Imagen del 5 de enero del 2018 que muestra una incautación de cerca de 1 800 kilogramos de escama de pangolín. Foto: AFP.
Es el mamífero más traficado del mundo. A pesar de la prohibición de su comercio, el pangolín todavía se puede comprar en Hong Kong, donde sus escamas, apreciadas por la medicina tradicional china, se venden a precio de oro.
Este animal, que parece un pequeño oso hormiguero de cola larga, es el único mamífero cubierto de escamas, que tradicionalmente han sido consideradas útiles para múltiples afecciones, desde el acné hasta el cáncer pasando por la impotencia sexual.
La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) prohibió su venta en septiembre de 2016. Pero sus escamas todavía pueden conseguirse en una calle de Hong Kong donde se amontonan tiendas que se especializan en la venta de todo tipo de animales disecados, enteros o por piezas.
“Si las quiere para su salud, voy a ver si las encuentro”, dice un comerciante, antes de subirse a un taburete a buscar las preciadas escamas, camufladas detrás de un montón de cajas de cartón.
El anciano vendedor baja con una bolsa de escamas fritas, que se parecen un poco a las patatas chips. Su precio: 500 dólares hongkonés (52 euros) los 40 gramos.
El hombre dice que no entiende los esfuerzos para proteger la especie. “Quedan muchos pangolines en Asia, se dice que están en peligro pero eso no es cierto”, afirma.
Se calcula que un millón de pangolines han sido cazados en los bosques de África y Asia en los últimos diez años para saciar el creciente apetito del mamífero en China y Vietnam.
El animal está indefenso: cuando se siente amenazado, se convierte en una bola para defenderse y el cazador furtivo solo tiene que agacharse para recogerlo.
Un poco más lejos, otro comerciante vende sus escamas aún más caras: 66 euros los 40 gramos. “El pangolín ayuda a eliminar las toxinas, es de muy buena calidad y el precio se justifica”, asegura.
Un tercer comerciante, que no tiene escamas en su puesto, explica que puede conseguirlas “por pedido especial”.
Hong Kong es un punto neurálgico del comercio de pangolines: los traficantes prefieren desembarcar sus productos en la antigua colonia británica, devuelta a Pekín en 1997, donde las sanciones son menos severas que en la China continental en caso de ser capturados.
La ciudad, que tiene un estatus de autonomía y sigue separada por una frontera del resto de China, está en la mira de los defensores de la naturaleza por su laxitud: la pena de hasta dos años de prisión por tráfico de especies en peligro rara vez se aplica.
Pero surge un halo de esperanza: los tribunales han recibido instrucciones de extenderla a diez años de prisión a partir de mayo próximo.
Las aduanas también han incrementado sus inspecciones desde la decisión de la CITES.
Unas 7,7 toneladas de escamas de pangolín fueron incautadas el año pasado, cinco veces más que en 2016. Todos los países de su procedencia eran africanos: Ghana, Mozambique, Nigeria y Sudáfrica, según datos oficiales.
Al otro lado de la frontera, en China continental, la represión del tráfico parece ser más efectiva.
En un mercado en Cantón, a unos 100 kilómetros de Hong Kong, algunos comerciantes de medicinas tradicionales optan por irse cuando se les pregunta si tienen pangolín.
“Nunca he oído hablar de eso”, dice una vendedora, mientras uno de sus competidores asegura que en casa de ella se pueden encontrar escamas de contrabando.
“Es ilegal y muy difícil de encontrar: no le dará a menos que usted ya sea un buen cliente”, comenta otro vendedor.
“Las autoridades chinas han hecho un buen trabajo últimamente para desmantelar el contrabando y los circuitos de tráfico y creando conciencia sobre la protección de estos increíbles animales”, dijo a la AFP Alex Hofford, de la asociación de protección de vida silvestre WildAid.