Con una mochila al hombro, el tablero de dibujo tambaleando en su mano y un bebé en brazos, Jocelyne Aliaga madrugó a clases el martes pasado. Estudia en el colegio Comenios en Cumbayá.
La adolescente de 15 años caminó rápido por la calle San Francisco, en el sector Tola Chica del Valle. De repente un llanto interrumpe el correteo hacia la parada de bus. Buscó entre lápices, escuadras y cuadernos de su mochila un biberón con leche. El bus estaba a punto de arrancar y aún le faltaba una cuadra.
El bebé que llevaba es un simulador, que bautizó con el nombre de Gaby. Mientras corría al bus se ingenió para encontrar un pañal.
Apenas se subió al transporte atrajo la atención de los pasajeros, que fijaron su mirada en ella. Un joven le cedió su asiento. Jocelyne retiró la cobijita que cubre a Gaby, la mesió, le sacó los gases, pero la nena no paró de llorar.
“Mi mami dice que es mas difícil con un bebé real, porque se mueve a cada rato pero para mí es difícil aunque no se mueva, no sé, esto es muy complicado, he dormido mal, vengo con una cara ‘echo tres’. No voy a tener hijos en un largo tiempo”.
Jocelyne es parte del programa Bebé piénsalo bien del proyecto municipal de Quito Adole Isis, que se realiza en colegios fiscales, particulares y municipales.
El objetivo es que los adolescentes experimenten qué pasaría si tienen una relación sexual sin protección y tuvieran un hijo.
Desde que Jocelyne recogió al bebé en la Fundación Patronato Municipal San José, le colocaron un brazalete en la mano derecha, que contiene un dispositivo electrónico. De esta forma la niña le reconoce como su madre.
“Ni bien llegue al colegio mi profesora de Biología me dijo: “Hay no, es un bebe negrito. Acabo de descubrir que soy racista, así me dijo, o sea, eso no me gusto porque Gaby es negrita pero es mi bebé y ya. Capaz a la gente le hubiera gustado que sea blanquito pero aunque es negrita todos le cogen y le amarcan”.
Joselyne no ha podido separarse del simulador de bebé, ni sacarse el brazalete. “Lo más incómodo fue regresar a la casa el primer día, lo más feo que he vivido, qué desesperación, justo empezó a llorar cuando nos bajábamos del bus, no sabíamos qué hacer y no sabíamos qué quería”.
Una computadora monitorea permanentemente lo que pasa con Gaby. Incluso en diferentes horarios se aceleran los censores de frío, calor y llanto. Si el simulador es mal atendido o maltratado se desactiva y muere.
“Desde que me lo dieron tenía miedo de cogerle, no quería, es incómodo que la gente te quede mirando raro”, cuenta Jocelyne, mientras llega al colegio.
Cerca de su establecimiento educativo, esta joven se dio cuenta que cogió el cuaderno de matemáticas en vez del de geometría. “No hay cómo estudiar, con un bebé es imposible, tendría que dejar de estudiar o alguien tendría que cuidarle, pero es mi responsabilidad”, reflexiona.
En la clase de geometría, Gaby durmió en un moisés colocado sobre el primer pupitre del aula.
Sergio Andrade, profesor de ciencias exactas, considera que el proyecto cumple todas las expectativas para una educación sexual efectiva. “La bebé no ha molestado, aunque interrumpe hemos visto la preocupación que muestra Jocelyne y se le apoya.
Los profesores tenemos el papel de guiarles y aconsejarles porque uno ya es papá y se ha pasado por lo que están viviendo, podemos aconsejarles para que se den cuenta que no es fácil”.
En la tarde Joselyne cuidó de Gaby con su enamorado Ernesto Díaz, de 17 años, quien se encargó de cambiarle el pañal, algo que nunca había hecho.
Esta experiencia que duró una semana sirvió de mucho. Joselyne y Ernesto decidieron posponer el inicio de su vida sexual. Por ahora ella se esforzará por llegar a ser ingeniera geográfica.
Más de 200 chicos participan en este programa
En este programa, que ya tiene un año, han participado más de 200 jóvenes y adolescentes.
Silvia Pavón, coordinadora del proyecto Adole Isis, explicó que la meta es que todos consideren el inicio de la actividad sexual como una conducta de riesgo, pero además amplíen su visión de que no solo es una relación sexual y nada más, sino que afecta todos los aspectos de sus vidas. “Sabemos que los adolescentes y jóvenes son cada vez más inmediatistas”. En la Maternidad Isidro Ayora de Quito, entre 2005 y 2009, los embarazos, entre los 10 y 19 años crecieron 9,9%.
Para llegar a ellos, añade, se debe usar una metodología dinámica, activa, vivencial y el simulador es un complemento, que une la tecnología y la educación.
Los simuladores se importan de EE.UU., pero la metodología es originaria de Costa Rica.
Actualmente cuentan con cinco simuladores, tres son de sexo femenino y dos masculino. Su costo unitario es de USD 1500.
También poseen características de diferentes etnias. El bebé que recibió Jocelyne era afroamericano, hay otros tres hispanos y un anglosajón.
Pavón cuenta que muchos chicos no quieren la bebé negrita o rechazan a un bebé porque simula ser hombre o mujer. En estos casos les dicen que es al azar. “Lo que te toco, te tocó”.
Estas cosas también han servido para tocar con los adolescentes otros temas, como: racismo, identidad, género, entre otros.
Este proyecto también incluye charlas para los padres de familia, capacitación a los profesores, y conversatorios con alumnos. Muchos participantes decidieron posponer el inicio de su vida sexual y en sus reflexiones escritas reconocen que esto permitió clarificar sus proyectos de vida.