El reciclaje de la nostalgia

Will Smith  y Tommy Lee Jones fueron los primeros MIB. Chris Hemsworth y Tessa Thompson los suceden.

Will Smith y Tommy Lee Jones fueron los primeros MIB. Chris Hemsworth y Tessa Thompson los suceden.

Toy Story se trata de la primera película de Pixar, la cual se ha convertido en su franquicia más exitosa.

Hollywood abusa como nunca de sus viejas ideas, las cuales son reutilizadas con la coartada de una reinterpretación ajustada a los nuevos tiempos 

Un meme aparentemente inofensivo que circula en las redes sociales desde el estreno de ‘Toy Story 4’, el 11 de junio, refleja la realidad del cine comercial: la imaginación ya no se utiliza para crear sino para reciclar ideas ya usadas. Es decir, la originalidad prácticamente ha expirado.

El meme consiste en una fotografía tomada por un transeúnte de Winchester Road, en California, que capta el letrero de las películas que ese día ofrecía la cadena de teatros Edwards. Los filmes en cartelera eran ‘Toy Story 4’, ‘Men in Black’, ‘Godzilla’, ‘Aladdin’ y ‘Chucky, el muñeco diabólico’.

Will Smith y Tommy Lee Jones fueron los primeros MIB. Chris Hemsworth y Tessa Thompson los suceden.

Todas son nuevas versiones o continuaciones de obras que, en su momento, entre 1988 y 1998, rompieron las taquillas y se convirtieron en parte de la cultura popular. El meme cierra con la pregunta “¿En qué año estamos?”. Aunque otro usuario de la Red, para redondear la broma sin perder el tono cinematográfico del sarcasmo, agregó una imagen de Marty McFly, personaje de la cinta ‘Volver al futuro’.

Si repasamos las carteleras de este año y no solo la de junio, descubrimos que Hollywood se sostiene gracias al poder de la nostalgia, un término que en la Edad Media era utilizado para describir sobre todo una enfermedad.

Nostalgia viene de las palabras griegas ‘nostos’ (retorno) y ‘algos’ (dolor). Era entendida como el sufrimiento por el deseo imposible de regresar a lo grato.
El capitalismo se las arregló para crear una industria a partir del natural impulso nostálgico de la gente, de la evocación de los buenos recuerdos que nos trae alguna canción, algún sabor o alguna vivencia.

Lo hace la moda, con sus colecciones ‘vintage’. Lo hacen los políticos como Donald Trump, con sus campañas electorales prometiendo el regreso a la grandeza de un país que ya no existe. Lo hacen las discográficas, con la resurrección del álbum de vinilo. Lo propio pasa con la industria de los videojuegos y los renacidos ‘arcades’. Los ejemplos siguen.

El cine, por supuesto, no podía desprenderse del intenso uso del mito del eterno retorno, de esa aparente discordancia de lo vivido con lo que se vive; aunque parece que el costo es muy alto para la creatividad de una industria que, obviamente, nació tomando prestados los lenguajes de otras expresiones artísticas, como la fotografía y la literatura.

Es verdad que los ‘remakes’ no son novedad. Pero antes partían de la necesidad de volver a filmar con avances tecnológicos que no existían cuando se produjo la obra original. El director Peter Jackson, por citar un ejemplo clásico, siempre quiso contar con los recursos suficientes para filmar la historia de ‘King Kong’, de 1933. No cambió la trama en su versión repleta de efectos especiales de computador. En este caso, el impulso nostálgico era de Jackson y no del público.

La factoría Disney encontró un filón al descubrir que los niños que antes disfrutaron con ‘El libro de la selva’, ‘Dumbo’, ‘La Cenicienta’, ‘La Bella y la Bestia’ y otras películas querían pagar por ver la misma cinta, pero con actores.

¿La misma película? Sí, porque aunque en las nuevas versiones hay barnices de contemporaneidad (mostrar personajes femeninos empoderados es la tónica, como se vio en ‘Aladdin’ a la hija del Sultán reclamando el trono), al final se trata de un relato ya visto y de personajes de los que se esperan acciones, vestuarios y palabras específicas.

Otros estudios también han dado privilegio a los ‘remakes’ y a los regresos. Veremos de nuevo a Rambo, a pesar de que el actor Sylvester Stallone tiene 73 años. Estarán el Guasón, los tiburones asesinos, Maléfica y hasta Los Locos Adams.

Se dirá que, en última instancia, muy poco en el cine ha sido original, ni siquiera por parte de los grandes maestros que empezaron en los albores del cine a realizar películas de más de una toma. Alice Guy, en 1896, filmó la vida de Jesucristo, un relato de casi dos milenios de vigencia.

Pero el cine evolucionó para ser un medio de expresión artística que reflexiona sobre la sociedad. Desde que existe el arte, los temas universales siempre han sido el amor, las relaciones, el poder, la traición, la redención y todo lo que tienen que ver con la condición humana. El cineasta y su equipo -esa es la gracia del cine- los abordaban desde su subjetividad, desde su particular manera de asumir el tema.

Hoy, lo que se ha perdido es justamente esa gracia. Todo parece ser igual a todo. Todo es una fórmula que exprime la nostalgia de un público cómodamente complacido. Si Harold McMillan dijo una vez que el pasado debe ser el trampolín del futuro, y si Heidegger definió al hombre como un ser urgido por renovar, el cine de masas es un velo que se conforma con repetir, cinta tras cinta, lo felices que fuimos una vez.

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