Los reyes magos también son parte de la celebración religiosa y ancestral en Pucará. Foto: Modesto Moreta / EL COMERCIO
El sonido de los voladores anunciaba que la fiesta de los caporales o del Kapak Raymi se había iniciado.
Esta celebración de más de 250 años lo realizan las comunidades de la parroquia Kisapincha del cantón Ambato, en la provincia de Tungurahua.
Un grupo de jinetes ataviados con trajes coloridos descendió a paso lento desde la comunidad Pucará Chico, hasta el centro parroquial.
Los priostes caminaban transportando las ceras, los platillos con flores y en los brazos llevaban la imagen del Niño Jesús, mientras las mujeres vestían sus mejores galas.
Estaban ataviadas con anacos negros, blusas con bordados hechos a mano, bayetas y sombrero color blanco, mientras los hombres usan pantalón y camisa blancos y poncho de color rojo.
Ellos son guiados por el Caporal Warmi (mujer) y el Caporal Varón, los principales personajes y quienes dirigen esta celebración indígena-mestiza.
En su recorrido de más de 3 kilómetros hasta la iglesia de la parroquia son protegidos por los Panchos, que traen las caras pintadas y visten de negro. Ellos actúan como sus guardaespaldas y en el trayecto recitan loas en honor a los caporales.
Jaime Llumitaxi, de 26 años, es uno de los personajes. Por segundo año representa a la mujer caporal. Está vestido con anaco negro, blusa, bayeta y un sombrero blanco con cintas verdes, rojas y rosadas. Él asegura que los habitantes del pueblo Pucará Chico y de las comunidades cercanas aún mantienen esta tradición.
Cuenta que los caporales representan a los cerros o wakas (sitios sagrados). “Es una forma de agradecer al páramo por darnos la vida donándonos agua para el riego y el consumo. Esta tradición se debe mantener, si no la hacemos el próximo año no tendremos el líquido vital como castigo”.
Llumitaxi se refiere al ritual sagrado que todos los años realizan los caporales en la cima de las dos montañas sagradas. Ellos llevan chicha de maíz fermentada, con plantas medicinales recolectadas a más de 3 800 metros de altitud, para ofrecérsela a los cerros.
Luego de 20 minutos de descenso, los priostes arribaron a la plaza central. En el atrio de la iglesia la banda de pueblo imponía su ritmo. Bailaron, cantaron y compartieron la chicha de maíz con los asistentes.
También llegaron los mulares que cargaban en sus lomos cofres llenos con tesoros y portaban banderas con los colores del arco iris; además de pequeñas campanas de bronce que sonaban a cada paso. José Iza es de Pucará Chico y participa de la fiesta. Cuenta que ahora los niños y jóvenes de la comunidad se encargaron de la organización de la celebración, que se desarrolló con un ritual de agradecimiento a los cerros sagrados y el festejo del nacimiento del Niño Jesús.
Tras 10 minutos de espera, las puertas de la iglesia de Kisapincha se abrieron y los reyes magos Melchor, Gaspar y Baltazar ingresaron. El párroco Fernando Díaz bendijo la imagen del Niño Jesús y lo entregó a los priostes para la celebración. Ellos retornaron hacia Pucará Chico para continuar con la misa y el ritual de agradecimiento a los cerros, llamados por los comuneros como Mama Juana Pichuca y Taita Juan Pucará.
Isaías Quinatoa, investigador de la cultura Kisapincha, cuenta que con otro grupo de jóvenes trabaja en el fortalecimiento de la cultura de este pueblo como sus tradiciones, vestimenta, saberes ancestrales y la cosmovisión andina, a través de investigaciones efectuadas a los taitas, mamas y los documentos históricos.
Detalla que antes de la llegada de los españoles el pueblo Kisapincha se caracterizó por su rebeldía y la celebración de sus fiestas ancestrales, entre ellas se destaca el Kapak Raymi. En esta celebración especial sobresalen el Caporal Warmi y el Caporal Hombre, encargados de los rituales de agradecimiento a los cerros sagrados.
Dice que en la celebración hay un sincretismo donde intervienen la cultura ancestral y la religión que fue impuesta por los conquistadores; es decir, “intentaron desaparecer nuestra fiesta y reemplazarla por el nacimiento de Jesús”. En la actualidad se realizan las dos fiestas en un solo acto.