La potencia de Bon Jovi entra al Salón de la Fama

Bon Jovi en los 80: David Bryan, Tico Torres, Jon Bon Jovi, Richie Sambora y Alec John Such.

Bon Jovi lo ha logrado. Por fin tiene su nombre inscrito en esa institución que se llama Salón de la Fama del Rock & Roll, amada por los estadounidenses pero cuestionada por los británicos, sobre todo por los que no calaron mucho en el oído de América. Por fin Jon Bon Jovi, el líder y cantante que en los ochenta exhibía una frondosa cabellera y un rostro casi femenino, puede verse en ese panteón sagrado junto a sus ídolos Kiss, que ingresaron en el 2014.
Aunque el gran temor de Jon Bon Jovi, que en realidad se llama John Francis Bongiovi Jr., no era que jamás fuera escogido para el Salón de la Fama. Era que, al pasear en su convertible con una rubia de copiloto y otras dos en los asientos de atrás, comenzara a mover el dial de la radio y ¡maldición!, no apareciera ninguna canción suya.
Por eso llevó a su grupo hacia un hipercomercialismo que todavía le genera críticas y comentarios crueles. Su objetivo era crear canciones tan poderosas, tan pegajosas y tan sencillas que todos las cantaran. Resultado: 130 millones de discos vendidos gracias a sus ‘power ballads’ y sus canciones con estribillos para ser entonados en los estadios: “Your love is like bad medicine!”, por ejemplo.
¿Bon Jovi de verdad merece estar en el Salón? ¿Por qué los casi mil historiadores y miembros de la industria lo votaron para integrar un museo al que no han accedido, por ejemplo, King Crimson (la banda-genio del rock progresivo), Joy Division ( el grupo que redefinió el sonido del post-punk) o Iron Maiden (¿realmente vivimos en un mundo en que el grupo de Eddie the Head no está en el Salón de la Fama?).
Quizás son discutibles los méritos artísticos de Bon Jovi, quinteto nacido en 1983 en la localidad de Sayreville de la unión de Jon Bon Jovi con el guitarrista Richie Sambora (quien había sido rechazado por Kiss), el baterista Tico Torres (hijo de emigrantes cubanos), el teclista David Bryan y el bajista Alec John Such. Pero esos méritos bastaron para hacer de Bon Jovi una máquina de canciones invencibles.
Los comienzos fueron humildes, con un adolescente Jon Bon Jovi limpiando retretes en el estudio Power Station de Nueva York, donde presenció grabaciones de Queen, The Rolling Stones y Aerosmith. Decidido a ser roquero, aprendió a escribir canciones. Una pieza de 1980, Runway, fue elegida para integrar un disco recopilatorio de artistas emergentes. Y se hizo el milagro: un agente del sello Polygram le ofreció un contrato y algo inusual: que el mismo Jon contratara a los músicos y formara su banda.
Los dos primeros discos, muy metaleros, no fueron un dechado de virtudes ni éxitos, aunque al menos su estilo de hard rock les permitió ser teloneros de Kiss y los alemanes Scorpions. Pero el tercero, ‘Slippery When Wet’, fue una bomba que impactó entre los más jóvenes, empezando por el título del disco, ‘Resbaladizo Cuando Se Moja’, inspirado en la lucha de mujeres en lodo.
Las canciones estaban aliñadas con los solos y los juegos de Sambora, mientras las letras pasaban del optimismo ante situaciones difíciles a asuntos de amor. Los sencillos Livin’ On a Prayer y You Give Love a Bad Name alcanzaron el número uno de la Billboard y fueron el primer gran triunfo del grupo, aunque hubo un ingrediente secreto: el aporte de Desmond Child en la composición de esos temas.
Child, sobrino de la cantante cubana Olga Guillot, fue contratado para dar al grupo canciones que los llevaran al éxito comercial. Ya había escrito temas para Kiss (¡siempre aparece este grupo, como una sombra!) y Bonny Tyler.
‘Slippery When Wet’ transformó abruptamente a Bon Jovi en un grupo global y se lo catalogó como máximo exponente del glam metal, también llamado hair metal por las cabelleras de los músicos. También comenzaron los excesos, porque no hay roquero abstemio ni casto. Un libro publicado en el 2010, ‘Sexo, drogas y Bon Jovi’, del mánager Richard Bozzet, reveló los detalles de esa fase de descontrol.
El siguiente trabajo fue ‘New jersey’, que batió dos récords importantes. Uno fue que alcanzó cinco sencillos en el número uno, marca aún vigente para un álbum de hard rock o hard metal. Uno de esos singles fue Bad Medicine, perfecta composición para estadios en que Child también puso su parte. Y la segunda marca es más pintoresca, pues Bon Jovi fue el primer grupo occidental -y el único- en colocar un disco con sello discográfico soviético en la URSS.
En lo estético, hubo un cambio. Ya no estaba presente ese gustito a Kiss sino que el sonido fue más country, con un gran despliegue de guitarras eléctricas y acústicas y una batería de reverb.
Ese disco aseguró al grupo un año de dominio en la radio, tal como soñaba Jon. Todo lo que vino después ha sido una lenta evolución hacia la suavidad. Se cortaron el cabello. Las canciones se volvieron más cursis y hubo períodos de distanciamiento de los integrantes. Nunca más el grupo vendió tanto, aunque se mantiene vigente en esta era del streaming con 14 álbumes en total. En el camino perdió al alcohólico bajista Such (1994, reemplazado por Hugh McDonald hasta la fecha), y al guitarrista Sambora (2013, sustituido por Phil Xenidis).
Jon Jovi ya no domina la radio, pero sigue en acción, fiel al verso de uno de sus hits: “Tenemos que aferrarnos a lo que tenemos”.