En uno de los refugios de Pedernales, al sur, los niños juegan para distraerse. Fotos: David Landeta/El Comercio
La situación de los niños en los albergues de Pedernales es difícil, por las condiciones en las que deben vivir y la destrucción que presenciaron el pasado 16 de abril del 2016.
A pesar de eso, aún son pequeños y deben jugar. Los voluntarios de los diferentes albergues buscan la manera de distraerlos, sobre todo en esta ciudad manabita, que fue la más afectada por el terremoto.
En el albergue del Colegio Técnico de Pedernales viven 60 niños. Ese será su hogar durante los próximos seis meses, como mínimo.
Así lo confirma la trabajadora social Omaira Estacio, que se encuentra en el lugar donde brinda ayuda y asesoría profesional a los menores de este refugio, ubicado en el sur de la ciudad manabita.
De los 60 niños que viven ahí, 34 tienen entre 0 a 14 años y los 26 restantes de 15 en adelante. Con el afán de crear un ambiente propicio para los menores que viven en el lugar, el MIES, la Prefectura de Pichincha, Cruz Roja y los voluntarios que se encuentran ahí, han intentado crear un ambiente lúdico y familiar, menciona Estacio.
Niños juegan con jabón en uno de los albergues de Pedernales, este viernes 22 de abril del 2016. Fotos: Cortesía Prefectura de Pichincha
Una de las maneras de mejorar el albergue es mediante el juego. Las actividades se realizan en las mañanas, antes del almuerzo y después de la merienda, en la noche.
Los niños se reúnen en la cancha, en la que se instaló la enorme carpa blanca que acoge a los damnificados por el terremoto. Los menores corren, ríen, hacen rondas infantiles y juegan fútbol. Por un momento sus risas ocultan el sonido de las maquinarias que remueven los escombros en el centro de Pedernales.
Jorge Arévalo también está en el lugar. Él llegó como parte de un grupo de voluntarios de la Prefectura de Pichincha. Este viernes 22 de abril, en la ciudad manabita llovió y el terreno se volvió fangoso, pero eso no fue un impedimento para la diversión.
Los voluntarios tomaron un plástico, lo pusieron en el suelo y con jabón lo usaron para deslizarse. “Todos terminamos empapados”, bromea Arévalo.
Anabel Padilla también está en el refugio como voluntaria, es estudiante de la Universidad Católica de Quito. Ella recuerda que el primer día los niños estaban asustados, no hablaban.
Para que el estrés disminuya, hicieron que los niños inflen globos y se diviertan con espuma carioca. Ahora, seis días después del movimiento telúrico, la actitud de los menores cambió. Son más sociables, conversan y juegan entre ellos.
La situación en Jama, población ubicada a 40 minutos de Pedernales, que también sufrió graves afectaciones por el sismo es más compleja.
La mañana de este 22 de abril se estaba adecuando un refugio en el centro de la ciudad. Santiago Escobar, voluntario del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), afirma que en ese lugar se adecuará un espacio lúdico para que los niños puedan distraerse, con títeres y juegos para los más pequeños.
“Necesitamos un grupo que les brinde alegría a los niños”, dice Gabriela Chica. Ella es una de las damnificadas por el terremoto. Sentada bajo un árbol en la puerta de ingreso a su casa, mira la infraestructura que tendrá que ser demolida, por los fuertes daños estructurales que sufrió.
En su familia hay tres niños pequeños de 2, 6 y 9 años. Relata que, desde el día del sismo, los pequeños tienen miedo de cualquier sonido y del viento. El temor se acentúa por las réplicas que se han sentido muy fuertes en la zona, los últimos días.
El pedido de espacios lúdicos se suma a otras demandas de la población. Sus solicitudes van más allá del agua y la comida, que han enviado desde ciudades como Quito, Guayaquil, Cuenca y sí han llegado a la zona.
Ahora, necesitan implementos de aseo, repelentes, juguetes y elementos pedagógicos porque los niños de la zona estaban próximos a iniciar el año escolar.