Las bolsas plásticas terminan en el océano, donde afectan a la fauna. Foto: EFE
La guerra contra el plástico en el mundo se ha enfocado en un objetivo: las bolsas plásticas. Aunque en un momento los sorbetes estuvieron en el foco de la problemática, los países están actualmente centrada en limitar e incluso prohibir la utilización de las fundas de un solo uso. Esto ya ocurre en más de una decena de naciones en todos los continentes y en Ecuador también se ha mostrado el interés por poner un impuesto a su compra.
La medida también ha abierto el debate sobre qué tan eficaz es limitar su uso y la utilidad de los reemplazos que se están buscando al plástico. Hasta ahora, este material es uno de los mayores contaminantes de los océanos. La Organización de las Naciones Unidas explica que cada año se usan 500 000 millones de estas bolsas en el planeta.
La mayoría de las fundas es utilizada una sola vez. Una buena cantidad terminan en los mares, donde se convierten en una amenaza para los animales marinos. Francisco De la Torre, ingeniero ambiental y especialista en Gestión de Residuos Sólidos, considera que esa es una de las razones para que la lucha se esté concentrando en este producto. Al ser tan livianas, es común que se muevan con el viento y terminen en los ecosistemas, donde su degradación puede tomar al menos 500 años.
Para De la Torre, el reemplazo del plástico implica un proceso que incluye un cambio en los hábitos de las personas. Cobrar por su uso en supermercados, por ejemplo, es una forma de que las personas se acostumbren poco a poco a usar bolsas de tela o de otros materiales menos contaminantes. Hasta el momento, más de 32 países tienen alguna limitación a la utilización de las bolsas de un solo uso. De estos, la mitad se encuentra en el continente africano.
En América Latina, las tres ciudades más pobladas de la región se han unido a la lucha. Ciudad de México se convirtió en el 2009 en una de las primeras en prohibir a los comercios la distribución de estas fundas de forma gratuita. En São Paulo, la medida se aprobó en el 2011 y se empezó a aplicar en el 2015, mientras que en Buenos Aires entró en vigor una ley en el 2017, que prohíbe a los supermercados entregar bolsas plásticas desechables.
Por otro lado, Chile se convirtió en el 2018 en el primer país de América Latina en aprobar la prohibición de bolsas plásticas en todo el territorio nacional. Tras un período de prueba, esta medida entró en vigencia este año. En Colombia también se prohibió la comercialización de bolsas de menos de 30×30 centímetros y existe un impuesto a las bolsas plásticas desde el 2017, que irá aumentando hasta el 2020. Los consumidores por ahora pagan USD 0,01 por cada bolsa en los supermercados.
Ecuador busca unirse a este grupo de países. A inicios de octubre, el Gobierno mencionó la idea de crear nuevos impuestos como poner USD 0,10 para las fundas plásticas, lo que dejaría un ingreso de USD 123 millones. Pero hasta este viernes 11, no se ha brindado más información sobre el tema.
Un estudio del Ministerio del Ambiente revela que las fundas tipo camiseta para acarrear productos o alimentos son los plásticos de un solo uso que más se utilizan en el país. Aproximadamente 1 500 millones de estas bolsas son empleadas cada año en Ecuador. Además, solo 5 de cada 10 fundas son reutilizadas por única vez y después son desechadas al igual que sorbetes, botellas y vajillas de este material.
Samanta Villegas, consultora ambiental, dice que si el fin es reducir el uso de plásticos, se debe crear una política integral que no solo cambie el comportamiento de consumidores a la hora de elegir una bolsa, sino también de productores en el momento de escoger el empaquetado de su producto. Además, dice, se deben fomentar alternativas que sustituyan al plástico y que sean amigables con el ambiente.
Hasta el momento, estas bolsas y empaques tienen gran demanda porque se los asocia con una mayor capacidad para preservar a los alimentos y por la facilidad de su uso y descarte. Para De la Torre, los cambios deben ser paulatinos, ya que implica que la industria tiene que adaptarse y renovarse. Por eso, como alternativa se podrían fabricar bolsas más resistentes para que sean reutilizadas varias veces.
En el caso de las bolsas oxodegradables, cuenta el consultor, que son menos contaminantes que las comunes pero no desaparecen totalmente. Estas se van deshaciendo poco a poco y pueden convertirse en microplásticos, que también representan un problema.
En otras zonas del mundo, las fundas de papel han sido consideradas una opción. De la Torre dice que estas tienen un proceso más rápido de degradación, por lo que producen menos daños al ambiente. Un informe del Ministerio del Ambiente de Dinamarca revela que esta opción no es la más adecuada, ya que habría que utilizar hasta 43 veces la misma bolsa de papel para que tenga un impacto ambiental menor.
Además, se deben tener en cuenta sus formas de producción para que su uso no se convierta en un factor que cause otros problemas, como un aumento de los índices de deforestación o de otros desechos.