Pato salvaje. Foto: Xavier Caivinagua / ElComercio
En medio de los árboles de cáñaro, guabisay y nogal se escucha una suerte de sinfonía musical. Es el canto de 130 aves que habitan en el Centro de Rescate del Complejo Pumapungo, ubicado en el centro de la ciudad de Cuenca.
Este espacio funciona desde hace 10 años como un sitio para cuidar a las aves rescatadas del tráfico ilícito. En mayo pasado fue ampliado. La inversión alcanzó los USD 50 000.
Según la responsable del Centro de Rescate, Cecilia Aguilera, se adecuaron dos áreas. En la primera donde están los animales y en la segunda que es la denominada de cuarentena, donde se realizan los procedimientos médicos para cuidar el estado de salud de las diferentes especies.
La bienvenida a este sitio la da una decena de loros que repiten “¡Hola!, ¿cómo estás?”. Las aves, que provienen de la Amazonía, tienen las alas rotas y las patas lastimadas.
Aguilera se lamenta de que la agresión contra los animales continúe y en muchas ocasiones reciban aves con un estado de salud muy grave por el maltrato recibido.
En una amplia edificación ubicada en medio del bosque, el biólogo Carlos Rodríguez y la veterinaria Mónica Brito velan por la salud de las aves.
Ellos realizan las curaciones, suministran vitaminas, controlan los hongos que presentan en la piel y la caída del plumaje. También atienden fracturas. Una vez que el estado de salud mejora, las especies son devueltas a su hábitat.
El parque Pumapungo atrae a muchos visitantes. Un promedio de 200 niños y un número similar de adultos visitan el sitio cada semana. Zoila Rodas, por ejemplo, llegó con sus dos hijos y sobrinos. Ellos estaban encantados al mirar los denominados minitucanes.
Estos animales de tonalidades negra y blanca se destacan por su pico largo. Según Aguilera, tres veces al día se alimentan con frutas como papaya, guineo y manzana, así como granos como choclo, arveja y poroto. El cuidado de todas las aves cuesta USD 2 500 al mes, que son financiados por el Ministerio de Cultura.
En unos cubículos amplios y llenos de vegetación y con bebederos también hay águilas, que reciben una alimentación especial. A más de las frutas comen ratones y carne. El objetivo es que no pierdan su capacidad de cazadores.
Otros animales que concitan interés son los guacamayos, por sus colores rojo y azul. Fueron rescatados de casas, lugares clandestinos y calles. Lo mismo ocurrió con las pavas andinas, tordos y gavilanes.
A este parque, que está ubicado a 2 520 metros sobre el nivel del mar, llegan aves de paso en las mañanas y las tardes. Según el guía Eduardo Ulloa, durante las primeras horas del día arriban colibríes, mirlos, golondrinas, atrapamoscas, pinzones y gorriones, entre otras.
Por la variedad de aves, el año pasado se elaboró una guía de especies del lugar. Se encontraron 30 especies que habitan este espacio natural.
Según el biólogo del Zoológico Amaru, Ernesto Arbeláez, el Ecuador es el segundo país del mundo con mayor diversidad de aves, de acuerdo con la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza.
En el Ecuador hay 1 660 especies de aves, de las cuales el 10% habita en Azuay. Por ello, Arbeláez considera que toda iniciativa de conservación e investigación es positiva como ocurre en Pumapungo.
Este parque es parte de las 3 hectáreas del Complejo Arqueológico Pumapungo, lugar que era utilizado como sitio de adoración y de cultivo por los cañaris e incas.
Por un sendero estrecho se llega al área de las plantas donde hay 220 especies. Allí, se recrearon los cultivos del pueblo Cañari, que sembraba maíz, zanahoria, quinua y mellocos. También existe un área de plantas medicinales, como oreja de burro, manzanilla y ruda.