Esta lechuza fue encontrada en Quitumbe, en el sur de Quito. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Fracturas en sus alas, huellas de disparos en sus cuerpos y golpes en sus cabezas son algunas de las heridas más comunes con las que llegan búhos y lechuzas a los centros médicos. La expansión de las ciudades y el contacto con los humanos son dos factores que están poniendo en peligro a estas aves rapaces nocturnas.
En los últimos seis meses han llegado 13 lechuzas y siete búhos al hospital de fauna silvestre Tueri de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ). Los dos casos más recientes se presentaron durante este mes. Carolina Sáenz, coordinadora médica del Hospital de Fauna Silvestre Tueri, cuenta que la Unidad de Policía del Medio Ambiente (UPMA) les llevó hace dos semanas una lechuza que fue encontrada en Quitumbe.
El animal no podía volar. Después de realizar varios exámenes, los especialistas evidenciaron que tenía dos fracturas en su ala. Por ahora, la lechuza está estable y continúa su tratamiento en el área destinada a las aves en este centro, ubicado en Cumbayá.
En el segundo caso, la situación es más complicada. Sáenz explica que una semana después de la llegada de la lechuza, recibieron a un búho que también fue entregado por la UPMA. El ave fue hallada en el suelo, totalmente inmóvil. Al examinarla, llegaron a la conclusión de que presentaba un trauma medular o un daño al nivel de la columna que no la dejaba mover sus extremidades.
El animal ha ido mejorando poco a poco, pero es una condición que tomará mucho tiempo en desaparecer, dice Sáenz. Al verla comiendo, con buen ánimo y con ganas de mejorar, los especialistas empezaron a buscar formas de aliviar su estado y brindarle más comodidades. Por eso, la veterinaria le fabricó una especie de hamaca artesanal para que pueda permanecer parada. Ahora, el búho se apoya en esta tela, mientras recibe su alimento.
El búho que fue encontrado en la Ferroviaria Baja presenta un daño en su columna. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
Los especialistas aún no están seguros de que esta ave volverá a volar, pero mantienen la esperanza de que pueda mejorar en el futuro. Sáenz dice que no se conoce con certeza las causas de sus heridas, pero es probable que el animal haya chocado contra algún vehículo en movimiento. Es común que se distraigan con las luces y se impacten contra los vehículos que van a altas velocidades.
Diego Cisneros, director del Hospital de Fauna Silvestre Tueri, explica que los atropellamientos se han convertido en un problema grave para estas aves rapaces nocturnas. Con la expansión de las zonas urbanas, las carreteras ahora representan divisiones entre sus hábitats. Los búhos no alcanzan a cruzar estos espacios, ya que los vehículos pasan muy rápido.
Otra de las amenazas más comunes para estos animales es el temor y desconocimiento de las personas. Cisneros explica que muchas veces los búhos y las lechuzas son considerados “aves de mal agüero” o son asociados con algo negativo, cuando esto no es real.
Al contrario, estos animales proveen beneficios, ya que son controladores de plagas en las ciudades.
Los búhos y las lechuzas se alimentan principalmente de roedores. En estos casos, el problema se da cuando las personas colocan veneno de forma indiscriminada para matar a ratas y ratones. Los roedores después son consumidos por las aves, las cuales llegan con signos de envenenamiento hasta el hospital. Cisneros dice que el raticida debe ser la última opción para controlar estas plagas y debe ser aplicado solo por profesionales.
La expansión de las ciudades también ha ocasionado que las personas tengan cada vez más contacto con estas aves nocturnas y esto puede conducir a mayores ataques. Cisneros explica que los búhos y las lechuzas no son violentos y no agreden a las personas. Por el contrario, se asustan con la presencia de los humanos y solo emiten un sonido de defensa. Si una persona encuentra a estas aves en su nido, en una pared o en un techo, no debe molestarlas. Si las encuentra heridas, debe llamar al 911.