José Luis Barahona, de 33 años, guarda los productos de los clientes de la papelería Dilipa, en el norte de Quito. Con agilidad coloca en un coche y los acompaña hasta sus autos.Luego regresa a una de las 10 cajas para continuar su labor, que desempeña desde hace tres años, desde las 08:00 hasta las 17:30, de lunes a viernes. Al principio le costó aprender, pero con la práctica diaria ahora ya se desenvuelve sin problema.
Conseguir este empleo no le fue fácil a este joven que tiene síndrome de Down, trastorno genético que ocasiona retraso mental y ciertas deformidades físicas. Se calcula que su incidencia es de uno por cada 700 nacimientos .
Su hermana Ligia le ayudó a presentar carpetas en varias empresas, pero no tuvo respuesta por más de dos años. Él estudió solo la primaria en el Instituto de Educación Especial y Psico-terapéutica del Niño. También ha realizado cursos en servicio al cliente y en panadería.Barahona, de estatura media y bigote, es muy sociable y tiene facilidades para empacar. Esto le permitió ubicarse en Dilipa. Pero su falta de capacitación fue un problema para conseguir trabajo. Este es su primer empleo con un salario de USD 402, 98. “Estoy feliz, me gusta ayudar a la gente”. Las personas con discapacidad intelectual y visual son los más relegados en el campo laboral. La oferta de empleos está dirigida, principalmente, para las personas con discapacidades físicas. Así lo confirma Servicios de Integración Laboral (SIL) del Consejo Nacional de Discapacidades (Conadis).
Desde el 2006 que se inició el programa, se ha insertado a 5 041 personas, de ellos el 57% corresponde a discapacidad física, un 13% a la intelectual y un 9% a la visual. (Ver cuadro).
En la papelería Dilipa laboran nueve personas con discapacidad, tres de ellas tienen deficiencias intelectuales (limitaciones que afectan a la inteligencia, memoria y pensamiento).
Pese a esta marcada tendencia a contratar personas con discapacidad física, Johana Mosquera, administradora de la papelería, dice que en su caso no se hace una clasificación del tipo de discapacidad para contratarlos. La contratación se realiza según las necesidades de la empresa.
Yaici Narváez, administradora de la empresa Crónix, en Quito, explica que contratar a personas con discapacidad requiere de un cambio organizacional. También de herramientas extras y de un proceso de capacitación con personal especializado.
“No todos los empresarios están dispuestos a hacer este gasto. En el caso de las deficiencias visuales e intelectuales, los tiempos de capacitación se extienden cuatro veces más”.
Crónix tiene 12 años en el mercado y desde hace 11 incorporó a su nómina personal con discapacidad. De los 1 020 empleados, 41 tienen capacidades especiales y d e este grupo 35 padecen ceguera en diferentes grados y dos tienen retraso mental.
Estos 35 empleados están ubicados en las áreas administrativas, de monitoreo y limpieza.
Uno de sus empleados es Rubén Valencia, de 42 años, quien trabaja en esta empresa hace tres meses. Él es ciego de nacimiento, padece de glaucoma congénito. Le costó un año encontrar trabajo. “Dejé carpetas en varias fábricas, pero por mi condición me negaban”. En Crónix realiza monitoreo de las llamadas entrantes a este ‘call center’. Su función es el control de calidad. Una computadora y un par de audífonos son sus herramientas. El ‘software’ Jaws, mediante una voz, lo guía en el manejo de los programas informáticos.
Este hombre de tez morena, cabello cano y gafas negras está casado, tiene dos hijas de 12 y 10 años. Su familia no tiene problemas visuales. Se moviliza solo de su casa al trabajo con un bastón.
Valencia tiene un negocio de cabinas telefónicas al cual se dedica al terminar su jornada, que es de 08:00 a 14:00. Terminó la secundaria y siguió cursos de informática en el Secap.
Queremos que nos den una oportunidad para mostrar lo útiles que somos, no queremos caridad, solo trabajo”, dice.
María Isabel Campana, promotora laboral del SIL, señala que los empresarios prefieren contratar a más a personas con discapacidad física. La semana pasada, en Quito, se insertaron 11 personas, de ellas seis tenían discapacidad física, dos auditiva, dos intelectual y una visual parcial.
Una de las causas, explica, es que se los puede colocar en más áreas, mientras que a los de deficiencia visual e intelectual se los ubica en las áreas de empaque, limpieza o archivo.
Hernán Boada, presidente de la Sociedad de Ciegos de Pichincha, señala que el inconveniente para acceder a fuentes de trabajo es la falta de un organismo que cuente con una base de datos, que capacite a los no videntes y asesore a las empresas.
Boada asegura que a veces no se toman en cuenta las aptitudes y formación académica. Esta organización tiene 25 miembros, de los cuales 12 tienen empleo. Entre ellos hay abogados como Leonardo Carrión y José Benavides, pese a ser abogados, al primero le ubicaron en un ‘call center’ y al otro en una biblioteca.
No se conoce las destrezas de los aspirantes
Summary: La Fundación General Ecuatoriana ha logrado insertar en el mercado laboral a 700 personas, de las cuales el 60% tienen deficiencias intelectuales.
Alexandra Jaramillo, directora del Servicio de Inserción Laboral de la Fundación, dice que una de las razones por las que estas personas están relegadas del empleo es por el desconocimiento de los empleadores sobre sus potencialidades.
Si bien no pueden realizar tareas donde se requiera toma de decisiones o procesos mentales, por su limitación intelectual, pueden aportar en áreas operativas. Además, asegura, que hay mitos y temores que no permiten que los empresarios identifiquen las cualidades de quienes tienen discapacidad intelectual.
Uno de los temores es cómo tratar y trabajar con ellos. También incide el que necesiten de una tercera persona que medie y apoye el proceso laboral.
Otro inconveniente es la falta de capacitación y eso afecta en su desempeño. El 70% de los que acuden a la fundación no tienen formación secundaria.
Juan Carlos Araujo, presidente del Club Primos y Primas, añade que no hay un sistema educativo serio para personas con discapacidad intelectual. Sin embargo, cree que se debe valorar que son personas puntuales, cumplen sus tareas a cabalidad, no llegan borrachos, etc. 25 chicos de este Club actualmente trabajan en Supermaxi. La búsqueda de empleo para estos jóvenes comenzó en el 2006 y en febrero del 2008 fueron aceptados en esta cadena de supermercados.