Relato de un aborto diferido: ‘No tuve ninguna alerta en mi cuerpo’

Imagen referencial. Foto: Archivo / EL COMERCIO

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Imagen referencial. El 'aborto diferido' es asintomático, las madres se dan cuenta de la muerte del embrión cuando acuden a una ecografía. Foto: Archivo / EL COMERCIO

“En diciembre del 2018 acudí a una ecografía como parte de los controles prenatales en un consultorio médico en Quito. Tenía aproximadamente ocho semanas de embarazo cuando el ginecólogo me diagnosticó un aborto diferido, sin que yo supiera de qué hablaba”.

Óscar López Barreno, médico ginecólogo-obstetra, menciona que un ‘aborto diferido’ quiere decir que “el embrión o el feto muere dentro de la cavidad uterina” y explica que “este tipo de aborto no presenta síntomas que alerten a la madre que está sufriendo un aborto en curso”.

En Ecuador no hay registro catalogado de abortos diferidos, pero el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) tiene información del 2017 (es lo más actualizado) con 9 950 abortos no especificados, 8 257 abortos espontáneos, 944 abortos médicos y 586 casos definidos como 'otro aborto'. En el segundo grupo, la mayoría de abortos espontáneos, es decir el 39,4%, se reportó en mujeres de 25 a 34 años (23,3% en mujeres de 20 a 24 años y 19,3% en mujeres de 35 a 44 años). La información se basa en un levantamiento de datos por 'egresos hospitalarios femeninos'.

“No tuve ninguna alerta en mi cuerpo”, narra Sandra, de 30 años, quien supo que habían perdido el bebé al asistir a su tercera ecografía, acompañada por su esposo. “En la primera nos dijeron que todo estaba bien, que tenía un embarazo normal”.

“Cuando acudí a un segundo chequeo sentí a la ecografista un tanto nerviosa, yo creo que vio que algo ya no andaba bien, pero lo único que me dijo es que ella presumía que estaba de menos semanas porque el embrión estaba más pequeño y no correspondía a ocho semanas. La mujer hizo que entrara otra ecografista y ella llamó a una obstetra. Empezaron a comparar los resultados y dijeron que la primera ecografía no estaba bien hecha, pero ninguna me dijo lo que realmente ocurría”.

“Decidimos hacer una nueva ecografía en otro lugar y fue allí que me dijeron que ya no se registraba latido y que se trataba de un aborto diferido”, recuerda Sandra.

Según López, del 10 al 15 % de los embarazos de mujeres en edad fértil se pierden y de este porcentaje la mitad se debe a “causas de tipo genéticas o alteraciones cromosómicas”. En su mayoría, agrega el especialista, “tienen que ver con la edad materna y es más frecuente en las pacientes primigestas (madres por primera vez)”.

Los abortos diferidos usualmente ocurren dentro de las primeras ocho semanas de embarazo. En ese periodo se desarrollan los cambios más importantes de tipo embrionario, entonces si el bebé tiene un problema, el corazón se detiene, dice el ginecólogo.

“No hay sangrado o dolor abdominal”. De hecho, el cuerpo puede permanecer con los síntomas propios del embarazo “se puede continuar sintiendo náuseas, malestar, congestión mamaria, porque el cuerpo no reconoce todavía que el embrión ha muerto e incluso la gonadotropina (hormona del embarazo) sigue subiendo”.

La pérdida de su primer bebé causó estragos en Sandra. “Por suerte no debí someterme a un legrado, porque mi cuerpo reaccionó a los medicamentos que son colocados en la vagina una parte y otros hay que tomarlos. Pero la medicina causó contracciones similares a las de un parto, cuando sentí que el sangrado comenzaba, vino un dolor insoportable en el vientre y la espalda baja, me retorcía, fue terrible, indescriptible. Debí permanecer en cama por dos días una semana y a la siguiente otros dos días porque me dijeron que no salió todo en la primera vez y me colocaron una nueva dosis de medicamentos para expulsar lo que faltaba. Las contracciones llegaban cada vez que mi cuerpo expulsaba sangre”.

López dice que hay dos tipos de tratamiento para evacuar el embrión muerto en el vientre: El primero es con medicamentos para que la cavidad expulse los restos y el otro es dilatando el cuello uterino para entrar a realizar una limpieza con un legrado (una especie de intervención quirúrgica que consiste en raspar los tejidos).

“Al malestar físico hay que sumarle el desgaste mental de todo este proceso. Con el sangrado no solo se va un embrión, sino también las esperanzas y el deseo de ser madre. Cuando esto me ocurrió me empecé a cuestionar si hay algo malo conmigo o si hice algo indebido durante el embarazo que provocó el aborto, me sentí culpable”.

Daniela Guzmán, psicóloga clínica, dice que la experiencia del aborto es traumática independientemente de si fue durante un embarazo temprano o uno avanzado. “Se cree a nivel cultural que si el aborto es temprano carece de importancia y se dice que si estuviste embarazada unas pocas semanas, te habías enterado hace pocos días y como el aborto fue repentino no tiene importancia, pero no es así”.

Sin importar el momento en el que ocurra, señala Guzmán, “el aborto va a ser igual de traumático, porque las mujeres son madres antes de tener al bebé en su manos. Todo tiene que ver con los significantes que la mujer otorga a la ilusión de tener un niño. Y eso se genera desde que la mujer planifica quedarse embarazada o sabe que está embarazada”.

Para Sandra, “lo peor es que se rompen las ilusiones. Nosotros ya deseábamos ser padres, por lo que cuando me enteré que estaba embarazada fue una gran alegría, pero cuando me diagnosticaron el aborto diferido rompí en llanto”.

El apoyo de pareja es importante para superar la pérdida, apunta Guzmán. La actitud de la pareja debe ser “de empatía y sensibilidad. Ponerse en el lugar de ella, porque no por el hecho de ser hombres no quiere decir que no entienden la pérdida del hijo”.

“El padre debe saber que su compañera está pasando por algo muy difícil que le puede generar miedos”, señala la psicóloga clínica, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE). “Las mujer tal vez pueden cambiar su forma de pensar, de hacer ciertas cosas; podría cambiar su forma de afrontar su sexualidad o intimidad, y son procesos normales mientras se están viviendo tan intensamente esos afectos”.

La buena noticia es que las mujeres en edad fértil que hayan sufrido un aborto espontáneo pueden volver a intentar ser madres luego de “dos o tres menstruaciones para que se nivele la parte hormonal”, señala López, ginecólogo en el IESS y en Gynecocenter. Un aborto no la marca para el futuro. El problema se daría si una madre tiene abortos a repetición, es decir, más de dos; en ese momento se deberán investigar enfermedades autoinmunes para determinar las causas, dice el médico.

Desde la psicología, si una mujer ha sufrido un aborto diferido y quiere volver a quedarse embarazada “el único determinante va a ser el deseo de ser mamá”, refiere Guzmán.

Sandra dice sentirse mejor. “Han pasado ya cerca de cuatro meses y creo que estamos preparados nuevamente para intentarlo. Las heridas físicas y emocionales sanaron”.

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