Solo faltaban 20 personas para que Hady Cerón inscribiera a su hijo en el Colegio Manuela Cañizares, el miércoles pasado. El niño terminó la escuela con un promedio de 18,75 puntos. Pero los cupos para octavo de básica se agotaron antes de que la fila llegara a la puerta del plantel.Hasta ese día se había registrado a los alumnos con promedios de 18,50 a 20, conforme al cronograma propuesto por el Ministerio de Educación. Hoy, los colegios con renombre, como el 24 de Mayo, Central Técnico, Simón Bolívar, entre otros, ya no tienen cupos para los aspirantes a octavo de básica.
Este calendario de inscripciones, que da prioridad a los alumnos con calificaciones altas, “atenta contra la autoestima y el sentido de solidaridad y equidad que debe proyectar la educación”, sentencia Patricio Benalcázar, director nacional de Protección de Derechos Humanos y de la Naturaleza, de la Defensoría del Pueblo.
A su vez, Fabricio Villamar, del Consejo Metropolitano de Protección Integral a la Niñez y la Adolescencia (Compina), criticó la decisión de asignar cupos con base en las altas calificaciones. “Constituye un mecanismo discriminatorio, que no toma en cuenta realidades culturales y económico-sociales de las familias, el trabajo infantil, la migración de los padres, el ingreso tardío a las escuelas”, señaló en un comunicado.
Pese a ello, la ministra de Educación, Gloria Vidal, no cambió de mecanismo. Incluso señaló, en una rueda de prensa, que se “premiará” a los alumnos que lucharon, que tienen mejores calificaciones, con un cupo en los colegios más emblemáticos.
De esta manera, los primeros estudiantes en inscribirse el miércoles 29 de julio fueron los abanderados. Hasta el 4 de agosto se habían completado los 400 cupos para el Montúfar.Ayer se acabaron las 12 plazas que quedaban en el Mejía. Afuera de esta institución, había padres que todavía hacían guardia por conseguir un cupo, a pesar de que sus hijos tenían promedios menores. Los estudiantes con calificaciones altas se concentraron en instituciones fiscales de renombre, mientras que los de menor puntaje irán a los centros con menos de 1 200 estudiantes.
“Es preocupante pensar que en un colegio están solo los abanderados y en otro los de 17”, señala Joffre Vélez, de 15 años, presidente del Consejo Consultivo y de la Niñez y la Adolescencia. “Es inaceptable que la educación del país se esté haciendo para los mejores y los peores”.
Esto, opina el joven, va en contra de la Constitución, que señala que cada quien tiene derecho a elegir la educación que quiere. Además, “la Carta Magna dice que las personas gozarán de los mismos derechos, deberes y oportunidades”.Pero eso no sucedió con el proceso de inscripción para octavo de básica. Todavía quedan por anotarse los aspirantes con promedio menor a 19,50 y en los colegios más emblemáticos de la capital ya no existen plazas.
“El derecho a la educación no se aplica al mérito”, opina Cecilia Analuisa, directora del Centro de Educación y Promoción Popular (Ceep). “La calificación no puede convertirse ni en premio, ni en castigo, ni en el factor para ir a un colegio”, señala.
La experta en Educación señala que la medida generará problemas familiares. Los padres incluso pueden agredir a sus hijos por no tener calificaciones altas.
Si unos colegios tienen estudiantes con mejores promedios, eso estereotipará a los planteles, opina el psicólogo educativo Napoleón Vásquez. “Esta clasificación cierne a los alumnos”.
En su consultorio, ya tiene tres casos de pequeños con problemas de depresión y autoestima baja, derivados de la anulación del sorteo electrónico. “Es la primera vez que se escucha de una situación así en Latinoamérica”.