Josie Cáceres es bailarina, coreógrafa, actriz, maestrante de estudios culturales… pero sobre todo es una mujer con ideas y objetivos claros, y un gran sentido del humor. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Una conversación con Josie Cáceres es impensable sin las onomatopeyas con las que colorea lo que quiere expresar, porque, a veces, las palabras no alcanzan para la fuerza de sus imágenes o sus ideas. En esta ocasión, las utiliza para hablar de la parálisis.
¿Cuál es la diferencia medular entre estar quieto y estar paralizado?
Creo que el estar quieto es parte de una decisión, ¿no? Uno decide estar quieto. Y creo que uno se paraliza porque hay factores externos que hacen que te paralices. En cambio, estar quieto es una decisión; y hay otro disfrute en el estar quieto.
¿Dices que en la quietud es posible el disfrute y en la parálisis tal vez no?
Creo que hay otro tipo de disfrute. Te puedes quedar paralizado porque estás disfrutando muchísimo de un espectáculo de danza, digamos, o hay algo sobrecogedor que te paraliza. Yo creo que es un estado más fuerte.
Que no depende de uno.
Sí, o no solo de uno. Cuando uno, por ejemplo, va a un museo y tiene esos encuentros artísticos que son como: “¡Wow, qué es esta cosa que estoy viendo, toda esta información que estoy recibiendo!”. Uno sí se puede quedar paralizado, hermosamente paralizado.
¿Todo se mueve y siempre se mueve?
Siempre hay movimiento. O sea, en la quietud hay movimiento, en la parálisis hay un movimiento.
A ver, descríbelo.
Se mueven cosas dentro de ti. Estamos hechos de muchas más cosas que lo que uno ve; se te está moviendo la piel, está latiendo tu corazón, se están expandiendo tus pulmones…
La sangre circula.
Hay movimiento y todo eso te determina. Las células, los átomos se están moviendo. Yo me muevo, tú te mueves; entonces siempre hay vibraciones de movimiento. ¿El planeta Tierra no se está moviendo? Siempre hay movimiento, simplemente son movimientos que no son perceptibles.
La parálisis, en general, tiene unas connotaciones negativas, pero identifica áreas o momentos en los que la parálisis pueda resultar positiva.
Talvez casi siempre se la lleva a términos más médicos. Sin embargo, la palabra puede ser sugerente hasta para la poesía. Una vez yo estaba en Madrid y fui a un montón de museos y ya llegó un punto en que estaba paralizada a nivel estético, pero era porque necesitaba un tiempo para que eso decante, ¿no? Porque las cosas se te pegan en la piel y necesitas un proceso de (hace sonidos de limpieza) para que vuelva esa fluidez del movimiento. Así les veo yo a esas parálisis.
Describe un cuerpo o a algunas de sus partes cuando se paralizan.
Para mí un cuerpo paralizado es un cuerpo más chico, más fijo, más concreto. Lo veo totalmente compacto.
No es expansivo.
El estar quieto es expansivo. Lo que pasa es que para mí estar quieto es entrar en una relación con el otro, con el espacio; en cambio en la parálisis es una cosa inmediata (hace el gesto y el sonido de quien chupa violentamente aire con todo el cuerpo; es difícil de explicar), es como un sobresalto, de susto o alegría. Yo puedo estar quieta y ahí hay otro tipo de percepciones, se abren las antenas. En la parálisis creo que hay menos ese estado del afuera, sino que es más para uno.
¿Como que te cierras?
Sí, por eso veo ese cuerpo (paralizado) chico.
¿A qué se te parece una mente paralizada?
No le veo tanto solo como una mente; eso es lo que me pasa, que no veo una mente paralizada porque si me dices solo mente lo puedo llevar a una cosa médica. Y no creo que en la vida normal sea solo la mente. El cuerpo también acompaña eso; y es un cuerpo más concreto, con unas texturas más definidas. Puede haber más líneas rectas en un cuerpo o mente paralizados, no los veo orgánicos. Veo aristas, metales. En cambio lo otro siento que es redondo, moldeable.
¿A qué se te parecería un corazón paralizado; y no hablo del órgano?
Chuta, a dolor… y pienso en muchos tipos de dolor.
Cuando optamos por paralizarnos, ¿estamos activando un mecanismo que nos provee de una hibernación emocional?
