La iguana verde, también conocida como iguana de Guayaquil, es una de las especies. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO
Un caimán, 10 tortugas, cinco iguanas y seis boas tienen un nuevo espacio en Guayllabamba: el herpetario del Zoológico de Quito. El sitio se construyó como alternativa para disminuir la saturación de animales que habitaban el área de cuarentena.
Hasta hace un mes, un caimán permanecía en una tina. Esta realidad cambió. Ahora, el reptil juvenil, que mide 1,5 mts., nada en una pequeña fosa. “Cuando tiene calor se mete en el agua y en la noche, cuando la temperatura baja, se recuesta sobre la vegetación”, indica Pablo Arias, veterinario del lugar.
El herpetario consta de dos salas divididas por un pequeño pasillo que simula la forma de una serpiente. Ambas áreas recrean condiciones ambientales de ecosistemas cálidos. Cuentan con fosas de agua que se calienta a través de un calefón, vegetación tropical, troncos y rocas que pueden ser usadas por los animales como refugios y espacios para posarse.
La gente que visite el lugar observa a estos animales a través de un vidrio. Desde ahí se puede ver cómo unas tortugas amazónicas nadan junto al caimán. En la otra sala, el atractivo son las iguanas y las boas que también se sumergen en el agua aclimatada.
Arias informó que en el lugar se mantiene una temperatura que varía entre los 34 y 36 grados centígrados y que el porcentaje de humedad se encuentra entre el 60 y 70%.
La idea de crear un espacio exclusivo para estos animales también tiene un sentido de conservación, pues Ecuador lidera la lista de los 10 países con más diversidad de reptiles del mundo: cuenta con cerca de tres especies por cada 2 000 kilómetros cuadrados.
Los datos los proporciona el Museo de Zoología de la Universidad Católica. Hasta el 2013, en el país existían 437 especies de reptiles: 31 tortugas, cinco cocodrilos y caimanes, tres anfisbénidos (pequeños reptiles que viven en el subsuelo), 182 lagartijas y también 216 culebras. Pero en lo que va del 2014, la cifra aumentó a 440 con el hallazgo de dos culebras y tres lagartijas.
Para Juan Manuel Carrión, el herpetario, además de ser una nueva atracción para los visitantes del Zoo, también sirve como herramienta para practicar educación ambiental.
El último viernes, Sofía Zambrano (10 años) escuchaba con atención la explicación de una de las guías del lugar. La pequeña miraba detenidamente los reducidos movimientos que realizaba una de las boas. Ella dijo que durante su visita aprendió que ninguno de esos ejemplares puede ser considerado una mascota.