Países ponen atención al uso ilegal de un gas que agota la capa de ozono

El gas CFC contribuye al deterioro de la capa de ozono de la Tierra, que protege a las personas contra los efectos del sol. Foto: Captura de pantalla

El gas CFC contribuye al deterioro de la capa de ozono de la Tierra, que protege a las personas contra los efectos del sol. Foto: Captura de pantalla

El gas CFC-11 contribuye al deterioro de la capa de ozono de la Tierra, que protege a las personas contra los efectos del sol. Foto: Captura de pantalla

Los miembros del Protocolo de Montreal concluyeron este viernes 8 de noviembre del 2019 una reunión en Roma con la atención puesta en el aumento inesperado de las emisiones globales de CFC-11, un potente gas que destruye el ozono de la atmósfera.

Ashley Woodcock, presidente de uno de los grupos científicos que asesoran a los países, detalló que las partes firmantes de ese acuerdo internacional están viendo cómo abordar dicho asunto para evitar la vuelta de ese tipo de sustancias.

Según estudios, el triclorofluorometano (CFC-11) es un gas de efecto invernadero cuyo uso industrial aumentó en Asia oriental desde 2013, a pesar de que el Protocolo de Montreal lo vetó en 2010.

Woodcock señaló que “particularmente en China, pero quizás en otros lugares, la gente habría empezado a producirlo ilegalmente”, lo que explica por qué los niveles de ese gas en la atmósfera empezaron a subir tras bajar durante un tiempo.

Tras la alarma desatada, los expertos han mostrado evidencias preliminares de que este año los niveles de emisiones habrían bajado, así que “parece que China ha hecho intervenciones muy efectivas para detener esa producción”, apuntó.

Las 198 partes del Protocolo de Montreal, negociado en 1987 y en vigor desde 1989, se dieron cita esta semana en la sede de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para revisar sus planes de eliminación gradual de las emisiones de sustancias que agotan la capa de ozono.

Más del 99% de esas sustancias controladas por el acuerdo han sido retiradas con el fin de proteger la salud humana y del planeta de las radiaciones ultravioletas que traspasan la delgada capa de ozono, si bien muchos de esos químicos solo se degradan con el paso de las décadas.

Esas acciones han ayudado a mitigar el calentamiento global evitando que se liberen más de 135 000 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono, casi tres veces las emisiones de todos los gases de efecto invernadero en 2018.

Woodcock advirtió de que dichos gases perjudiciales han sido reemplazados por otros denominados hidrofluorocarbonos (HFC), seguros para la capa de ozono, pero también responsables del efecto invernadero.

Reducir en más del 80% la producción de HFC, utilizados en refrigeradores y aires acondicionados, durante los próximos 30 años es lo que busca la llamada Enmienda de Kigali, introducida en el protocolo y en vigor desde enero de este año, con vistas a evitar hasta 0,4 grados de calentamiento global para finales de siglo.

En opinión de Woodcock, el Protocolo de Montreal “solo dará su mayor resultado en forma de desarrollo sostenible si mantiene su vigilancia para que la producción ilegal de sustancias que agotan la capa de ozono no ocurra”.

El agujero de la capa de ozono en 2019 es el más pequeño que se conoce desde su descubrimiento en 1980, según declararon recientemente científicos de la NASA, que lo atribuyen, sobre todo, a los inusuales patrones meteorológicos detectados en la Antártida y las anómalas condiciones de calor en la estratosfera.

Según los cálculos, la capa de ozono podría recuperarse completamente para 2060 si se respetan las prohibiciones.

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