Las conocidas como “zonas muertas” siguen extendiéndose por el océano, especialmente por el Pacífico. El aumento de la temperatura del agua y las actividades humanas causan el crecimiento de estas áreas que tienen muy poco o nada de oxígeno.
Aunque generalmente se relaciona a los ecosistemas marinos con amenazas como el exceso de plástico o la sobrepesca, las zonas muertas son una de las presiones más fuertes en la actualidad.
Un estudio publicado en la revista Science demuestra que estas se han cuadruplicado desde 1950 en aguas abiertas. Las áreas con muy poco oxígeno cercanas a las costas se han multiplicado por 10.
Según Antonio Guterres, secretario General de Naciones Unidas, estas zonas pasaron de ser aproximadamente 400 en el 2008 a alrededor de 700 en el 2019. Esta información fue difundida en el lanzamiento de la segunda evaluación sobre el estado mundial del océano, en mayo de este 2021.
Cecilia Chapa Balcorta, profesora investigadora en la Universidad del Mar en Oaxaca, México, explica que se considera como zonas muertas a los lugares del océano que tienen concentraciones de oxígeno menores a 2 miligramos por litro. Normalmente se esperan valores entre 5 mg/l y 8mg/l.
Algunas son temporales, mientras que otras ya son permanentes. Estas últimas abarcan gran cantidad del océano Pacífico, donde empiezan desde los 50 m o 100 m y se expanden hasta los 1 000 m o 2 000 m de profundidad. Estas se pueden formar por un exceso de nutrientes en la superficie, que ocurre de forma natural o por intervención humana.
Patricia Castillo Briceño, docente de fisiología en Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí y vicepresidenta de la Asociación Ecuatoriana de Biología, explica que la problemática se enfoca en que estas zonas muertas han empezado a expandirse rápidamente por la actividad humana y el calentamiento global.
Su ampliación está relacionada a las emisiones de materia orgánica o contaminación, que son producto de los fertilizantes y sustancias utilizadas en la agricultura, o de las descargas de aguas negras y grises que van al mar.
Además, mientras aumenta la temperatura del océano, que es parte del calentamiento global, disminuye la capacidad de retención de oxígeno en el agua. Por otro lado, el exceso de CO2 que se emite a la atmósfera es absorbido por el océano. Cuando la concentración de CO2 en el aire es mayor, por el uso masivo de combustibles fósiles, la capacidad de absorción de oxígeno disminuye.
Esto ha llevado a que muchos organismos que habitaban en estos sitios deban desplazarse a otras zonas del océano. Castillo, quien participó en el informe sobre el estado mundial del océano, dice que otro tema que preocupa es la proliferación de las especies que soportan estas condiciones.
Antes se pensaba que los organismos no podían vivir en estas zonas, pero se ha comprobado que algunas, como las medusas, se adaptan. Si estas proliferan, habrá un desbalance en la cadena trófica y en las dinámicas ecológicas.
La desoxigenación es un campo en investigación. Una de las áreas más estudiadas es la zona muerta del Golfo de México, que es la más grande del mundo. En el 2017 se estimó que tenía una extensión de 22 729 km2, que es igual a la superficie de El Salvador. “Es como una carrera contra el tiempo, a medida que vamos conociendo el océano, este se va desoxigenando”, dice Chapa.