rojo acorazonado. Según los inventarios del Ministerio del Ambiente, se han encontrado hasta 25 000 fragatas en el manglar, que conforma la reserva Isla Corazón. Esta forma parte de un área protegida desde el 2002.
Pero Francisco Reyes, guía turístico de la isla, señaló que las comunidades ribereñas que vivieron cerca del estuario del río Chone ya cuidaban del manglar y de las especies que se encuentran en este lugar.
De hecho, su economía se basaba en los productos que extraían de la reserva como los peces y los mariscos. Además, la madera local era un material que les servía para construir sus casas y las herramientas para la navegación y pesca.
El área, de 2 811 hectáreas, también les sirvió de inspiración para componer amorfinos, cuentos y leyendas propios de las costumbres montuvias. Esas tradiciones aún se conservan en el poblado.
Según Reyes, en 1980 el manglar fue devastado por la instalación de camaroneras. Pero desde 1992, la comunidad y luego el Ministerio del Ambiente empezaron a recuperar el manglar. En la zona se han reforestado unas 300 hectáreas en las riberas del estuario de Chone. La comunidad se comprometió a cuidar y proteger el manglar. Incluso fundaron la Asociación Asmangisco Portovelo, que cuenta con ocho guías nativos que se capacitan constantemente para cuidar del manglar rojo, que es el más abundante de la zona y que además se caracteriza por los valores nutritivos que aporta a las especies que viven en la reserva. Este mangle se puede reconocer porque forma laberintos con sus raíces.
En la isla, esas raíces crearon un túnel que se puede recorrer en pequeñas canoas. Los visitantes pueden introducirse al mangle y conocer su estructura y las especies que habitan en el lugar, como conchas, caracoles, camarones y cangrejos.
Además, en el recorrido de un kilómetro, se puede encontrar una variedad de peces como la sierra, corvina, pargo, robalo y lisa. Este lugar es mágico. Cuentan las leyendas montuvias, que en esta zona vivían tiburones e incluso que se encontraron vestigios de piratas, fantasmas y duendes.
Al salir del túnel natural, en un recorrido de unos 20 minutos, el turista encontrará un espectáculo de aves, como ibis blanco y morito, ostrero americano, garza azul, garza nocturna, cormoranes, pelícanos.
Esas especies de aves viven en un sector del islote donde hay muy poco viento. Eso les permite descansar y reproducirse.
En el terremoto del 16 de abril del 2016, las aves tuvieron que migrar debido a que los manglares donde descansan se afectaron con el movimiento de la tierra. Era la época de anidación y el terremoto partió en dos el mangle, que acogía huevos y polluelos, según lo explica Reyes.
Él recuerda que el día del terremoto, las aves estaban inquietas y horas antes del sismo empezaron a irse y anidaron en la isla Fragatas, cercana al puente Los Caras, del lado de Bahía de Caráquez. Paulatinamente, han ido regresando.
Los moradores del sector están tratando de repoblar las zonas devastadas. Reyes emprendió una campaña con los turistas que visitan la zona. Ellos deben sembrar una raíz de mangle. “Era muy triste ver los espacios vacíos. Así que los visitantes nos motivaron y empezaron a reforestar algunas zonas y ya a un año del terremoto no se ven áreas tan vacías”, afirmó.
El 16 de abril también se destruyó un muelle y el sendero en la isla, pero se espera que este año se recuperen las infraestructuras. En la recuperación participan también las más de 22 comunidades manabitas, la cuales se benefician económicamente del manglar con la recolección de conchas, ostiones y camarones.