Dinamarca es pionero en la ‘TechPlomacy’, para relacionarse con las grandes de la tecnología. Se trata de verdaderas ‘empresas-Estado’. Imagen: Ingimage
El gobierno de Dinamarca creó este año la primera Embajada digital del planeta, con el objetivo de establecer relaciones más estrechas con Google, Facebook, Twitter, Alibaba y otras empresas tecnológicas.
No fue una decisión casual. Dinamarca es uno de los países más desarrollados en temas tecnológicos. Este año ocupó el primer lugar en la Unión Europea en el Índice de la Economía y la Sociedad Digitales (DESI, por su sigla en inglés). Y también lo es a escala global, por delante de Corea del Sur, Japón o Estados Unidos.
Más que ninguno, el Gobierno danés conoce que la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, el Big Data, las cadenas de bloques (Blockchain), la Internet de las Cosas, los robots y los automóviles autónomos están creando nuevas relaciones sociales, económicas y de poder en el mundo.
En el nuevo escenario que plantea la cuarta revolución industrial, los gobiernos deben jugar un papel protagónico, y Dinamarca tomó la batuta con la TechPlomacy. Se trata de un término acuñado por la flamante Embajada digital de Dinamarca, que orienta su labor: crear vínculos más estrechos entre el Gobierno y las empresas que lideran la nueva era digital. Por ahora, la flamante Embajada tiene oficinas en Sillicon Valley, Copenhague y Pekín.
Casper Klynge, embajador Digital de Dinamarca desde agosto del presente año, cree que se necesitan fuertes lazos con las principales compañías tecnológicas del mundo, ya que estas empresas abren puertas a nuevos empleos, recopilan una gran cantidad de datos personales y también pueden ayudar a las naciones en su lucha contra el terrorismo. “Por lo tanto, en muchas de estas áreas tiene sentido, como complemento de la diplomacia tradicional, hacer que el embajador tecnológico abra las puertas directamente de las salas de juntas de estas compañías y estudiar qué tipo de relaciones se pueden establecer”.
Pero otorgar el rango de diplomacia a ese vínculo entre empresas y gobiernos puede suscitar dudas. “Mientras que nombrar a un alto funcionario encargado de negociar con las compañías tecnológicas tiene mucho sentido, equiparar esas empresas con países sienta un precedente bastante preocupante”, escribió en la revista Forbes Emma Woollacott, periodista especializada en tecnología.
Esas dudas, sin embargo, pudieron ser válidas cuando los Estados eran más poderosos que las empresas. Pero el mundo ha cambiado y hoy en día compañías como Google, Apple, Facebook y Alibaba son tan grandes que superan a las economías de algunos países.
Según el ‘ranking’ de Standar&Poor’s, que clasifica a las compañías por capitalización bursátil, las cinco empresas más grandes del mundo son: Apple, Alphabet (Google), Microsoft, Amazon y Facebook, todas con matriz en Estados unidos y cuatro vinculadas con la tecnología.
Solo la primera tiene un valor de USD 886 000 millones, más que el Producto Interno Bruto (PIB) de países
como Argentina, Suecia, Polonia, Israel, Irlanda, Colombia o Perú.
La importancia de estas ‘empresas-Estado’ es mayor para países que compiten para que Google, Facebook y otras firmas digitales se establezcan en sus territorios, tal como lo hiciera Costa Rica para atraer a Intel en 1996.
El volumen de ventas y de tributación de estas empresas globales tendría un impacto fiscal importante para cualquier país, aunque eso demanda de gobiernos que definan nuevas formas de regulación y supervisión para estas empresas. No es una tarea fácil, ya que estas compañías tienen hoy gran facilidad para deslocalizar sus actividades y operar virtualmente con sus clientes, lo que tiene un
efecto negativo en la recaudación fiscal.
Si el tamaño de las empresas tecnológicas es un reto para los gobiernos en esta cuarta revolución industrial, también lo es la inteligencia artificial, cuyo impacto promete ser relevante en el mundo laboral, por el número de empleos que podrían ser automatizados. En los países de la OCDE se calcula que un 9% de los empleos pudiera ser automatizado y en Estados Unidos se habla de un 47% de empleos que pudieran estar en riesgo, según un artículo del banco BBVA, de junio del 2016.
Este tema ya estaba en la agenda del expresidente de EE.UU., Barack Obama, cuando Ed Felten, Chief Technology Officer de la Casa Blanca, señaló, hace un par de años: “El reto actual consiste en cómo asegurar que la Inteligencia Artificial siga siendo segura, controlable y predecible mientras se va haciendo más inteligente”.
Para los gobiernos, el reto es diseñar políticas de empleo y educación que eviten que la cuarta revolución incremente las cifras de desempleo y se convierta en un catalizador del desarrollo.
Eso suena bien, incluso para países que están atados al pasado, como Emiratos Árabes Unidos (EAU), que en octubre último nombró a su primer Ministro de Inteligencia Artificial. Se trata de Omar bin Sultan al Olama, de 27 años, cuyo reto es convertir a un país con profundas raíces religiosas y dependiente del petróleo en uno que dependa del conocimiento. En palabras del primer ministro de los EAU, Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum: “La próxima ola mundial es la inteligencia artificial y queremos ser el país mejor preparado para ello”.
Mientras la era digital continúa avanzando, los gobiernos tienen dos opciones: innovar para ponerse a tono con la cuarta revolución industrial o mantenerse de observadores, viendo cómo el tsunami digital puede acabar con la política monetaria, laboral o de educación, con graves consecuencias sociales.