El amor por los payasos, la base de los juggalos

William Salazar (izq.), Guillermo De Lama y Alejandro Galárraga llevan desde hace más de 10 años un estilo de vida que gira en torno a las creencias y la  ideología de los Juggalos.SClB. Foto: Pavel Calahorrano/ EL COMERCIO.

William Salazar (izq.), Guillermo De Lama y Alejandro Galárraga llevan desde hace más de 10 años un estilo de vida que gira en torno a las creencias y la ideología de los Juggalos.SClB. Foto: Pavel Calahorrano/ EL COMERCIO.

William Salazar (izq.), Guillermo De Lama y Alejandro Galárraga llevan desde hace más de 10 años un estilo de vida que gira en torno a las creencias y la ideología de los Juggalos. Foto: Pavel Calahorrano/ EL COMERCIO.

El payaso es un ser envuelto de misterio por naturaleza. Detrás del traje y del maquillaje hay un cúmulo de emociones y sentimientos desconocidos para quienes los ven, pero que conviven con el personaje.

Es capaz de transmitir -con la misma facilidad- momentos plagados de alegría o instantes que exploran en los temores más profundos de las personas. Las denuncias reportadas en las últimas semanas por transeúntes que fueron asustados por ‘payasos malvados’ en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos trajeron a colación el debate en torno a la imagen ‘terrorífica’ con la que se suele asociar a estos personajes.

La antropóloga Véronique Campion, citada por AFP, explica que desde hace 30 años el payaso malvado ha sido explotado por la cultura popular, con películas y libros que construyeron un imaginario negativo. El payaso It, de Stephen King, es un ejemplo.

Pero contrario a lo que se cree, los payasos no solo pueden aterrorizar o divertir a inocentes, sin importar la edad, sino que también son capaces de crear una ideología y una forma de vida basada en el ‘clown love’. Se trata de la hermandad de los Juggalos, una corriente derivada de la filosofía pregonada por el grupo Insane Clown Posse (ICP), originarios de Detroit, Estados Unidos.

Uno de los integrantes de la banda, Violent J, tuvo un sueño en el que un payaso le revelaba información que debía ser difundida a la sociedad a través de la música. Y desde entonces, el icónico grupo desarrolló toda una mitología en torno a estos personajes, odiados por unos y queridos por muchos otros.

Así lo cuenta Guillermo De Lama, uno de los Juggalos del underground capitalino, identificado como Sick Gattermo. El maquillaje que usan, según De Lama, es una representación simbólica de las características freaks (raras) y distintas de los seguidores, quienes no encajaron con el molde impuesto por la sociedad.

“Yo nunca fui el popular ni el famoso, más bien era retraído y me agradaban las cuestiones paranormales y la música horror. Luego descubrí que los Juggalos representaban esas características”.

Términos como Dark Carnival, MCL (Much Clown Love) o Whoop Whoop (el saludo que identifica a los Juggalos), forman parte de la cotidianidad de quienes decidieron resignificar a los payasos.

Este fenómeno ha alcanzado dimensiones mundiales, tanto que desde hace 14 años se realiza un festival que reúne a todos los ‘hommies’ que se identifican con esta ideología.

Es el Juggalo Gattering, que actualmente está catalogado como uno de los eventos musicales más grandes en Estados Unidos, comparable con actos históricos como Woodstock o Lollapalooza.

“Somos como una familia. Nos apoyamos entre todos los Juggalos. Y no nos importa lo que diga el resto de la gente”. Lo señala Alejandro Galárraga, otro miembro de esta subcultura urbana que se inició en el movimiento hace 12 años.

En la actualidad, Galárraga trabaja en un proyecto propio para crear una marca de ropa urbana. Asegura que ser un Juggalo es una decisión personal y no tiene nada que ver con bandalismo o acciones violentas, como erróneamente se cataloga al grupo.

La representación femenina también tiene su espacio con las Juggalettes, simbolizadas con una mujer ‘clown’.

Su fiesta principal, aseguró Gattermo, es el Hallowicked, que se cumplió el 31 de octubre pasado. Ese día, todos los Juggalos del mundo sacaron su payaso interior y celebraron un año más de hermandad.

William Salazar, de 26 años, es un Ninja (otro de los nombres con que se conoce a los clowns) que combina su profesión con su estilo de vida. “Cuando llego al trabajo, dejo mi mundo Juggalo para entrar al mundo normal. Luego, todo es diferente”.

Así, entre sesiones de maquillaje, discos lanzados por Psychopatics Records y refrescos de marca Faygo, estos amantes de los payasos exteriorizan sus emociones más íntimas, siempre alertas a lo que la próxima función les depare.

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