La escultura fue presentada en octubre del 2015. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
El delfín monumental de Data de Posorja cumplió dos años. Se trata de un diseño del escultor José Antonio Cauja, tallado sobre un cerro a orillas del mar y recubierto con metal y concreto por los propios comuneros, una escultura de 70 metros de largo por 22 de alto.
El cetáceo, que renombró a la playa, hace parte de un proyecto de desarrollo turístico y cultural que le ha dado vida a un poblado que ahora cuenta con una decena de comedores turísticos y con sus primeros dos hostales –el primero abrió hace solo cuatro meses-.
La comuna, que pertenece a Posorja, parroquia rural de Guayaquil, colocó la primera piedra en el proyecto de construcción de una enorme tortuga de 37 metros de largo y 17 de altura –una compañera del delfín-. La obra, de dos plantas, planea contener en su interior al museo arqueológico, un repositorio que actualmente ya cuenta con un centenar de piezas de arte precolombino.
El Cabildo asignó dos hectáreas al proyecto, la Universidad de Guayaquil y el Colegio de Arquitectos del Guayas aportaron con los estudios de suelo, además de diseños y planos de construcción, y la comunidad busca el financiamiento con autogestión, informó Efrén Reyes, presidente de la comuna. Fue la misma forma como le dieron forma al delfín, que les tomó seis meses de trabajo, con entre 20 y 25 personas trabajando.
El pueblo reivindica su pasado ancestral y las prácticas de la cultura Manteño-Huancavilca, asentada en la zona entre los años 400 y 1532 después de Cristo; los pobladores antiguos creían en los elementos de la naturaleza y que la representaban a modo de figurinas y piezas de cerámica. Los delfines son a menudo avistados desde la playa y las tortugas marinas se enredan en los trasmallos de los pescadores, por lo que el nuevo proyecto también busca enviar un mensaje de conservación. “Nos reconocemos en esa herencia ancestral y en esta etnicidad del cholo pescador”, dice Reyes.
La comuna erigió en 2015 un tótem encontrado en la comuna San Antonio, a unos 15 kilómetros, conformado por dos piedras, al que se bautizó como La matrona de los vientos. A su lado fueron levantadas réplicas de guardianes huancavilcas. También uno de los monos del museo, un chamán antropomorfo, es representado a una escala mayor. “Los proyectos comunales han elevado el autoestima y el sentido de pertenencia, es una de las razones por las que la playa permanece limpia”, indicó Néstor Mora, de la Federación de Comunas del Guayas.
La gastronomía, a base de mariscos, es otro de los atractivos, con platos como el arroz marinero o la sopa de pangora, especialidad de la zona.
El proyecto del delfín y todo lo que engloba ha significado una oportunidad de desarrollo local, según Roque Sacón, propietario del restaurante Tres hermanos y administrador de un hostal.
“Empezamos en unas cabañitas, ahora ofrecemos alojamiento. Hay 10 locales con oferta gastronómica”. El hostal funciona en una casa de dos plantas, con cinco habitaciones y una terraza que ofrece una vista a Playa Delfín.