Sí, yo creo que es un estado de protección también ante algo, ante ese factor externo que delimita muchas cosas. Como no sabes qué va a suceder, como no hay ese diálogo con lo externo en ese momento, uno se pone en actitud de atención vigilante o expectante. No es un diálogo que fluye, sino que estás atento a lo que sucede.
Estás y no estás.
Sí, pones una barrera, fronteras que son protecciones. Por eso digo: te achicas, hibernas; cuando es invierno todo se achica. Es un estado de sobrevivencia. Tal vez es un estado que respira menos, más contenido, más fuerte. Es interesante el estado de la parálisis.
¿Qué opinas de este mal conocido como parálisis por análisis?
Sí lo puedo entender, justamente porque es como entrar en un estado de conciencia distinto. Porque una parálisis o te permite ver más allá de las cosas o no te permite ver nada más. Es: “a veces sí, a veces no”, y vas andando como haciendo unas x; son líneas rectas. En este estado te puedes dar cuenta de cosas, pero para que algo de esto que analizas y estás viendo tenga realmente funcionalidad tienes que empezar a respirar. Cuando sales de ese universo cerrado y te relacionas con el mundo, te relacionas con el otro, te relaciones con las ideas y las dialogas, abres esa información a que se ventee un poco, abres las ventanas de la casa. La parálisis es un momento entre paréntesis.
¿Es necesaria a veces?
Yo creo que en nuestras vidas siempre van a existir momentos de parálisis; y es válido porque pueden llegar a ser momentos muy, muy productivos. Simplemente tienen otra forma de entrar en el cuerpo; no entran por un canal más orgánico, más diáfano, sino que entran golpeado, como cuando hay que asustar al pulpo para cocinarlo, para que no quede duro (golpes y risas).
¿Puedes recordar la vez que más te has paralizado?
¿Para mal?
O para bien.
Una vez para mal fue cuando tuve un asalto en mi casa. Me quedé bien ‘cucú bananas’. Me quedé loquita seis meses. Mal, mal, mal. Totalmente paralizada. Yo a las cuatro de la tarde me paralizaba, me ponía a ver a la ventana esperándoles a los ladrones. A las cuatro de la tarde un chip se me metía en el cuerpo; tuve que ir al doctor porque se me paralizaba la vida a las cuatro de la tarde.
¿Qué te suele paralizar?
Me paralizo cuando hay un cambio en la rutina, en lo que uno ha programado, en lo que uno es. Cualquier cambio en los hábitos de uno o en lo que uno está proyectando…
¿En las expectativas?
Exacto, en lo que uno va a construir luego. Cuando me quitan el piso, ahí hay momentos de parálisis.
¿Qué haces cuando te enfrentas a una mente o a una voluntad paralizadas?
Creo que también depende de cómo estoy yo. Porque si yo estoy en una tónica de escuchar, esa parálisis puede ser interesante y me encantará. Tienes que estar muy fuerte, armado para la parálisis del otro; pero si uno no está armado, perceptivo, poroso, abierto, en la facultad de diluir cosas, puede haber un choque fuerte, porque no hay escucha. No se crea ese territorio sobre el cual se basa la comunicación o el encuentro o esa posibilidad de lo que sea: un trabajo, la pareja, qué sé yo… ¡hasta en el tráfico!
¿Abrirte cuando estás en la mitad del trancón?
Claro, para eso tienes que estar en un estado especial, como más perceptivo, más abierto. Y a veces uno no lo está.
En caso de que quisiéramos curarla, ¿con qué o cómo se cura la parálisis?
No sé si se cure una parálisis; yo creo que se aprende a vivir con las parálisis. Siempre vamos a tener parálisis y decir curar es como decir que ya no va a haber parálisis. A mí me gusta más la palabra sanar que curar, porque sanar para mí es como aprender a vivir con eso.
Josie Cáceres
Guatemala, 1965; vive en Quito desde 1971. Tiene una tecnología en Diseño Textil por el Instituto Unitec (Colombia), y una licenciatura en Diseño por la U. Católica del Ecuador. Actualmente es maestrante de Estudios Culturales en la U. Andina Simón Bolívar. Es bailarina, actriz, coreógrafa y hace un año y ocho meses es la directora de la Compañía Nacional de Danza del Ecuador.