Juana Chulli palpa el vientre de Tatiana Romero. Pedro Guamán, mide sus pies y Evelyn Congo vigila el proceso. Foto: Paúl Rivas/ EL COMERCIO
Le pidieron sacarse los zapatos y recostarse en una camilla del centro de salud de Caupicho. Juana Chulli y Pedro Guamán solo miraron los pies y el vientre de Tatiana Romero para saber que su bebé, de 22 semanas de gestación, estaba mal encajado.
La pierna derecha estaba levemente desnivelada con respecto a la izquierda y, a simple vista, se podía notar que el niño estaba ubicado también a la derecha del abdomen materno.
Los parteros provenientes de la comunidad de Zulzul, en Riobamba, concluyeron que un parto normal era imposible bajo esas condiciones. El bebé estaba encaminado hacia la ingle de Romero. Ella, sorprendida por el rápido diagnóstico, contó que en sus dos embarazos anteriores le pasó lo mismo y que por esa y otras causas, debió someterse a cesárea.
La pareja de esposos vive ahora en Pueblo Unido, en el sector de Guamaní, en el sur de Quito. Ellos no necesitan de ecos ni de exámenes médicos para darse cuenta de las características de un embarazo.
Son expertos en ubicar a los niños en la posición correcta a partir de los tres meses de gestación y juntos han recibido a más de 30 nuevas vidas. Ayudan a las madres a sentir menos dolor, con técnicas como limpieza con huevo, aguas medicinales y rezos.
En el 2011, brigadas del Ministerio de Salud Pública les invitaron a capacitarse. Ellos no se resistieron, porque quieren aprender más. Saben que hay quienes cuestionan su trabajo y ellos se precian de que nunca una madre o bebé han muerto cuando ellos los han atendido.
Guamán ha recibido en casa a sus ocho hijos de entre 14 y 33 años y él y su esposa han sido los primeros en abrazar a sus 14 nietos. El primer bebé al que vieron nacer juntos fue a un sobrino que nació de pie, hace 19 años. Pedro confía en esos vagos recuerdos de su niñez, cuando veía con atención y curiosidad a su madre trabajar como la partera de su pueblo. Ella murió cuando él tenía apenas siete años, pero él conserva sus enseñanzas como una guía y su más valioso tesoro.
Trabajar con profesionales como la obstetriz Evelyn Congo les ha dado más seguridad. Ellos aún preparan aguas con albahaca, cáscara de coco, chirimoya o manteca de gato para ayudar a las mujeres en labor de parto.
Pero ahora han aprendido a detectar señales de riesgo y a remitir a las mujeres a centros de salud como Terranova y Pueblo Unido para que den a luz con mayor seguridad.
La pareja es parte de los 32 parteros que han sido censados en Guamaní. Según María Hernández, directora de Promoción de la zona 9 del Ministerio de Salud, en Quito se ha ubicado a 55.
Todos han sido invitados a participar en talleres para compartir conocimientos, bajo un marco de “profundo respeto por los saberes” y con el objetivo de evitar la muerte materna y neonatal en esta práctica.
Aunque sus trabajos no les han permitido asistir a todos, quienes sí van han aprendido sobre señales de peligro, importancia del apego inmediato a la madre y lactancia materna. Los médicos y obstetras que los capacitan también han obtenido muchos conocimientos.
A partir del acercamiento con los parteros, se han implicado algunas de sus técnicas en las maternidades de corta estancia del Centro Histórico, Comité del Pueblo y Conocoto y Chimbacalle. La de Guamaní está en proceso de construcción. Allí se aplica el parto de libre posición y se permite el acompañamiento del esposo, algún amigo o familiar e incluso los parteros.
En algunos casos, estos últimos reciben a los bebés junto al médico.
Para Congo, sus siete años de trabajo junto a la comunidad han sido una experiencia gratificante. Ha aprendido a ayudar a las madres a dar a luz en la posición que ellas elijan: recostadas, sentadas, de pie, de rodillas o en cuclillas.
La mayoría de las madres que eligen el parto vertical provienen de comunidades indígenas de Chimborazo y de Cotopaxi, que viven en el sur de Quito. Ella se ha dado cuenta que este tipo de alumbramiento hace más corto el tiempo del parto y se producen menos casos de desgarro cervical.
Chulli y Guamán ayudan a las madres a dar a luz porque sienten que trabajan para Dios cuando contribuyen a traer a la vida a un niño y cuidan a la madre. A veces, los padres les pagan USD 2 o 3. “Otras nos dicen gracias y otras, ni gracias”.
Pero son felices cuando madres como Romero les agradecen por sus cuidados y consejos, aunque nunca se hayan tratado con parteros.
En contexto
Los indígenas que emigran desde sus comunidades hacia las ciudades llegan con sus conocimientos y prácticas ancestrales. El Ministerio de Salud los ubica y los capacita sobre señales de riesgo en un parto y aprenden de ellos sobre parto vertical, por ejemplo.