Artistas contemporáneos, como Juan Fernando Velasco, imprimen nuevos estilos al tradicional pasillo. Foto: Archivo/ EL COMERCIO
Este 1 de octubre se celebra el Día Nacional del Pasillo, una fecha para recordar los orígenes de este género, que ha ganado su lugar icónico en la música ecuatoriana. La fecha fue asignada por decreto ejecutivo en 1993 y fue escogida por el natalicio de Julio Jaramillo (1935), uno de los exponentes más destacados de este género.
El pasillo encuentra sus raíces en el vals europeo que llegó a América en el siglo XVIII, pero que realmente se afianzó culturalmente en el siglo XIX. En la adaptación andina de este género, el ritmo se aceleró, comenta Guillermo Abadía en su libro ‘La música folclórica colombiana’. De ahí viene su nombre, pues se bailaba con pequeños pasos.
El pasillo fue adquiriendo rasgos característicos de cada territorio y evolucionó de manera distinta en cada país. “En Colombia y Ecuador recibió el nombre de pasillo y en Venezuela conservó el de valse”, agrega Abadía.
En Ecuador, uno de los primeros exponentes de este género podría ser Aparicio Córdova, compositor de Los bandidos, que apareció finales del siglo XIX, según el escritor quiteño Carlos Andrade Coello. Además, los guayasenses Casimiro Arellano y Juan Bautista Luces son dos precursores del ‘pasillo de danza’ (bailable) en el país.
Pero el pasillo ecuatoriano fue modificándose con el tiempo, adquiriendo un espíritu romántico e incluso ‘triste’. A finales del siglo XIX, el pasillo ecuatoriano estuvo influenciado por el yaravi, un ritmo andino, que priorizaba la letra de las canciones, sobre la música. Por esta razón, adquiere el nombre de pasillo yaravizado.
Es así como en el siglo XX pasó de ser un ritmo festivo y bailable para adaptarse a letras mucho más melancólicas y románticas, muchas provenientes de poemas. Así lo demuestra, por ejemplo, Nuestro juramento, El aguacate y Sombras. Así lo explica la investigadora Ketty Wong, en un artículo recogido por Dr. Luis Rivadeneira Játiva para la web EcuadorUniversitario.
Aunque Wrong considera que muchas de las letras también hacen referencia a territorios y a exaltar paisajes naturales como es el caso de Alma Lojana o Guayaquil de mis amores. Muchos de los habitantes de estos lugares se sentían identificados con esta música, incluso –indica la investigadora- algunas canciones eran más populares que los himnos de cada lugar.
Además, el pasillo se diversifica en el país, con matices propios regionales. Mientras en la Costa son más ‘movidos’, los de la Sierra se caracterizan por ser más ‘tristes’. Fidel Pablo Guerrero hace un extensivo análisis de este género en el sitio web Memoria Musical del Ecuador, en donde señala que lo que convierte al pasillo en un género “auténticamente ecuatoriano” es la capacidad de adaptación a diversos estilos.
“Como táctica de sobrevivencia los cultores del pasillo fueron fusionando y adaptándolo con otros estilos, por ello tenemos pasillos ‘clásicos’, pasillos ‘abolerados’, pasillos ‘yaravizados’, pasillos ‘rocoleros’…”, escribe. En cuanto a los instrumentos que se utilizan, está como base la guitarra y el rasgado característico del requinto. Pero también acompaña la lira y la bandola. Pueden intervenir otros instrumentos dependiendo del lugar y los estilos.
Aunque Julio Jaramillo es uno –por no decir el más representativo- de los exponentes reconocido nacionalmente e internacionalmente de este género, también sobresalen nombres como Carlota Jaramillo, Olga Gutiérrez, Hilda Murillo y compositores como Nicasio Safadi, Enrique Ibáñez Mora, Carlos Solís, Francisco Paredes Herrera y Rafael Carpio Abad, Segundo Cueva Celi y Salvador Bustamante.
Actualmente, nuevas voces le imprimen sus propios matices al pasillo. Tal es el caso de Juan Fernando Velasco que en sus álbumes ‘Con toda el alma’ y ‘Misquilla’ interpreta reconocidos pasillos de manera tradicional, pero con un toque sinfónico. Gustavo Herrera y Daniel Páez son otros artistas que aportan sus versiones de icónicas canciones de este género.