El regreso de Hitler es también el triunfo del miedo

Adolf Hitler logró el apoyo de los alemanes gracias a un discurso en que fomentó el miedo en contra de los judíos y prometió dar grandeza al país. Foto: Archivo / AFP

Adolf Hitler logró el apoyo de los alemanes gracias a un discurso en que fomentó el miedo en contra de los judíos y prometió dar grandeza al país. Foto: Archivo / AFP

Adolf Hitler logró el apoyo de los alemanes gracias a un discurso en que fomentó el miedo en contra de los judíos y prometió dar grandeza al país. Foto: Archivo / AFP

Hitler ha resucitado. Pero no por el arrollador éxito que ha tenido la reedición de su libro en Alemania, tanto que los propios editores se han declarado pasmados por las ventas. Hitler está vivo gracias a ese miedo que domina a Occidente y que está consolidando a los Trump, a los Le Pen y a todas las variantes totalitarias y racistas que están llegando al poder en sus países.

¿Qué está pasando? ¿Los alemanes compraron ‘Mein Kampf’ (Mi lucha) por simple morbo, por curiosidad? Ojalá. Los editores del Instituto de Historia Contemporánea (IfZ, por sus siglas en alemán) de Múnich calcularon, hace un año exacto, que venderían unos 4 500 ejemplares. Terminaron el 2016 vendiendo cerca de
90 000 y en estos días están imprimiendo más. No puede ser que existan tantos curiosos.

Esa demanda refleja algunos fenómenos, y uno es el avance de una tendencia de los habitantes de Occidente, tanto en Europa como en Estados Unidos, aunque también se la palpa en Rusia y América Latina, de creer que el líder ideal es alguien “estricto”. Hitler es el referente número uno.

El libro, es verdad, tiene una historia fascinante. ‘Mein Kampf’ fue escrito por Adolf Hitler en 1924, cuando estaba preso por haber intentado un golpe de Estado, en lo que la historia conoce como el Putsch de la Cervecería. Hitler, con resentimiento y mucho tiempo disponible, volcó en dos volúmenes las razones de por qué buscaba ser el líder de los alemanes. En resumen, quería salvar a la nación de los judíos y de los comunistas, a los que calificó como los enemigos de Alemania. En otras palabras, perfiló una doctrina totalitaria basada en un líder estricto que hiciera lo necesario (matar, declarar la guerra al vecino, confiscar al enemigo...) por el bien de sus amedrentados compatriotas.

En uno de sus pasajes más memorables, Hitler describe que al caminar por la calle miraba a los judíos y se preguntaba: “¿Ellos son alemanes?”. Es algo parecido a Donald Trump, por poner un ejemplo fresco, que identifica a los mexicanos como el rival de la nación.

El libro no está escrito con una gramática impecable pero sí tiene el estilo de argumentación y manipulación que Hitler aplicó en sus discursos.

El libro salió en dos volúmenes entre 1925 y 1926, con 800 páginas cargadas de odio puro y algunos pasajes biográficos. No tuvo mucha acogida sino hasta 1933, cuando Hitler toma el poder y ‘Mein Kampf’ se convierte, ‘mágicamente’, en el texto de cabecera de los alemanes, al punto que hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial era habitual que, como regalo de bodas, por ejemplo, se entregara un ejemplar. Se vendieron más de 13 millones y Hitler se volvió muy rico.

‘Mein Kampf’ no se pudo publicar en Alemania desde 1945 porque los derechos de autor, tras la derrota de los nazis y la muerte del dictador, pasaron al Estado de Baviera, el cual decidió no imprimirlo nunca. Pero los derechos expiraron el 31 de diciembre de 2015, por lo que ahora son de libre disponibilidad (aunque en el resto del mundo, incluido Ecuador, abundaron las ediciones piratas, en todos los idiomas).

Las autoridades del IfZ hicieron una edición académica, de dos tomos -1 000 páginas cada uno-, en que investigadores, sociólogos e historiadores comentan las palabras de Hitler, lo desmienten y ofrecen al lector un contexto. Un esfuerzo noble que intenta demostrar que la censura no es la solución sino la educación.

El poder del miedo

‘Mein Kampf’ regresa a las perchas alemanas cuando Ángela Merkel se está quedando sola al frente de las democracias. Su aspiración era compartir con Hillary Clinton el liderazgo de Occidente pero la unción de Trump lo cambia todo.

El locuaz empresario hizo lo mismo que Hitler en el plano narrativo. Se puso en el papel de líder estricto. Utilizó un lenguaje guerrerista. Identificó un nuevo productor de miedo (los mexicanos, y también los musulmanes) y no escatimó en frases racistas para dejar en claro su lema: “Que Estados Unidos sea grande otra vez”. ¿No es sospechosamente parecido al Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer (“Un pueblo, Un imperio, Un líder”), el lema de Hitler para captar el poder?

George Lakkof, historiador y analista social, desarrolló la teoría del ‘padre bueno’ y el ‘padre estricto’ en la política de Estados Unidos.

Está ampliamente descrita en su libro ‘No pienses en un elefante’, en que reseña que los demócratas optaron por ser el padre protector: cuidar a sus hijos, velar por ellos, invertir en ellos. El Obama-care era eso: el buen padre preocupado por la salud.

Los republicanos, en cambio, se posicionaron como el padre estricto, el que hace hasta lo imposible (y más allá) por el bien de la familia.

Lakkof explica que la mayoría de gente en público está de acuerdo en que el líder bueno y protector es más adecuado para una democracia. Pero, cuando el miedo se apodera de los corazones de los ciudadanos, dan su apoyo al líder estricto.

Así llegó Hitler al poder, difundiendo un terror difuso. Así se mantuvo Fidel Castro al frente de Cuba desde 1959. Así están ganando espacio los grupos de Europa que ven en los musulmanes el nuevo enemigo a frenar. En Rusia, Vladimir Putin se empeña en ser un zar y aglutina al país en nuevas referencias imperiales e incluso soviéticas. Ya se tragó Crimea.

El Bretix es lo mismo. Parte del pueblo británico consideró que la Unión Europea ha sido incapaz de frenar el avance del terrorismo (o de la inmigración desde África y Oriente Medio). Al contrario, vieron como peligroso que Europa concediera políticas de acogida y visas humanitarias a los inmigrantes que logran salir vivos del Mediterráneo.

El poder es, también, desarrollar un discurso. Frases como “guerra contra el terror”, “un presidente de guerra”, “los sacaremos de los madrigueras”, “yo los destruiré” han sido masificadas desde el 11-S.

El miedo puede filtrarse incluso en lugares insospechados. Jorge Lanata, el periodista argentino que desnudó la corrupción de los Kirchner, sostiene al mismo tiempo un discurso en contra de los extranjeros que estudian en su país, a los que acusa de beneficiarse de Argentina. Lanata, por supuesto, no simpatiza con los nazis, pero su visión de los extranjeros le generó críticas.

Hitler es el miedo, y el triunfo del miedo conduce al totalitarismo.

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