La elección de la Sara Ñusta fue parte del Sara Raymi, en honor al maíz en Loja. Foto: Lineida Castillo/EL COMERCIO
Fueron dos días de rituales, danzas, comida típica, música andina y juegos tradicionales. Así vivió la comunidad indígena de Quisquinchir, del cantón Saraguro, provincia de Loja, la celebración del Sara Raymi.
Sara es un término kichwa que significa maíz. Por eso, el Sara Raymi es una ceremonia ancestral dedicada a la buena cosecha de este grano, alimento sagrado de los incas.
En Saraguro, el maíz también echó raíces entre los indígenas y se mantiene como el principal alimento para las familias. En la zona rural, todos tienen en su huerta este cultivo.
El maíz es el producto que identifica a Saraguro y por eso se ha levantado un monumento en su honor, en la entrada de la ciudad. La mayor cosecha empieza a finales de junio, después del Inti Raymi, que se vive el 21 de junio de cada año.
El Sara Raymi es una celebración especial de los pueblos andinos para agradecer por un ciclo más de cultivos y cosechas del choclo, dice María Suquilanda, quien participa en esta tradición desde niña.
Este festejo se cumplió el fin de semana en el centro de la comunidad de Quisquinchir. En los rituales, los presentes agradecieron a la Madre Tierra por los frutos e invocaron a la mejoría de este grano. Además se eligió a la Sara Ñusta (Reina del Maíz), Martha Suquilanda y a sus compañeras.
En manos de estas adolescentes, está mantener la fiesta y las costumbres que giran alrededor del maíz como la siembra, el respeto a la naturaleza, la convivencia…
En esta comunidad viven alrededor de 1 300 habitantes, entre los sectores de Chapata, Cocopamba, Tierras Coloradas, Payama, Escuela y La Asunción. Tienen como máxima organización al Concejo de Cabildo, integrado por 26 miembros, entre niños, jóvenes, mujeres y adultos.
Cada uno tiene responsabilidades que cumplir durante el año, y sobre todo en las fiestas tradicionales como la del Sara Raymi. Los jefes de familia realizan un aporte económico anual para financiar los gastos.
Por eso, en los festejos no hay invitaciones. Las familias participan en los actos culturales, en la comida comunitaria, en las danzas… Esa forma de vida la heredamos de nuestros ancestros, dice Manuel Ambuludí, exdirigente de Cabildo.
A él sus abuelos le contaron que entre los incas, la agricultura estaba basada en el cultivo del maíz. “El grano era conservado en mazorcas, en espacios ventilados, en grandes cantidades y lo enviaban al Cusco”.
Pero nuestros abuelos y padres –dice Ambuludí- almacenaban una parte del grano para la alimentación de todo el año. Otra compartían e intercambiaban por otros alimentos.
Esta práctica perdura en el tiempo y es la que rescata el Sara Raymi. Por ejemplo, algunos indígenas colaboraron con porciones de maíz de sus huertas para preparar la comida.
El sábado 9 de julio de 2016 hubo un concurso de platos típicos elaborados con el maíz. La asociación de mujeres Construyendo Nuevos Caminos presentó la sopa de chuchuga, con maíz molido, papas, lechuga y queso.
Esta asociación está integrada por 14 mujeres dedicadas a la producción agrícola y artesanías. También prepararon el sancocho de res con mote, para el almuerzo del sábado 9 de julio.
En cambio, Ana Bermeo obtuvo el primer lugar en tortillas al tiesto, con maíz duro, pulpa de sambo y quesillo seco. “Con esta mezcla se suaviza la masa del maíz, se aprovecha su uso y se consume”, dijo.
Para Iván Macas, ex síndico de Quisquinchir, las mujeres tienen muchos secretos de la gastronomía andina y mantienen la costumbre del consumo del maíz en bebidas como la chicha, coladas, sopas…