La pintura iridiscente es una proeza de la técnica ancestral

Piezas arqueológicas, cuyos diseños de pintura iridiscente se ven con líquidos. Foto: Mario Faustos/EL COMERCIO

Piezas arqueológicas, cuyos diseños de pintura iridiscente se ven con líquidos. Foto: Mario Faustos/EL COMERCIO

Piezas arqueológicas, cuyos diseños de pintura iridiscente se ven con líquidos. Foto: Mario Faustos/EL COMERCIO

Por el uso y el tiempo de las piezas precolombinas, los diseños de la pintura iridiscente en cuencos, platos y botellas son difíciles de distinguir.

Los diseños se ven al poner las piezas contra la luz o sumergiéndolas en agua. Los arqueólogos imaginan a los chamanes bebiendo pócimas en fiestas rituales y ofrendas en esas cerámicas.

La técnica fue creada por la cultura Chorrera (años 1200 al 500 a.C.) en su afán de crear efectos mágicos de luz, símbolo visual del poder del Sol. La pintura iridiscente, casi transparente, produce un destello plateado y se hace rojizo.

En una decoración de bandas y puntos que dan un lustre metálico hay una suspensión de óxido de hierro que se aplica con la yema del dedo después de una primera cocción a la vasija.

La ceramista y antropóloga Kathleen Klumpp lleva 35 años estudiando la técnica que perduró por más de un milenio, pero cuyos secretos de producción se perdieron luego.

Califica como una extraordinaria hazaña tecnológica el logro de los antiguos ceramistas chorreros, que dieron a la cerámica un brillo metálico hace tres mil años.

La experta replicó la técnica en el 2001, con materias primas y técnicas disponibles para los alfareros ancestrales de Guayas, Santa Elena, Los Ríos y Manabí.

Klumpp dio una conferencia sobre la muestra permanente del MAAC, ‘10 000 años del Antiguo Ecuador’. “La materia prima de la pintura iridiscente proviene de una piedra de la que se extrae el óxido de hierro”.

En sus experimentos replicativos, Klumpp logró el efecto con ematita especular, de un yacimiento natural, de sitios como Pascuales (Guayas) y Montecristi (Manabí).Las láminas de la roca se raspan y se obtiene el hierro cristalino. Las láminas se muelen y el lustre se convierte en un líquido rojo.

La antropóloga ensayó con un modo de cocción a baja temperatura, luego aplicó el líquido rojo en la vasija para llevarla a una segunda cocción.

La exposición ‘10 000 años del Antiguo Ecuador’ acoge piezas y diseños de la iridiscencia y proyecta un documental de Klumpp sobre el tema.

“El documental es una pequeña contribución al patrimonio cultural de Ecuador y mi intento por rescatar una sofisticada tecnología cerámica, que pueda ser guardada y compartida”.

El audiovisual de 42 minutos cuenta cómo la académica replicó la técnica ancestral, que define como “un hito tecnológico. Es un humilde reconocimiento y aprecio no solo del ingenio y creatividad, sino de la extraordinaria capacidad de los nativos aborígenes de la Costa para llevar a cabo sus propios experimentos científicos, unos mil años antes de Cristo...”.

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