La parte alta de la loma de Crucita, en Portoviejo, es una pista para el parapente. Foto: Patricio Ramos/ EL COMERCIO
Los 110 metros de altura de la loma Balsamaragua, en el suroeste de Crucita (Manabí), han convertido a este acantilado en la estribación preferida por los amantes del vuelo libre.
Son cerca de 15 a 20 ejecutivos y empresarios que llegan -por semana- de varias partes del país y del extranjero.La loma está frente al océano. En su cúspide se acondicionó una pista para el parapente hace 29 años. Desde ahí los expertos y aficionados se arrojan al vacío. Es algo único, comenta Hugo Bravo, arquitecto y socio de una constructora en Manabí. Él también es el precursor del parapente en este lugar.
El acceso a la Balsamaragua es relativamente sencillo. Una vía asfaltada que circunda una urbanización habitada en su mayoría por extranjeros conecta con la cima.
En el día se realizan varios despegues. Los amantes al vuelo libre llegan de Quito, Guayaquil, Cuenca, Portoviejo, Manta y del extranjero. La mayoría son ejecutivos y profesionales quienes optaron por Crucita por las facilidades del sitio.
Una de las cualidades que atrajo al ingeniero guayaquileño Alberto Fierro es la presencia de vientos todo el año.
Fierro, un ingeniero mecánico de su empresa en Guayaquil, vuela en Crucita desde hace 16 años. Ocho de los 30 días del mes pasa en Manabí. El 24 de mayo, pese a que las condiciones del tiempo no fueron favorables, Fierro voló hasta una parte del cantón Jaramijó.
El récord de vuelo en Crucita es de 7 horas y 45 minutos en un solo despegue, asegura Bravo.
El quiteño Cristian Salguero, ejecutivo de una entidad estatal, viaja a Crucita cada tres semanas. Aprendió a volar hace un año y lo hace en algunos sitios de la Sierra. Sin embargo, asegura que en Crucita los vientos son moderados, lo que le permite disfrutar más de los paisajes marinos. “Los vuelos son relajantes. Vale la pena los desplazamientos. En el cielo soy yo y nadie más”.
Cuando los parapentistas se lanzan pasan en el cielo entre 30 y 50 minutos, y luego aterrizan en la playa. A veces hacen dos o tres vuelos más.
Esta preferencia, sobre todo para empresarios y ejecutivos, tiene cerca de 20 años.
Pero también están los parapentistas extranjeros, que empezarán a llegar a partir de junio, hasta septiembre. Ellos también son empresarios en sus países de origen y tienen los recursos para movilizarse desde Rusia, Canadá, Francia, Checoslovaquia, Australia…
El sitio también es accesible en hospedaje y alimentación. Se pueden encontrar habitaciones desde USD 10 hasta 50.
En Crucita también se realizan paseos -con parapentistas expertos- de 15 a 20 minutos, por USD 35. Ellos llevan a sus pasajeros en una bolsa adicional, para que disfruten el vuelo.