Los pozos milenarios de Jipijapa están recubiertos de piedra hoja. Foto: Patricio Ramos/ EL COMERCIO.
En el noreste de Jipijapa, cantón del sur de Manabí, existe un poblado donde la dotación de agua emerge desde las entrañas de la Tierra. Es Cochonchá, un caserío de 200 habitantes. Ahí el agua para riego de cultivos de ciclo corto, para uso diario en baños y para la limpieza del hogar burbujea desde el interior del suelo y llega a la superficie a través de pozos con paredes de piedra de hoja.
Los pozos, al parecer, fueron construidos por legendarios habitantes que llegaron desde el sur del continente americano. Choconchá es una acepción maya que significa –hoyo profundo de agua-, sin embargo quienes los construyeron podrían haber sido habitantes de la cultura Moche, quienes llegaron a la zona desde el Perú, comenta Vicente Sornosa, historiador de Jipijapa.
Los Moche salieron de Perú tras soportar una sequía de más de 30 años y se asentaron en zonas como Santa Elena, Puerto López y Jipijapa, asegura Sornosa. Encontraron abundante agua en las profundidades de la tierra y se quedaron, dice. Los pozos visibles en Choconchá están dispersos entre las lomas de mediana y baja pendiente y sobre el cauce de un río.
Los habitantes de la zona, entre ellos Yuri Parrales, usan el agua de tres de los siete pozos que existen en el lugar. “Aprovechamos la tecnología, ubicamos una bomba sumergible en un pozo y extraemos el agua para uso de la casa, menos para cocinar y, además, la usamos para regar cultivos de maíz,tomate, sandía, entre otros. El pozo nunca se seca”, cuenta Parrales.
Hay pozos de 80 cm de diámetro a los 2,5 m y de entre tres y siete metros de profundidad. Las paredes de los hoyos están recubiertas con piedra de hoja (rocas planas) de hasta dos metros de largo por 90 cm de espesor. Construían pozos comunales y familiares, hay evidencias en otros sitios de Jipijapa donde se utilizó la misma técnica.
Jipijapa es una zona rica en aguas subterráneas, a lo que se debió la presencia de las culturas Valdivia, Chorrera, Guangala, Machalilla y Manteño Huancavilca. En Jipijapa, en cualquier lugar donde se excave, se encuentran restos de cerámica y vestigios de huesos humanos, dice el agricultor de Choconchá, Ángel Tigua.
“Cuando salía con mi padre, a dar mantenimiento a los pozos, tenía que excavar en busca de rocas, ahí encontraba vasijas, cráneos y objetos de piedra negra en forma de punta. Sin duda estamos sobre una mina de oro para la arqueología y aún no nos han descubierto”, considera.
Alrededor de uno los pozos de mayor diámetro (3 metros), se construyeron módulos de concreto en forma de piedra para lavar ropa, allí van las mujeres a enjabonar sus prendas y luego con el agua que se almacena en el pozo las enjuagan. Los pozos en Choconchá forman parte de la identidad y la cotidianidad de sus habitantes.
Para Sornosa, Choconchá es una especie de libro abierto de la historia precolombina y de quienes vivieron en la zona. Hay rastros de elementos de construcciones, pilares de roca, que aún se conservan intactos y, por supuesto, el misterio de los pozos que nunca se secan y cuya agua burbujea.