Las quemaduras son más frecuentes

Despertó desorientado en una de las habitaciones del Hospital de Chillanes, en Bolívar. Freddy Iván Lucio, de 19 años, estuvo inconsciente por más de una hora.

Una enfermera le explicó que recibió una descarga eléctrica fuerte y estaba en mal estado.Lo último que recuerda es que fue a visitar a sus abuelos, en la zona rural de Chillanes, y que ellos le pidieron que conectara una bomba de agua eléctrica.

“Me acerqué para buscar el interruptor y vi que había cerca un cable de alta tensión. Iba a alejarme del sitio, pero sentí que en el bolsillo del pantalón empezó a timbrar mi teléfono celular. Luego no sé qué pasó. Desperté en el hospital”, cuenta Lucio.

Según los registros de la Unidad de Quemados del Hospital Eugenio Espejo, en lo que va del año se han atendido 26 casos de quemaduras eléctricas. La cifra, el año pasado, fue mayor: 52.

A Lucio, los médicos de Chillanes le dijeron que sus quemaduras eran de cuarto grado y que necesitaba atención especializada. Ordenaron su traslado a un hospital de Guayaquil, pero “estaba lleno” y tuvieron que llevarlo al Eugenio Espejo, en Quito”.

Verónica Martínez, médica de la unidad de quemados de esa casa de salud, dice que el joven tenía el 30% del cuerpo afectado. “El miembro superior derecho (brazo) estaba totalmente calcinado y hubo que amputárselo porque se corría el riesgo de que otras partes del cuerpo se infectaran”.

En los últimos cinco años, la Unidad de Quemados ha registrado 687 pacientes con quemaduras y de estos, 80 murieron. Este tipo de lesiones ocupan el primer lugar, seguidas de las eléctricas. En el 2009, a una joven de 15 años también se le amputó un brazo.

Ella había subido a la terraza del colegio para hablar por celular, cerca de un alambre de alta tensión, y recibió una descarga que le hizo perder el conocimiento.

Douglas Moya, experto en efectos de la radicación, habla sobre el efecto peinilla. Dice que cuando una persona frota el peine con el cabello y luego la coloca junto a pedazos de papel, estos son atraídos, porque tienen campos de fuerza que no son uniformes.

Los cables de alta tensión pueden causar el mismo efecto con los celulares, porque cuando se recibe una llamada, el campo de atracción aumenta.

Es decir, el celular no es un conductor, pero puede funcionar como imán de los cables.

Lucio asegura que su celular no fue encontrado luego del accidente. Hace dos semanas fue intervenido quirúrgicamente y ahora trata de asimilar la pérdida de su brazo. Dice que no podrá volver a su antiguo trabajo, como cajero de un restaurante en el sur de Quito. “Mi familia me dice que no me dé por vencido, que afortunadamente no perdí la vida y que con el tiempo podré superarlo, pero yo siento que todo acabó”.

Édison Rodríguez, jefe de la unidad de quemados, cree que hace falta concienciar a las personas sobre los riesgos de manipular cables sin las debidas seguridades y de construir edificaciones cerca de una fuente de alta tensión. “Si usted va a Carapungo, en el extremo norte, o a Solanda; en el sur de Quito, observará que los cables de alta tensión están prácticamente sobre las casas”.

Si no hacemos algo pronto, agrega, más personas van a fallecer en accidentes que pueden prevenirse. En el sector de la construcción es donde se registra mayor vulnerabilidad.

Los albañiles, por ejemplo, dejan que sus hijos o empleados más jóvenes trasladen en hombros varillas o estructuras de metal que al ser levantadas chocan con los cables y reciben descargas eléctricas que pueden matarlos.

El diagnóstico médico de Lucio aún es reservado. Martínez dice que se debe esperar seis meses, porque las células quemadas en algunos casos no paran de consumir la carne por dentro. “La piel puede estar intacta por fuera, pero destruyéndose por dentro”, explica el galeno.

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