La recuperación de especies se centró en aves y anfibios

Esta semana se anunciaron los resultados del censo en el sur del país, con 28 individuos identificados. Fotos Cortesía: parque nacional Galápagos y Xavier Muñoz; Pavel Calahorrano, Francisco Espinoza, Archivo /EL COMERCIO

Esta semana se anunciaron los resultados del censo en el sur del país, con 28 individuos identificados. Fotos Cortesía: parque nacional Galápagos y Xavier Muñoz; Pavel Calahorrano, Francisco Espinoza, Archivo /EL COMERCIO

Esta semana se anunciaron los resultados del censo de cónoderes en el sur del país, con 28 individuos identificados. Fotos: cortesía: Parque Nacional Galápagos y Xavier Muñoz; Pavel Calahorrano, Francisco Espinoza, Archivo /EL COMERCIO

La reproducción asistida, la reinserción de animales a su hábitat y los censos de especies fueron algunos de los esfuerzos de conservación que se destacaron durante este 2017.

Hace una década era difícil imaginar que se pudiera repoblar la isla Floreana con una especie extinta o que se pudiera recuperar a las ranas Jambato negro en un laboratorio. Ahora, esto es una realidad gracias a los avances de la ciencia.

Desde marzo del 2017, se inició el programa de reproducción y crianza en cautiverio de tortugas gigantes con ascendencia de la especie que habitaba en la isla Floreana. En el momento, ya se tienen 124 huevos incubando; de estos, ya han nacido ocho tortugas.

Walter Bustos, director del Parque Nacional Galápagos, explica que esta institución junto con Galapagos Conservancy, organizaron una expedición a la isla Isabela en el 2008. El objetivo era colectar muestras de sangre de tortugas gigantes. Tras el estudio genético, se reveló que había individuos con ascendencia de la especie Chelonoidis niger, la tortuga endémica de Floreana.

El proyecto se inició con 20 adultos reproductores, selec­cionados de forma que las crías tengan el mayor porcentaje posible de genes de Chelonoidis niger. Para la liberación futura de las primeras tortugas se requiere que alcancen los 5 años de edad y que se haya ­logrado erradicar a las especies invasoras que pudieran poner en riesgo a esta población y su hábitat.

Para Bustos, el proyecto es de gran importancia, ya que las tortugas son especies “ingenieras de los ecosistemas”. Estos animales “son la pieza clave para lograr la restauración de la integridad ecológica de Floreana”, señala.

La reproducción de las ranas Jambato negro del páramo fue otro caso exitoso en el 2017. “Este es un hecho inédito”, dice Luis Coloma, director del Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios de la fundación Otonga.

El redescubrimiento de esta especie se dio en mayo del 2016, tras 28 años en los que se la consideraba extinta. En junio de este año se obtuvieron los primeros 500 renacuajos en el Centro Jambatu y en octubre ya completaron su metamorfosis. Ahora, tienen entre
0 y 2 meses de edad.

Según el biólogo, estas ranas se caracterizan por lo difícil que resulta su reproducción, por lo que es un logro para el país. Se espera que en un año estos especímenes se conviertan en adultos y puedan reproducirse nuevamente. Con las descendencias de estos, se podrían hacer ensayos para reintroducciones.

Los esfuerzos por la conservación durante este año también incluyeron a las aves criadas en cautiverio. Eliana Montenegro, coordinadora del proyecto de Guacamayos, de la Fundación Jocotoco, explica que el programa se inició hace un año con la selección de 10 guacamayos del Centro de Rescate Jambelí para llevarlos a la Reserva Ayampe.

Una vez que los transfirieron, pasaron tres meses en una jaula de preadaptación para fortalecer sus capacidades de vuelo y de alimentación. En octubre, cuatro guacamayos pudieron volar en libertad, pero dos regresaron a la jaula.

Montenegro dice que se continuará con las liberaciones de una forma gradual, con mejores equipos de rastreo y con una campaña de educación continua en la zona. La meta es establecer una población silvestre y viable, dice la encargada del proyecto. Hace más de 50 años los guacamayos habitaban en esta área, pero poco a poco fueron desapareciendo. Ahora hay menos de 30 individuos en estado silvestre en el oeste del Ecuador. Entre sus principales amenazas están la caza y la destrucción de su hábitat por la deforestación.

El cóndor tampoco escapa de estos peligros en el país. Esta semana se presentaron los resultados del Primer Censo Regional del Cóndor Andino en el Sur del Ecuador, realizado en septiembre. Según el estudio, se han avistado 28 aves, mientras que en el anterior conteo general fueron 19.

Fabricio Narváez, técnico de campo del Proyecto de Investigación y Monitoreo Ecológico del Cóndor Andino en el Ecuador (PICE), explica que a través de estos informes se contribuye a la conservación de este animal con la generación de información científica. 

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