La Cholita de Quingeo, Marcela Siccha (der.), con el roedor ganador del Festival del Cuy, durante la premiación. Foto: Lineida Castillo/ EL COMERCIO.
El sombrero de paja toquilla fue el último accesorio del traje típico de la chola cuencana que Magdalena Gómez utilizó para vestir a su cuy Marcelita. Con esta propuesta, ella ganó en el Tercer Festival del Cuy que se realizó en la parroquia cuencana de Quingeo. El encuentro se desarrolló el pasado 11 de septiembre de 2016.
Quingeo está ubicada a 40 minutos de la ciudad y es una joya cultural, porque conserva sus viviendas de adobe y madera y la gente mantiene vivas sus tradiciones. Por esos valores, el 14 de septiembre del 2009 obtuvo el título de Patrimonio Cultural del Ecuador.
En la capital azuaya, el cuy es un plato típico por tradición. Pero detrás está la herencia inca que se conserva desde tiempos ancestrales, dice Julia Criollo, vocal de la Junta Parroquial. En las zonas rurales como Quingeo las familias mantienen los pequeños criaderos en las cocinas.
En los últimos años, algunas parroquias y cantones azuayos han resaltado esa vinculación diaria de la gente con el cuy, a través de festivales culturales y gastronómicos.
El de Quingeo fue parte de los 163 años de parroquialización y de las fiestas del Señor de los Milagros. 15 asociaciones agroecológicas de diferentes comunidades, que están vinculadas con la crianza de cuyes y al cultivo de hortalizas, participaron en el festival.
Hubo tres concursos: el cuy mejor disfrazado, la corrida de caballos y el mejor plato típico. Para Julia Criollo, el objetivo es resaltar esta actividad dando énfasis a la cultura y las costumbres ancestrales.
Nueve de los 15 participantes mostraron a sus cuyes con polleras y ponchos; y el resto vestía trajes de la cotidianidad como de agricultor, una mamá embarazada con materno…
Magdalena Gómez pertenece a la organización Divino Niño y ganó por partida doble: en la víspera su hija, Marcela Siccha, de 15 años, obtuvo el título de Cholita de Quingeo. Por eso, inscribió a su cuy hembra con el nombre de Marcelita y eso despertó la alegría entre los presentes.
La Cholita de Quingeo y Marcelita vistieron el mismo atuendo típico de la mujer indígena-campesina: bolsicón, la pollera ricamente bordada en la parte baja, blusa, chalina y candonga. Al roedor le acompañó un macho que llevaba un poncho de lana.
El público bromeó y aplaudió el esfuerzo de cada participante. Por ejemplo, a Gómez le tomó un mes confeccionar el traje para Marcelita. “Al ser pequeño exige mayor laboriosidad y el traje tenía que ser idéntico al de mi hija. Pero el esfuerzo valió la pena”, dijo muy entusiasmada. Como complemento hubo un festival de danzas y contradanzas.