La rana hocicuda se reproduce en un laboratorio para evitar su extinción

Los renacuajos son monitoreados por Luis Coloma y su equipo en el Centro Jambatu. Cortesía Gustavo Pazmiño

Los renacuajos son monitoreados por Luis Coloma y su equipo en el Centro Jambatu. Cortesía Gustavo Pazmiño

Renacuajos de la rana hocicuda son controlados por Luis Coloma y su equipo en el Centro Jambatu. Cortesía Gustavo Pazmiño

La reproducción en laboratorio se ha convertido en la última esperanza para salvar a la rana arlequín hocicuda de su extinción. Las poblaciones de esta especie fueron registradas por última vez en su hábitat natural hace 30 años y, tras varios esfuerzos, en agosto de 2019 se logró el nacimiento de 320 renacuajos en condiciones ex situ.

Estos animales son conocidos por su hocico puntiagudo, su piel manchada y por tener una zona glandular, que aún se desconoce qué función cumple. En el pasado, sus poblaciones se distribuían desde Cotopaxi hasta Imbabura, pero a finales de los años 80, los investigadores pensaron que esta especie había desaparecido.

Luis Coloma, director del Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios, cuenta que en el 2016 se recuperaron las ilusiones de recuperar a esta especie. Ese año, junto a un grupo de investigadores, Coloma acudió a la zona de Junín, cercana a Íntag, para realizar un inventario. En ese momento ocurrió un milagro, dice. Los científicos lograron hallar a cuatro especímenes en esta área y a una quinta rana en una zona cercana.

Esta pequeña población de hocicudas fue trasladada hasta el Centro Jambatu para iniciar los estudios sobre la especie y trabajar en su recuperación. Durante tres años, los esfuerzos se enfocaron en lograr la reproducción de estos especímenes. Finalmente, el 20 de julio de 2019 se logró la primera puesta de la rana arlequín hocicuda y 12 días más tarde nacieron los 320 renacuajos, que se mantienen saludables en el laboratorio.

Los renacuajos son monitoreados por Luis Coloma y su equipo en el Centro Jambatu. Cortesía Gustavo Pazmiño

Coloma explica que, a pesar de la experiencia que tienen con estos animales, no se logró encontrar las condiciones ideales para que la hembra libere los huevos y el macho los fertilice. Por eso, acudieron a un tratamiento hormonal que permitió acelerar el proceso de reproducción.

Los renacuajos ahora reciben una serie de cuidados en este centro. Estos son alimentados con algas especiales, se controla la cantidad de oxígeno en el agua, se monitorea la temperatura constantemente y se mide el pH del agua para evitar que cualquier cambio pueda arriesgar la supervivencia de la especie. Los investigadores esperan que hasta finales de octubre puedan tener las primeras ranas adultas.

Pero estos animales no garantizan la existencia de la especie. Para que estos puedan sobrevivir en el futuro, la población debe ser genéticamente viable. Esto significa que, antes de continuar con los procesos de reproducción, deben asegurarse de que los ejemplares elegidos no sean hermanos o que exista una diversidad genética.

Coloma dice que la idea es recolectar más renacuajos y así obtener una población genéticamente viable, que permita que los ejemplares sean reintroducidos a su hábitat natural en el futuro y vuelvan a poblar las zonas en las que antes habitaban.

Actualmente se está llevando a cabo un programa de monitoreo en la zona de Íntag para hallar más especímenes. El investigador cuenta que recientemente se encontraron nuevos renacuajos y el objetivo es continuar observándolos.

La especie actualmente se encuentra clasificada como “En Peligro Crítico”. Lo que más preocupa a los investigadores es la presencia de actividades mineras en las zonas que habitan los últimos ejemplares de esta rana. Si esto continúa, los esfuerzos para salvarla no serán suficientes.

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