Preparativos de la elección de autoridades de la Asamblea Nacional. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Con los teléfonos inteligentes o tabletas convertidos en una extensión de nuestras extremidades superiores, la manera de estar en el mundo ha dado un giro interesante: odioso para algunos y tan natural como respirar, para otros. Con las cámaras de foto y video convertidas en una suerte de prótesis, la vida transcurre en una modalidad distinta a la conocida hasta hace pocos años.
El concierto del cantante español Enrique Bumbury; el evento se realizó en el ágora de la Casa de La Cultura. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
En este nuevo escenario, los dispositivos electrónicos cumplen funciones que pueden interpretarse de dos maneras radicalmente opuestas. Por una parte, son herramientas útiles para el trabajo y el entretenimiento; por otra, son ladrones de la atención de sus dueños, haciéndolos vivir en una realidad paralela a través de una pantalla.
Concierto del cantante Álex Ubago en el Ágora de la Casa de la Cultura en Quito. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
En este ensayo fotográfico queda en evidencia esta nueva manera de asistir a eventos de entretenimiento, o a actos comunitarios y/o políticos, en los que las personas viven a través de sus pantallas, con la diferencia de que se encuentran en el lugar de los hechos, y no en sus casas viendo lo que ocurre por televisión, teléfono o computadora. En tiempos de redes sociales, lo que importa es hacer un video o decenas de fotos para compartir lo que se está viendo o haciendo. En estas circunstancias, cabe preguntarse si la presencia de dichas personas es más real que virtual o viceversa.
Imagen captada durante un taller con la maquillista Yuko Takahashi. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO