Alfonso Bravo, en uno de los patios del campus El Girón de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), en el norte de Quito. Foto: Patricio Terán / El Comercio
El sentimiento de confusión y duda de lo que se debe hacer frente a un hecho o acontecimiento inesperado lleva a las personas, muchas veces, a un estado de perplejidad. Una situación que en los últimos días fue experimentada por miles de personas en el país. En esta conversación, el psicólogo clínico Alfonso Bravo reflexiona sobre lo que la sociedad contemporánea gana o pierde con la perplejidad.
¿Vivimos en la era de la perplejidad?
Sí y no. Sí, porque la gente se encuentra con un montón de escenarios que no sabe cómo manejar y no, porque como dispositivo de defensa frente a situaciones de perplejidad hemos adoptado la indiferencia, un mecanismo de defensa que usamos para no pensar sobre la realidad. Pensar en la realidad siempre nos produce un impacto emocional. Aparentemente tenemos las herramientas para responder a las cosas que nos pasan, pero la verdad es que no las tenemos. Cualquier cosa que salga del contexto que nos han dicho que es normal nos deja perplejos.
¿A la indiferencia de la que hablas no crees que se podría sumar la escasez de certezas en la vida de las personas?
Yo cuestionaría la idea de que seamos sociedades que tienen ausencia de certezas. Por el contrario, creo que vivimos en medio de un exceso de certidumbres y de lugares de verdad. Nos acostumbramos a ver publicaciones en redes sociales acompañadas de la frase científicamente comprobado, películas que te dicen que están basadas en hechos reales, o en noticias que pasan medios de comunicación como CNN sin cuestionarnos de si son reales. Lo que nos falta frente a este contexto son los saberes y no las verdades.
¿Estamos preparados para vivir en un mundo marcado por la incertidumbre?
No estamos preparados para vivir en medio de la incertidumbre, pero deberíamos; y también tendríamos que emocionarnos con la posibilidad de vivir en la incertidumbre.
¿Por qué?
Pienso que la incertidumbre debería ser emocionante porque es lo que nos permite ir y averiguar sobre cualquier cosa o interactuar con otras personas para adquirir nuevos conocimientos. Si tengo duda sobre algún tema sería bueno que eso me sirva para a ir a los libros o hablar con gente que me ayude a estar más preparado. No estamos preparados para la incertidumbre, porque damos el mundo por hecho y cuando te viene una realidad nueva no sabes qué hacer. Entonces el problema no es la incertidumbre sino la certidumbre. Un ejemplo claro es todo lo que pasa con el movimiento Glbti y el matrimonio igualitario. Vivimos en una sociedad que defiende, sustentada en la Biblia, la unión entre un hombre y una mujer y cualquier cosa que esté fuera de esa idea se convierte en una amenaza. No estamos preparados para que eso nos genere incertidumbre.
Hay perplejidad frente a situaciones que afectan a nuestras vidas, pero también sobre el futuro de la humanidad, ¿por qué?
Si entendemos la perplejidad como la acción de quedarse paralizado frente a lo que se te presenta en relación con el futuro, más que perplejidad yo diría que hay angustia. La incertidumbre sobre el futuro es la más angustiante, porque es la más real. Como no sabes qué va a pasar, adoptas ciertas medidas para afrontar ese futuro desconocido. Eso pasa en todos los ámbitos, desde el trabajador promedio que decide ahorrar parte del dinero que gana, hasta las personas que realizan acciones para combatir el cambio climático.
Entonces, ¿prever es una herramienta efectiva para no sentirnos tan afectados por la perplejidad?
Prever es una vía. Si pensamos en el mundo de los jóvenes actuales hay un ambiente depresivo. Muchos piensan que es preferible consumir drogas, pasar todo el día en los juegos en línea o tener comportamientos violentos o de riesgo, porque igual están convencidos de que no hay un futuro.
¿Cree que vivimos más perplejos porque los referentes para saber cómo actuar están en vías de extinción?
