Dos piezas cerámicas de personajes femeninos llaman la atención. Una pertenece a la cultura Jama Coaque y la otra, a La Tolita. Las dos lucen sellos a manera de colgantes sobre sus cuellos. Se encuentran en la Sala Temporal del Museo Casa del Alabado, en el Centro Histórico de Quito.
En el mundo precolombino, las imágenes de los sellos fueron transferidos a distintas superficies. Lo más común era imprimirlas sobre piezas cerámicas, pero, según las hipótesis de investigadores locales, también fueron estampadas sobre la piel y textiles.
Sobre estos hallazgos gira la exhibición ‘Sellos. La Potencia del Ícono’. La muestra está dividida en tres salas y reúne todos los sellos que son parte de la colección del museo; piezas que pertenecen a las culturas Manteño Huancavilca, Jama Coaque, La Tolita y Napo.
La iconografía y estética de los sellos precolombinos es parte del folclor, las artes visuales, la moda y el diseño desde la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, resulta asombroso observar de cerca estos artefactos con formas geográficas o de animales.
Uno de los sellos que más atraen a Saralhue Acevedo, cocuradora de la exposición, es el que tiene la figura de una zarigüeya. Durante la visita guiada que realizó el sábado pasado recordó que este animal está presente desde las fases finales de la cultura Chorrera y que, al igual que el jaguar, se lo representa con cuerpo de persona.
Asimismo, destacó la presencia de un sello que corresponde a la cultura Napo. Aseguró que dentro de una colección arqueológica es muy raro encontrar sellos de la Amazonía porque la mayoría pertenece a culturas de la Costa.
Lo más inusual en este caso es que el mismo patrón del sello aparece en una urna funeraria que también forma parte de la exhibición y que en su exterior tiene una especie de mapa.
En este artefacto -explica Acevedo- se colocaban los huesos de los muertos. Para las actuales comunidades amazónicas, las imágenes que están en su exterior son caminos que los muertos tenían que recorrer para llegar al más allá.
En esta exposición se apela a la hipótesis de que los textiles pudieron ser un soporte de marcado para los sellos. Para llegar a esta conclusión, Acevedo y Carlos Montalvo, otro investigador y curador de la exposición, estudiaron durante un año las crónicas del siglo XVI y los hallazgos en sitios arqueológicos del país.
En una esquina de la Sala Temporal se exhibe una serie de sellos cilíndricos junto a torteros. Si bien esta sigue siendo una hipótesis en la iconografía de culturas como Manteño Huancavilca, es posible observar en ambos objetos la reiteración de determinados símbolos, patrones y texturas, que evocan las fibras entrelazadas de los tejidos.
Los detalles que se esconden detrás de cada sello pueden ser contemplados a través del video realizado por el artista contemporáneo Pablo Secaira, que se exhibe en otra de las salas de la exposición.
En esta pieza audiovisual también aparecen las cerámicas en las que se repiten los símbolos y figuras de los sellos.
Para Lucía Durán, directora del museo, tener la posibilidad de acercarse al negativo de estos pequeños artefactos es también otra forma de estar cerca de los códigos y mensajes que dejaron las culturas precolombinas.
Asimismo, Durán sostiene que los sellos sirven para dar forma a un paisaje simbólico del pasado precolombino; se trata de un mundo en el que había una estrecha relación entre la vida humana, la naturaleza y la cotidianidad.
Como sucede con la mayoría de las piezas precolombinas, en esta exposición los sellos se convierten en unos poderosos artefactos que interpelan al visitante y lo invitan a preguntarse sobre cada una de las iconografías, pero, sobre todo, a imaginar a las personas que los produjeron, los contextos en que aparecieron y la finalidad de estas piezas.