María Guacho, una yachak, prepara pomadas y extractos con plantas de su huertos en la ciudad de Riobamba. Foto: Cristina Márquez / EL COMERCIO
El aroma de las decenas de variedades de plantas medicinales que utilizan los yachaks del Hospital Andino Alternativo de Chimborazo se perciben desde la puerta de ingreso a sus consultorios. Allí se ofrecen limpias, masajes y atención de partos. Las plantas son el ingrediente principal de las técnicas ancestrales.
Según la cosmovisión andina, hay plantas amargas y dulces, que influyen directamente sobre las energías de una persona y además causan efectos en el cuerpo humano, pero su efectividad depende de cómo se combinan.
“Son conocimientos antiguos y muy sagrados. Muchos ya olvidaron cómo utilizarlas para hacer pomadas, extractos, jugos y compresas”, se lamenta María Guacho, yachak y sobadora. Algunos ‘taitas’, agrega, murieron con esa sabiduría sin que sus hijos hubieran heredado ese conocimiento.
Ella aprendió desde los nueve años a reconocer cada planta del páramo, y a utilizarla según sus propiedades. Sus maestros fueron los yachaks y sobadores de su comunidad Pompea, en Licto. “El ‘taita Severino’ me enseñó a usar las raíces, hojas, flores o los tallos de una planta. Para hacer solo una pomada se necesitan 35 tipos de plantas”, dice Guacho.
Antes, ella misma recorría los páramos para encontrar las plantas, pero a medida que pasaron los años y la agricultura y la ganadería se extendieron, esas variedades empezaron a desaparecer. Hoy las consigue porque les pide a los niños y jóvenes de la comuna que las busquen en las quebradas.
Las más difíciles de conseguir son, por ejemplo, tignachilca, calilagua, yanachaqui y tigrillo. Estas plantas se utilizan para aliviar dolores musculares, para desinflamar golpes y hasta funcionan como anestésicos cuando se trata de una ‘sobada’ (masajes enérgicos para reacomodar huesos).
El Hospital Andino, que funciona en el norte de Riobamba, también cuenta con uno de los huertos de plantas medicinales más completos. Allí hay sábila, santamaría, llantén, chilca, tilo y otras especies consideradas sagradas.
“La pachamamita nos provee de todos los medios para subsistir. Cada una de las plantas sagradas tiene una propiedad especial y antes de hacer una preparación hay que diagnosticar al paciente sintiendo su pulso”, dice Valeriana Anaguarqui, otra yachak.
Según ella, el tomar el pulso es una práctica diferente a la de la medicina occidental; y para hacerlo se requiere de un don especial que solo se adquiere después de orar y ayunar en los templos y sitios sagrados.
Ella utiliza las plantas para realizar limpias energéticas, así puede liberar a sus pacientes del ‘espanto’, las tensiones, envidias y malas energías. “Una persona se enferma cuando su energía está desequilibrada, por eso utilizamos plantas amargas y dulces”.
Las plantas medicinales se utilizan también para atender partos. Carmen Borja, conocida como ‘mama partera’, atiende a las mujeres embarazadas desde la etapa prenatal hasta el alumbramiento. Ella conoce cómo acomodar al bebé en el vientre materno y qué infusiones medicinales debe tomar su madre en cada etapa.
“La atención empieza a los tres meses de gestación, que es cuando se puede hacer el ‘manteo’, una técnica que consiste en acomodar al bebé en el vientre, moviendo a la madre con mantas y dándole masajes”, cuenta Borja.
Ella aprendió sobre los partos con su madre y con la partera de su comunidad, Calerita Shobolpamba, situada en las faldas del Chimborazo. La atención que ofrece a sus pacientes está centrada en sus conocimientos sobre las propiedades de las plantas medicinales como el toronjil, valeriana, mashua, hoja de zanahoria, lancetilla, entre otras.