A los chicos ya no les podemos decir que vivir como lo hacemos nosotros funciona, porque te ven infeliz en el trabajo, que eres violento con los otros o miran todas las guerras que hay en el mundo. Los jóvenes se cuestionan todo eso. Los padres han perdido su calidad de referentes, porque la aceleración del mundo ha hecho que los chicos los vean como sujetos que solo van y vienen a casa y que les proveen de comida y entre ellos no hay ninguna clase de interacción. Acordémonos de la noticia de la señora que vendía los cabestros en el centro. Muchas personas salieron a decir que a ellos les pegaron y que crecieron como gente de bien. Yo te puedo decir, como psicólogo, que hay un montón de gente de bien en consulta, con una serie de problemas que tienen relación con esos maltratos.
¿Estamos desprevenidos ante los cambios?
Sí, porque el cambio plantea escenarios diferentes, situaciones frente a las que no estamos preparados porque pensamos que las realidades que vivimos son absolutas. Como ya están totalmente definidas, creemos que no se pueden modificar. Hay realidades como las crisis humanitarias que vivimos en todo el mundo. Situaciones que la mayoría no sabemos manejar, pero que nos ponen frente a la posibilidad de ser resilientes, que es esta capacidad de sobreponerse a los problemas o ante la parálisis total, que sería una perplejidad de esas brutales. Pensemos lo que pasó acá con el Feriado Bancario. Había gente que tenía su vida hecha y de repente perdió todo. Muchas personas se suicidaron porque no supieron cómo afrontarlo.
¿Cuál es la relación entre perplejidad y miedo?
Creo que la perplejidad es la reacción a ese miedo que no sabemos cómo manejar. Por ejemplo, en estos días muchas personas tuvieron miedo de que los mercados se queden desabastecidos y salieron a hacer compras. Pero hay otras personas que no supieron cómo asimilar ese hecho y no salieron de sus casas a abastecerse. Todo tenemos miedo, pero una de las consecuencias de su mal manejo es la perplejidad.
¿Ante qué no podemos quedarnos perplejos en el mundo actual?
No podemos quedarnos perplejos ante el sufrimiento del otro, la pobreza, las violaciones de los derechos o la violencia de género. Como dije antes, somos sociedades que hemos construido una ‘perplejidad indiferente’… si queremos inventarnos un término. Frente a ese contexto, necesitamos herramientas y la educación es una de ellas. Así, en el futuro, las personas desde el rol que tienen en la sociedad podrían aportar para no ser indiferentes con cosas como el sufrimiento del otro.
¿En qué se debería transformar la perplejidad que vivimos en los últimos días?
Se puede transformar en más miedo de lo que podría suceder en el futuro, pero creo que se debería transformar en espacios de profunda reflexión. Habría que permitir el diálogo en todas partes. No hay que dictar verdades, porque las verdades están generando violencias. El debate puede servir como uno de los medicamentos para contrarrestar esta perplejidad. Pero tampoco pongamos a la perplejidad como veneno, porque a la final te anuncia que hay algo que tú no puedes manejar y te empuja a ver cómo lo puedes solucionar. Ahora mucha más gente sabe qué hacer en caso de un terremoto después de lo que pasó en Manabí. La perplejidad también debería ser vista como una oportunidad para repensar el mundo en que vivimos. Los últimos días nos dejaron una secuela a todos. No hay una persona que no haya sentido algo sobre lo vivido. Recordemos que la violencia se genera al momento de no reflexionar y adoptar certezas.
Entonces, ¿el conocimiento nos ayuda a salir de los estados de perplejidad?
Sí, hay que adquirir conocimiento frente a aquello que nos deja perplejos. Un buen ejemplo es la película ‘Los dioses deben estar locos’. La cinta cuenta la historia de una mujer que viaja en un avión que pasa sobre una tribu de África. Ella lanza una botella de Coca-Cola y cae en medio de esta aldea, donde la gente compartía todo; entonces llega este objeto que les deja perplejos. Todos empezaron a cuestionarse qué hacían con este botella porque no se la podían repartir, hasta que un día el sabio de la tribu decide iniciar un viaje para devolver el objeto a los dioses.