La historia de una ciudad no solo se lee en los libros. Se encuentra en las plazas, calles y edificaciones. Está escrita en las líneas y acabados de su arquitectura, que ha evolucionado de la mano con la sociedad.
El patrimonio edificado de Quito se ha vinculado con la arquitectura colonial y republicana. No obstante, la arquitectura moderna, que tuvo sus inicios en los años 20 del siglo pasado y que se desarrolló con más fuerza entre los años 50 y 80, también forma parte del registro histórico de la ciudad, aunque hasta ahora no se le haya dado el mismo valor. De igual forma sucede con la arquitectura contemporánea.
En el inventario vigente del patrimonio de la ciudad no hay una diferenciación para la arquitectura moderna y contemporánea, lo que demeritó su valor, al ser evaluadas bajo los mismos parámetros utilizados para desarrollos arquitectónicos más antiguos.
Desde 2010, el Instituto Metropolitano de Patrimonio (IMP) trabaja en la actualización del inventario. Este trabajo incluye un catálogo del patrimonio moderno, que englobará también a la arquitectura contemporánea. Para ello, desde 2016 se está elaborando una ficha de evaluación exclusiva.
A la fecha no hay un cálculo de cuántas edificaciones pertenecerían al patrimonio moderno. En principio se tomarán como referencia aquellas obras que recibieron el Premio Ornato –distinción que se otorga a obras que constituyan un aporte a la urbe–.
Para 2013, cuando se cumplieron los 100 años del premio, 138 propiedades habían sido reconocidas, pero no todas pertenecían a arquitectura moderna, aclara Ángelica Arias, directora del IMP. El libro ‘Quito: 30 años de Arquitectura Moderna (1950 – 1980)’, dirigido por el arquitecto Hernán Orbea, hizo una selección de 163 obras de interés de la arquitectura moderna.
Diana Araujo, asesora técnica del instituto, explica que la ficha que está en revisión evaluará la intención de diseño y si este se ha respetado a lo largo del tiempo, el aporte a la ciudad, la tipología (características de la edificación), los cambios que ha experimentado, el valor simbólico e histórico y si el sistema constructivo responde a su tiempo.
La arquitectura moderna llegó a Ecuador, y específicamente a Quito, con la migración europea de las primeras décadas del siglo XX y paulatinamente fue marcando un cambio importante en el desarrollo urbano. Se distingue por su simplicidad, por un diseño de líneas rectas y volúmenes cubos, por una producción industrial, con la utilización del hormigón como material estrella.
“Es generosa en sus espacios, con una estética que, pensada en el contexto, acopló tecnología de innovación que permitió una arquitectura masiva y la edificación de altura en la ciudad”, explica Orbea, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
La contemporánea es más rica en tecnología y favorable a los revestimientos. Además, “va de la mano con el rendimiento financiero de la obra, que se logra con la reducción de espacios y buscando mayores alturas”, agrega el arquitecto.
El inventario no solo será un registro histórico para la ciudad. La asesora técnica del IMP aclara que el patrimonio debería ser entendido como un recurso para el desarrollo socioeconómico. En cuanto al mantenimiento, al estar inventariados, los propietarios reciben asesoramiento técnico.
Ana Barriga, gerenta de la inmobiliaria Rivadeneira Barriga, considera que hay ser muy cuidadoso con los inventarios. “Muchas veces se hace un inventario de construcciones que no lo ameritan y con eso el predio rebaja su valor con el tiempo. Se les puede repotenciar y cambiar de uso, pero no puede cambiar en fachada y forma ni aumentar”.
“A la industria inmobiliaria no le conviene porque si al poner en valor la utilidad de un predio que puede triplicar la altura de un predio actual, el rendimiento es mejor. Se plantea el derribo como una manera de refundar el uso del predio, pero no se toma en cuenta que se está echando abajo algo valioso, contra lo rentable.
Esto ha pasado en sectores de alta presión inmobiliaria, como La Floresta, Bellavista, El Batán, La Carolina”, señala Orbea.
Fernando Flores, arquitecto urbanista, considera extraordinaria la realización de un inventario, pero siempre que se haga con sentido.
“Preservar significa evitar que se hagan cambios. Este es uno de los problemas que tiene la catalogación. Eso perjudica al dueño de casa porque el inmueble pierde valor, pero la acción debería ser que el Municipio compense a los dueños”.
La asesora técnica del IMP aclara que se está estudiando este aspecto de la compensación económica: “Se han discutido diferentes mecanismos para que el propietario pueda disponer de los derechos de aire o de la venta de pisos, que está dejando de construir”.